Florencio Villa, uno de los nuestros
Estimados
paisanos: Como es natural vosotros no me conocéis, ya que soy uno de tantos que
nunca ha hecho nada extraordinario. Con estas palabras comenzaba su Carta de Alonso
Quijano quien el pasado martes, 22 de mayo, hubiera cumplido cien años. Su
autor, Florencio Villa, quizá no hiciera en vida nada fuera de lo común, pero
sí vivió algunos de los hitos históricos más decisivos del siglo XX.
Nacido en Badajoz en el seno de una familia librepensadora, republicana y laica
el clan
Landa, como él lo llamaba-, tras sus estudios de bachillerato marcha a Madrid
para estudiar Medicina. Miembro de la Federación Universitaria Escolar
(FUE) y huésped por un tiempo de la Residencia de Estudiantes, allí se
licenciará en vísperas de la guerra civil española. Una guerra cuyos primeros
coletazos en su ciudad natal se llevó por delante a su padre, médico militar
retirado.
En esas mismas fechas Florencio Villa ingresa en el Partido Comunista de España
y comienza a trabajar en los servicios médicos del V Regimiento. Durante el
conflicto será mayor médico provisional en el Cuerpo de Ejército que mandaba el
general Enrique Líster y jefe de Sanidad del V Cuerpo de Ejército.
El final del conflicto lo llevarán a los campos de concentración franceses de
Argèles y Saint Cyprien. Sin embargo, muy poco después e invitado por el
Socorro Rojo Internacional se exilia en la URSS con el deseo de conocer directamente la
realidad de la revolución socialista y de continuar su especialización profesional. Enviado al Hospital
Psiquiátrico de Riazán, durante sus casi veinte años de estancia en esta
localidad soviética conocerá la evacuación a la que serían obligados muchos
rusos debido al avance nazi y el estado estalinista, del que renegará una vez
leído el informe de Jruschov en el XX Congreso del PCUS.
Tras tres años de precariedad económica y laboral en México, donde vivían
algunos familiares y amigos, se traslada a Cuba invitado como profesor de
Psiquiatría en la Universidad de La Habana. También traduce varias obras de
literatura médica del ruso al español. Su residencia en la isla caribeña se
prolongará desde 1961 hasta 1973, un tiempo que será suficiente para que
conozca y elogie la organización de la Sanidad Pública propuesta por la
revolución cubana, con la integración organizativa de la prevención (la Sanidad) y la
asistencia médica y la unificación funcional de los hospitales y policlínicos,
lo que permite que el paciente sea atendido por el mismo equipo médico en el
curso de todas sus enfermedades.
De vuelta a Riazán, a la patria del socialismo real, el médico pacense iba a
sufrir una auténtica desilusión. En poco más de quince años de ausencia, la
sociedad de la que había sido parte a principios de su exilio había cambiado
profundamente. Muchos de sus amigos de antaño ya no vivían y la tradicional
laboriosidad del pueblo ruso había desaparecido incluso en una disciplina como la
médica, dependiente de una formación y vocación continuas.
Por ello, quizá, su regreso a casa tras la muerte de Franco tardó poco en
materializarse. En 1978, después de firmar su inédita Carta de Alonso
Quijano, una suerte de teoría económico-social de cómo debía organizarse
España en ese todavía futuro incierto de principios de la transición, volvía a
la capital de España quien nunca hizo nada extraordinario. Otro hijo de esta
tierra olvidado por la barbarie y sinrazón de la dictadura. Murió en 1992.
Autor de la reseña: Felipe Cabezas Granado.
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