Como es bien sabido, historia y memoria histórica no son términos equivalentes si bien entre ellos existen relaciones intensas y complejas. En una España ideal la obra de recuperación en ambos campos tras los largos años de dictadura hubiera podido ir de par en par. No ha sido así y los decalajes entre ellos han sido habituales.
La recuperación de la verdad histórica se inició prontamente tras la muerte del dictador. Se ha acentuado al compás de la apertura de archivos, españoles y extranjeros. La de la memoria histórica, indisolublemente ligada a la represión en la guerra y postguerra, hubo de esperar.
A medida que su horror fue revelándose, tanto por la investigación en archivos como por el trabajo de campo sobre la puesta al descubierto de las "fosas del olvido", el equilibrio entre ambos campos parece haberse roto a favor de la recuperación de la memoria.
Esto, a pesar de las polémicas que ha despertado, es una evolución positiva. De no haberse producido la movilización de una parte de la opinión pública es verosímil que todavía hoy no se dispusiera de una mínima armazón jurídica para continuar dicho proceso.
Simultáneamente los mitos fundacionales de la dictadura, que en parte se remontan a los tiempos mismos de la conspiración contra el régimen republicano, han reverdecido. En realidad, nunca dejaron de latir. Hoy se han convertido en armas de la pugna política. Si ayer se esgrimieron contra el "coco" comunista, hoy se utilizan contra el Gobierno socialista. La tarea de recuperación de la historia sigue siendo de actualidad.
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