El pasado 21 de Abril de 2016, llevamos a cabo en Badajoz, tal y como estaba anunciada, la presentación del libro "Paseo de los Canadienses", de Carlos Guijarro, que se centra en narrar el éxodo de miles de malagueños, población civil, mujeres, niños, heridos, etc, en marcha por la carretera costera de Málaga a Almería, cuando intentaban huir y buscar refugio en Almería, acosados bajo el fuego fascista por tierra, mar y aire en su camino, ante la inminente llegada del ejército rebelde. Uno de los episodios realmente más dramáticos de nuestra guerra que prácticamente permanecía olvidado hasta hace pocos años. Fue un lujo contar con la presencia del autor, que nos deleitó con sus palabras sobre su proceso creativo y sus explicaciones del porqué de su obra, una "historia de los olvidados de la historia”. En cuanto a la necesidad de recordar tragedias como esta, Carlos lo tiene muy claro: “Nuestra identidad es nuestra memoria y esto vale tanto para los individuos como para la sociedad. Una historia construida con olvidos es una historia fragmentada, necesariamente maltrecha, porque supone la exclusión de algún grupo social y el silencio de alguna voz.
Por su interés reproducimos el texto de la presentación, realizada por Fco. Javier Moreno Romagueras.
TEXTO de la Presentación del libro Paseo de los Canadienses, de Carlos Guijarro.
Presentación a cargo de Fco. Javier Moreno Romagueras. Periodista y asesor en comunicación.
PRESENTACIÓN SINGULAR
El acto de
hoy es singular por varias razones.
Singular por el tipo de obra de la que se
trata, porque no es habitual que en este escenario se presente un libro de historietas.
Singular por su autor, porque se trata de
alguien que ha llegado de forma tardía a la narrativa dibujada como medio de
expresión. Carlos Guijarro Esteban, nace en 1955 en la localidad de Helechosa
de los Montes, en Badajoz. Esta es su primera y única obra, que ha publicado
frisando ya los 60 años. Singularidad que se agranda porque, siendo licenciado
en historia, y habiendo trabajado como documentalista y gestor de formación
después, su aproximación a la historieta no la hace solo como guionista, que
podría haber sido lo lógico, sino que se atreve con todo, y eso ha incluido la
parte gráfica de este interesante y necesario libro que es Paseo de los Canadienses.
Y, finalmente, también es singular la obra en sí. Por
una parte por el tema elegido: el éxodo
de refugiados civiles que en febrero de 1937 huyeron desde Málaga a
Almería, bajo el fuego de la aviación y de la marina de los nacionales. Por
otra parte, por el punto de vista que
utiliza: el de la mujer que protagoniza y da forma a la historia con sus
recuerdos. Y también por el personaje que está en el punto de partida de toda
esta aventura: el médico canadiense Norman
Bethune, que utilizó sus ambulancias de la Unidad Canadiense de Transfusión
de Sangre, para trasladar a muchos de los que huían.
Dicho esto me gustaría contextualizar brevemente esta obra
dentro de la historieta española actual, y para ello recurro a las palabras del
profesor Nicolás Sánchez Albornoz, en el prólogo del Paseo de los Canadienses.
Señala el profesor Sánchez Albornoz, hablando de la obra de
Carlos Guijarro, que para mayor eficacia
del mensaje, ha elegido explorar un género inédito y un tanto sorprendente para
el caso, pero de aceptación general en auge, el llamado cómic.
Estando de acuerdo en la eficacia de la historieta para
comunicar mensajes y transmitir emociones; y sin ánimo de enmendar la plana al
profesor Sánchez Albornoz, sí que he de decir que la obra de Carlos Guijarro se
inserta en la gran tradición de la historieta para adultos. Desde su nacimiento
oficial en Estados Unidos, del que este año se cumplen 120 años, el cómic
siempre ha tenido un sesgo para adultos –unido a su canal de publicación
original, los periódicos-. En España y Europa iba por otros derroteros, pero no
podemos olvidar las múltiples publicaciones, bien de actualidad, bien de sátira
política en las que tenían encaje las historietas, tanto a finales del siglo
XIX, como a principios del XX, como la madrileña Blanco y Negro, o las
barcelonesas L’Esquella de la Torratxa o la Campana de Gràcia, sólo por
mencionar algunas.
Dicho esto, y centrándonos más en la temática relacionada con
la Guerra Civil, son numerosas y muy importantes las historietas que podríamos
mencionar.
·
El
gran Carlos Giménez, que en 1977 inicia la serie Paracuellos, en la que narra sus vivencias como niño de la
posguerra en los hogares del Auxilio Social. El propio Giménez publicó ya en el
año 2007 la obra 36-39. Malos tiempos,
sobre la Guerra Civil.
·
En
1994 el guionista Felipe Hernández Cava, creador de El Cubri, y el dibujante
Federico del Barrio, publican El
artefacto perverso, una historia sobre la primera posguerra, los
represaliados, la lucha clandestina y las delaciones.
·
El
italiano Vittorio Giardino, creador del personaje Max Fridman, inicia en 2000
la trilogía ¡No pasarán!, en la que
sitúa a su personaje, exbrigadista internacional, en 1937, en la búsqueda de un
viejo amigo, en un relato en el que bucea en las contradicciones de ambos
bandos, pero sobre todo rinde homenaje a los que fueron derrotados, pero nunca
rendidos.
·
En
2010, Antonio Altarriba y Kim, sorprenden con El arte de volar, la historia del padre del propio Altarriba, que
se suicidó en mayo de 2001. Es la crónica de un siglo XX en el que la ilusión
por crear un mundo más justo, se estrelló con la historia, la Guerra Civil, la
II Guerra Mundial y el franquismo.
·
El
aclamadísimo trabajo de Paco Roca, Los
surcos del azar, de 2013, en la que recupera la memoria histórica del
exilio republicano y su contribución a la victoria sobre el nazismo en la II
Guerra Mundial, simbolizada por los integrantes de “La Nueve”, la compañía de
la División Leclerc, integrada por españoles, que tuvo un destacado
protagonismo en la liberación de París.
·
También
en 2013 tenemos El Convoy, con
dibujos de Eduard Torrents, y guion de Denis Lepière, que narra el éxodo por la
frontera de Le Perthus, las infectas condiciones de los campos de refugiados en
las playas francesas de Argeles sur Mer y el contingente de 927 hombres,
mujeres y niños, que constituyeron el primer convoy de deportados al campo nazi
de Mauthausen.
·
En
2014, Sento publica Un médico novato,
inspirado en las memorias del doctor Pablo Uriel, que narra las vivencias de un
joven médico, recién licenciado, al que la guerra y la prisión y la represión
le sorprenden en su primer destino en un pequeño pueblo de La Rioja.
·
El
magnífico Alfonso Zapico, que el año pasado publicó el primer tomo de La Balada del norte, en la que narra los
hechos que derivaron en la Revolución de 1934 en Asturias.
Estos son sólo algunos títulos, quizás los más destacados, a
los que se une El paseo de los
Canadienses, publicado el año pasado, y que es la obra de la que hoy nos
viene a hablar su autor, Carlos Guijarro.
De su trabajo solo diré que me parece de una gran valentía,
no solo por traer a primer plano esta historia, sino por haber tenido el coraje
de afrontarla íntegramente. El paseo de
los Canadienses tiene el rigor y la fidelidad a los hechos, derivada de su
condición de historiador. Pese a ello, consigue que la narración tenga ritmo y
envuelva, pero sobre todo conmueva, al lector. Y lo consigue, entre otras
cosas, por el acierto de haber elegido la mirada de una niña de 12 años como
eje conductor de la historia, contraponiendo la teórica inocencia infantil, con
el horror y el salvajismo de una guerra que, ni tan siquiera, respetó las
normas de honor propias de los conflictos armados. En cuanto a la parte
gráfica, Guijarro juega con el recurso de las dos estéticas para diferenciar la
actualidad del recuerdo y del hecho histórico. La luminosidad del color y
nuestros días, frente al claroscuro y las grandes manchas ocres y sepias, para
reflejar los hechos acaecidos en la “desbandá”, como los malagueños denominan a
este éxodo que acabó en genocidio.
Finalizo ya, pues el protagonista de este acto es Carlos
Guijarro. Solo añadir que se nota que su trabajo historietístico, que es lo que
yo puedo juzgar, ha bebido de fuentes de gran calidad, en especial del
extraordinario Jacques Tardí, el dibujante francés autor de obras como ¡Puta Guerra!, ¡La Guerra de las
trincheras!, y actualmente de la trilogía Yo, René Tardí, prisionero de guerra en StalagIIB. Creo que nadie
ha reflejado tan real y crudamente el horror y la sinrazón de la guerra, y esa
influencia se aprecia en el trabajo de Guijarro. Como también están presentes
sus buenas lecturas de las crónicas periodísticas en formato historieta de Joe
Sacco, el ritmo narrativo del Tintín de Hergé, o del Teniente Blueberry del no menos genial Moebius; o la calidad
estética de dos artistas enormes como Harold Foster, creador de El Príncipe Valiente y primer dibujante
de Tarzán, o Alex Raymond, creador de
Flash-Gordon.
Carlos, buenas compañías que comparto
–pues están entre mis favoritos de siempre- que sin duda te han ayudado en este
necesario trabajo, que contribuye a recuperar unos hechos que no deben
olvidarse, porque como dices en la última viñeta de tu libro: el silencio cómplice y el olvido impuesto,
son el territorio de la impunidad, el territorio en el que habitan los
canallas.
Por todo ello, muchas gracias Carlos.
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