Ante un nutrido público, se ha presentado en Badajoz el 22 de Noviembre de 2012, el libro GUERRA Y REPRESIÓN EN EL SUR DE ESPAÑA, de Francisco Espinosa Maestre, en un acto organizado por nuestra asociación, dentro de las actividades que en este otoño venimos programando con motivo de la conmemoración del X Aniversario de la constitución de la ARMHEX (2002-2012).
La presentación crítica del libro, corrió a cargo del Profesor, Doctor en Historia y Director la "Revista de Estudios Extremeños", Moisés Cayetano Rosado, resumen de cuya intervención reproducimos a continuación.
Para terminar el autor, Francisco Espinosa Maestre (gran amigo y colaborador de nuestra asociación desde nuestros humildes inicios), tomó la palabra, explicó el porqué de este libro, y disertó sobre el contenido de los trabajos que se incluyen en el mismo, en el que se pretende mostrar como fue en la práctica la destrucción de la República llevada a cabo por los golpistas, a través de algunos hechos ocurridos en el suroeste español a partir de las elecciones de febrero de 1936, prestando especial atención al destino de algunos alcaldes republicanos. Así mismo romper mitos y leyendas asentadas sobre la implantación de los golpistas, especialmente en torno al gran foco sevillano de Queipo o a la ocupación de Badajoz, y sobre todo ofrecer algunas claves y datos sobre los estragos que un golpe militar, una guerra y una larga dictadura han causado en nuestra memoria colectiva y que llegan hasta nuestros días. Al final firmó numerosos ejemplares a lectores que se lo solicitaron.
Presentación y reseña de GUERRA Y REPRESIÓN EN EL SUR DE ESPAÑA.
Por Moisés Cayetano Rosado.
El escritor
argentino-chileno Ariel Dorfman escribía en su libro “Rumbo al Sur, deseando el
Norte”, publicado por la editorial Planeta en 1998: “El golpe del general
Pinochet se había llevado a cabo fundamentalmente para devolver el poder
económico y político a quienes lo habían ejercido durante siglos. Pero también
tenía claro que la contrarrevolución estaba pensada como una lección, una
admonición. Pinochet estaba tratando de que millones de personas se
arrepintieran del acto mismo de rebelarse, el hecho de que se hubieran atrevido
a soñar una humanidad alternativa, un sendero diferente del que la vida anónima
les había marcado desde antes de que nacieran” (pg. 354).
No encuentro palabras
mejores que las de esta larga cita para indicar el sentido del libro que acaba
de publicar el historiador Francisco Espinosa Maestre, del que es sobradamente
conocida su actividad investigadora y divulgadora, destacando trabajos como La
guerra civil en Huelva (1996), La justicia de Queipo de Llano (2000), La
columna de la muerte (2003) o Callar al mensajero (2010). Control del poder por
una minoría oligárquica y aleccionamiento a la mayoría popular para que
comprenda que su destino es el de obedecer, imponiendo severos castigos que
disuadan incluso de pensar en una alternativa diferente.
Así, con Guerra y
represión en el Sur de España, publicado por la Universitat de València, vuelve
a darnos un toque de atención sobre lo que es su obsesión de historiador
comprometido y riguroso con los sucesos que acabaron con la II República
española, las consecuencias del golpe militar de julio de 1936 y el duro
batallar por conseguir investigar las consecuencias que sobre los vencidos tuvo
la guerra y el triunfo de los golpistas, así como los pactos de silencio de los
políticos de casi todos los signos a lo largo de nuestra democracia. Obra, por
tanto, de muestra y síntesis de sus principales preocupaciones y líneas
fundamentales de trabajo.
Dividida en tres partes,
la primera trata de “La destrucción de
la II República”, con cinco aportaciones breves y otra de mayor extensión -53
páginas-: “Una historia común: Lepe, 1936”, sobre las represiones,
depuraciones, condenas a muerte, ejecuciones en una población que confió en el
Frente Popular con entusiasmo y que una vez tomada Sevilla por los golpistas
será ocupada por una columna del militar y marqués Ramón Carranza Gómez,
formada fundamentalmente por guardias
civiles. Nadie había huido y ninguna resistencia se ofreció, pero las
represalias fueron brutales y las razones para las condenas a muerte que se
dictaron, de lo más nimias y absurdas: “intervino en los destrozos de la
iglesia”, “haber puesto un cigarro de papel en la boca de una imagen”, “asaltar
una tienda”, “destrozar cirios”, o facinerosas: ser “teniente de alcalde
socialista” (pg. 56).
Guardia civil, como brazo
ejecutor, e iglesia como instigación,
aparecen también en otros trabajos de este apartado, donde el problema de la
tierra y la reforma agraria subyacen como cuestiones de fondo en los
enfrentamientos. Ambas instituciones eran la barrera protectora de unos
propietarios indiferentes a la miseria de los pueblos del sur, hambrientos de
pan y de trabajo. En este sentido, la gestión de los alcaldes republicanos es
resaltada por Espinosa, siendo el último capítulo -referido a Jesús Yuste,
alcalde republicano de Villafranca- especialmente conmovedor, por su actuación
social y las persecuciones y calvario de que sería objeto.
La segunda parte, bajo el
epígrafe de “Las consecuencias del 18 de julio en el Sur de España”, contiene
igualmente seis trabajos, breves, siendo el de mayor extensión “La leyenda de
Queipo”. De él se ocupa también en el que lo precede y el que sigue, donde
queda patente el doble objetivo: golpe militar y plan de exterminio, que
guiarán su actuación de “represión salvaje” hasta febrero de 1937 (pg. 171) y
sistematización de la depuración de elementos hostiles y no adeptos.
Los otros tres trabajos de
esta parte lo constituyen una interesante crónica comentada del coronel
Puigdengolas, del 25 de julio al 5 de agosto, en Badajoz, con sus luces y sus
sombras, y dos testimonios personales, siendo especialmente conmovedores los
apuntes manuscritos de Manuel Carcela, con vivencias y recuerdos del terror.
La última parte, “El poder
y la memoria”, también consta de seis breves apartados, donde Espinosa vuelve a
dejar sentado de un lado lo que significó el 18 de julio: acción militar y
calculado exterminio, además de su contribución al fascismo, pues “el terror jugó un papel fundamental” (pg.
217) y “fue objeto de especial atención por los Pinochet y Videlas de todo el
mundo” (pg. 219). De otro, insiste reiteradamente en las dificultades que en
democracia (antes, ni pensarlo) han tenido los investigadores para acceder a
los documentos y las cortapisas a los familiares de las víctimas asesinadas
para proceder a su localización física y documental; al mismo tiempo, es muy
crítico con “la política del olvido
(1977-1981) y la suspensión de la memoria (1982-1996)” (pg. 221) de la mayoría
de las fuerzas políticas, el “no mirar atrás”, recordándoles que “la dictadura
franquista, con el respaldo absoluto de esa misma Iglesia que sigue con sus
beatificaciones, sí promovió políticas de memorias para los suyos” (pg. 262).
Expone una dura crítica a
los “historiadores” revisionistas, encabezados por Pío Moa, que criminalizan la
República y sentencian que en realidad “la guerra civil la inició la izquierda
en octubre del 34” (pg. 239), al tiempo que se niegan a reconocer la
sistematización duradera de la represión. Tampoco historiadores “liberales y
posmodernos” (pg. 241) escapan a sus críticas.
Para finalizar, antes de
reivindicar con insistencia justicia, exige que se dé “a las víctimas del
genocidio franquista la consideración que merecen y de ofrecer a sus
descendientes la información, el trato y los derechos que hasta ahora les han
sido negados, dejando claro que, incluso así, nunca igualarán lo que el Estado
hizo entonces por las víctimas de los vencedores y por sus descendientes” (pg.
263).
Todo un alarde de
investigación y compromiso a lo que el historiador Francisco Espinosa Maestre nos
tiene acostumbrados.
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