Fosa comun con fusilados por los franquistas, cementerio Badajoz. Agosto 1936.
Dijo más el monarca y con todo estuve de acuerdo. Nada ni nadie -añadió- puede reparar la terrible pérdida de la vida de las víctimas ni sus profundas heridas y cicatrices, ni tampoco se puede compensar el terrible sufrimiento de sus familiares. Al honrarlas se cumple con la deuda inmensa de gratitud que tenemos contraída con ellas, afirmó el soberano. Todos tenemos el deber y la responsabilidad de agradecer su coraje, de proteger su dignidad, de garantizar sus derechos, de reparar su sufrimiento, afirmó Juan Carlos I.
Lo que pasa con todas estas justas y hermosas palabras es que su referencia no se constriñe en el ánimo de muchos españoles a ese millar largo de víctimas de la violencia, sobre todo si se tiene en cuenta que el día anterior, sábado, la Plataforma contra la Impunidad del Franquismo concentró en la Puerta del Sol de Madrid a quienes reivindican también como víctimas del terror a 113.000 desaparecidos a causa de la represión franquista, iniciativa ciudadana que no se pudo celebrar en el Congreso de los Diputados fechas antes porque fue prohibida. De ese modo, el presidente de la institución, José Bono, no pudo decir de los 113.000 desaparecidos lo que el domingo afirmó en el Día Oficial de las Víctimas del Terrorismo: que la sede parlamentaria era el lugar idóneo para rendirles homenaje de afecto y gratitud, preservándolas del olvido.
Claro que ya sabemos que para Bono está proscrita la bandera republicana en la Cámara Baja, aunque la enseña tricolor represente no sólo el inicio de la democracia en España, sino la primera lucha de la democracia contra el fascismo internacional. Esa lucha sí se recuerda en Europa con afecto y gratitud.
El domingo pasado se celebró en el Congreso de los Diputados la primera edición del Día de las Víctimas del Terrorismo. La institucionalización de tal fecha comporta el recuerdo de las 1.382 personas que han perdido la vida como consecuencia de la violencia terrorista en los últimos cincuenta años, según datos del Ministerio del Interior. Nunca como el domingo estuve tan de acuerdo con las palabras del Jefe del Estado, pronunciadas en su alocución desde la tribuna del Congreso. Además de afirmar Juan Carlos I que acabar con la violencia terrorista, empleando todos los instrumentos del Estado de Derecho, es una prioridad insoslayable para todo país libre y democrático, el rey aseguró que las víctimas son un referente cívico, un símbolo de la firmeza de nuestro compromiso con la democracia y la libertad.
Dijo más el monarca y con todo estuve de acuerdo. Nada ni nadie -añadió- puede reparar la terrible pérdida de la vida de las víctimas ni sus profundas heridas y cicatrices, ni tampoco se puede compensar el terrible sufrimiento de sus familiares. Al honrarlas se cumple con la deuda inmensa de gratitud que tenemos contraída con ellas, afirmó el soberano. Todos tenemos el deber y la responsabilidad de agradecer su coraje, de proteger su dignidad, de garantizar sus derechos, de reparar su sufrimiento, afirmó Juan Carlos I.
Lo que pasa con todas estas justas y hermosas palabras es que su referencia no se constriñe en el ánimo de muchos españoles a ese millar largo de víctimas de la violencia, sobre todo si se tiene en cuenta que el día anterior, sábado, la Plataforma contra la Impunidad del Franquismo concentró en la Puerta del Sol de Madrid a quienes reivindican también como víctimas del terror a 113.000 desaparecidos a causa de la represión franquista, iniciativa ciudadana que no se pudo celebrar en el Congreso de los Diputados fechas antes porque fue prohibida. De ese modo, el presidente de la institución, José Bono, no pudo decir de los 113.000 desaparecidos lo que el domingo afirmó en el Día Oficial de las Víctimas del Terrorismo: que la sede parlamentaria era el lugar idóneo para rendirles homenaje de afecto y gratitud, preservándolas del olvido.
Claro que ya sabemos que para Bono está proscrita la bandera republicana en la Cámara Baja, aunque la enseña tricolor represente no sólo el inicio de la democracia en España, sino la primera lucha de la democracia contra el fascismo internacional. Esa lucha sí se recuerda en Europa con afecto y gratitud.
Félix Población.
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