lunes, 30 de mayo de 2011

La exhumación en Ciudad Real de un maquis extremeño


Se ha encontrado una fosa común en el cementerio de Puebla de Don Rodrigo (Ciudad Real) donde podrían estar los restos de seis maquis asesinados en 1941.Entre ellos, podrían encontrarse los restos de José Méndez Carrasco, un extremeño (nacido en Higuera de Vargas) que emigró al municipio manchego de Agudo para trabajar en la construcción de carreteras después de luchar durante la Guerra Civil en el bando republicano.

La ARMH ha iniciado esta operación a raíz del interés de los nietos de Méndez Carrasco --padre del guerrillero José Méndez Jaramago, conocido como El Manco de Agudo -- por recuperar sus restos. Los trabajos de exhumación se prolongarán durante los próximos días.

Asunción Méndez tenía 20 años y estaba embarazada de siete meses el día que vio cómo su padre, de 66, caía abatido a tiros por la Guardia Civil mientras preparaba una caldereta para los dos. Era julio de 1941 y llevaban casi un año escondidos en el monte. Ella logró agazaparse entre las piedras y huir a Valencia, donde dos meses después nació su hijo. Ni a él, ni a los tres que vinieron después, les habló nunca de lo ocurrido. Uno de ellos, Vicente Carsí, de 64 años, pisó ayer, muy emocionado, la fosa de Puebla de Don Rodrigo (Ciudad Real) donde la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica busca a su abuelo y a otros cinco maquis que corrieron la misma suerte.

“Mi madre murió hace tres años y fue entonces cuando empezamos a conocer la historia de esta familia”, cuenta Vicente. “Asunción no habló nunca del asunto, pero al final de su vida, cuando ya no reconocía a nadie, gritaba insistentemente el nombre de sus tres hermanos, abatidos también a tiros por la Guardia Civil”, relata Juan Pedro Esteban Palmero, que lleva siete años investigando la trágica historia de esta familia.

“Solo uno de los hermanos, José, había participado en la Guerra Civil, donde perdió una mano. Mi familia no era una familia de maquis, pero se hicieron guerrilleros por el acoso al que les sometía la Guardia Civil. Por aquella época vivían en tiendas de campaña porque estaban trabajando en la construcción de la carretera entre Agudo y La Puebla de Don Rodrigo y la Guardia Civil, que pensaba que ayudaban a los maquis, iba todos los días a interrogar y pegarle a mi abuelo unas palizas que lo dejaban medio muerto”, relata Vicente. “Los hermanos mayores se cansaron de aquella presión y todos decidieron huir. La Guardia Civil mató al pequeño, Antonio, de 17 años, para obligar a los otros a volver, y volvieron, claro, pero con las escopetas”. Todos, salvo Asunción, murieron. “Vivió aterrorizada toda su vida y creo que hasta le daba un poco de vergüenza que sus hermanos hubiesen terminado como guerrilleros”, cuenta Vicente.

Uno de ellos, José, se convirtió en uno de los maquis más célebres de la zona. Bajo el mote de El Manco de Agudo vivió durante años en la sierra hasta que fue abatido a tiros en 1949, con 31 años. Su hermano Manuel había muerto un año antes, con 34, en las mismas circunstancias.

Los restos de El Manco de Agudo fueron exhumados en marzo del año pasado en Retuerta del Bullaque (Ciudad Real). “Manuel”, prosigue su sobrino, “está en Aliseda (Cáceres) pero donde le enterraron construyeron encima una residencia. Antonio está en una fosa común muy grande en el cementerio de Agudo, pero hay nichos de tres pisos encima y también es imposible recuperarlo”. Vicente está decidido a rescatar los restos de su abuelo en esta fosa de Ciudad Real donde también yacen cinco maquis. “Yo no conocí a mi abuelo, ni a mis tíos. Pero son mi abuelo y mis tíos y quiero que, en la medida que sea posible, sean enterrados de forma digna y pueda ir a visitarlos cuando quiera. No me interesa nada más. Me dijeron el nombre del que mató a mi tío y no quise ni anotarlo”, aclara Vicente.

A pie de fosa está también un hombre de 87 años llamado Juan Arias, que cada poco rompe a llorar. Él ha llevado a los arqueólogos hasta la fosa porque a él le obligaron siendo un chaval a subir a su mula los cuerpos de los cinco guerrilleros y llevarlos al cementerio.

El arqueólogo René Pacheco encontró ayer el cráneo de uno de ellos, agujereado por una bala. De momento no han aparecido familiares de estos cinco maquis. “Dos antropólogos de Chicago y Gante, que están estudiando la represión en España, buscan más información sobre ellos en archivos militares porque a los guardias civiles que mataban a guerrilleros les recompensaban con dinero o ascensos y todo eso solía quedar registrado”, añade González.

lunes, 23 de mayo de 2011

Campo Maior, 1944.

Forte da Graça (Elvas)

La colaboración de las fuerzas represivas de Portugal y España, contra los antifranquistas y refugiados, tras la guerra civil, continua siendo un fenómeno poco estudiado, en la historiografía española.

Conocido es que Portugal fue el territorio desde donde se conspiró con la aquiescencia de las autoridades lusas contra la II República española; y posteriormente una vez producido el golpe militar contra el gobierno legitimamente constituido español, también es de sobra conocido como su territorio fue utilizado como base logística de retaguardia para la obtención de recursos, a través de los puertos portugueses, y suministrados después a lo largo de la compartida frontera terrestre hacia el territorio rebelde. Todo ello al margen de prestar a la causa golpista todo su aparato de prensa y propaganda, e incluso diplomático durante la guerra.

Pero también, y esto ha sido menos estudiado, es de destacar que una vez finalizada, durante la feroz represión franquista desatada por el régimen contra los vencidos y opositores, la dictadura salazarista prestó una necesaria colaboración a la dictadura franquista, en la persecución, identificacion y detención de refugiados españoles, muchos de ellos extremeños, durante los años cuarenta.

Este trabajo de periodismo de investigación de Carlos Pessoa, que a continuación publicamos y divulgamos, en versión traducida, por su indudable interés histórico; intenta arrojar luz, sobre unos sucesos, poco conocidos hasta ahora para la historiografia española, y que se desarrollaron, en la misma raya, muy cerca de Badajoz.

Campo Maior, 1944.

La operación secreta que conmocionó el Alentejo.

La policía política de Salazar montó una operación en 1944 para eliminar una de las muchas bolsas de refugiados españoles existentes en la frontera. La colaboración de la guardia civil y la participación activa del ejército portugués llevaron a la captura de más de dos decenas de hombres cuyo destino aún se desconoce. Documentos inéditos hasta ahora permiten finalmente reconstruir lo que ocurrió.

En el Alentejo la noche del 13 de noviembre de 1944 fue muy fría. La estación metereológica de Campo Maior registró una mínima de 6,7 º C que bajaron hasta 4,5 la noche siguiente. Hubo helada pero por lo menos no llovió y el viento que sopló del oeste fue débil.

El frío, sin embargo, no fue el peor de los elementos que se abatieron sobre un territorio del concejo entre la ciudad de Campo Maior y las aldeas de Ouguela y Degolados, delimitado por la ribera del Abrilongo y el río Xévora, y, al norte de esos cursos de agua, por la línea de la frontera con España. Aquellas dos noches, una inusual actividad humana rompió el silencio de esas planicies y causó gran susto a los pocos que, de madrugada, cruzaron esos parajes para trabajar en el campo o, tal vez, para hacer rutas de contrabando.

Cerca de un centenar de militares, soldados de la GNR y agentes de la Policía de Vigilancia y Defensa del Estado ( PVDE, policía política del régimen salazarista) se concentraron en las noches del 13 y 14 de noviembre de 1944 en varios puntos, en una operación conjunta entre fuerzas portuguesas y españolas. Primero en la “Referta de Ouguela”, a unos diez Kilómetros de Campo Maior por carretera, y en la noche siguiente en las “Minas de Tinoca”, en el camino hacia Portalegre, en el desvío de la aldea de Degolados ( a la misma distancia de Campo Maior, pero hacia el noroeste). Su misión: cercar, detener e identificar a los refugiados españoles, considerados “peligrosos asaltantes y comunistas” que se sabía que vivían en la zona conocida por la policía política como “República de Andorra”, un vasto triángulo de tierra sin control efectivo de las autoridades cuyos vértices eran Campo Maior, Ouguela y Degolados.

El regimiento de caballería nº 1 (Elvas) participó con un escuadrón mixto, compuesto por 30 o 40 hombres, trasladados en tres vehículos, dirigidos por el capitán Oliveira Soares y los alféreces Nunes da Siva y Rodrigo Laranjeira. La fuerza de la GNR, dirigida por el capitán Freixo y por el teniente Duarte (comandante de la seccion de Elvas) disponía de 50 hombres, doce de ellos de caballería. La coordinación de la operación estaba a cargo del inspector de la PVDE Antonio Roquete (a quien se le atribuyó el asesinato en 1942 del médico Antonio Ferreira Soares, cerca de Espinho) secundado por cuatro agentes identificados solo por sus apellidos Barros, Mesquita, Casaca Velez y Lemos.

La participación de militares del ejército sorprende a Nuno Severiano Teixeira, profesor universitario y co-director de “Nueva historia militar de Portugal” (Círculo de Lectores, 2003): “Eran relativamente comunes operaciones de apoyo logístico y policiales, y particularmente en la zona de Elvas y Campo Maior donde hay poblaciones a los dos lados de la frontera. Pero en esas fechas había una gran resistencia del ejército en mezclarse en operaciones de carácter represivo, y en particular con la policía política.”

Para impedir que los refugiados intentaran escapar del cerco huyendo hacia España, la guardia civil ( 206ª Comandancia Rural) montó un dispositivo al otro lado de la frontera disponiendo grupos de cinco hombres en Zapatón, Reyerta, Aguzorra, Pajaza, Molino Risco de Ouguella, Barrosa, La Cierva, Malaque, entre Barrosa y la Cierva y frente a la finca de Alonso Telo (este en Portugal, haciendo frontera). Se le unió una fuerza compuesta por hombres trasladados de los puestos de Badajoz y de los barrios de San Roque y San Fernando. En total, los efectivos españoles sumaban 78 elementos.

Todo fue hecho con el mayor secretismo y hoy solo sabemos lo que ocurrió gracias a la disciplina y al celo de quien redactó un detallado informe sobre la preparación y el desarrollo de la operación – no firmado pero presumiblemente de la autoría del inspector Antonio Roquete -, que se encuentra depositado en el Archivo Nacional de la Torre de Tombo ( Archivo Oliveira Salazar):

“ Era necesario que los preparativos fueran llevados en secreto, que todo se hiciera con el mayor sigilo y que la actuación no se retrasara después de los primeros cambios de impresiones con los comandos. Por eso, no debía haber intercambio de documentos, llamadas telefónicas o telegramas.”

La operación comenzó a ser preparada el 9 de noviembre, día en que Roquete obtuvo del comandante general de la GNR, en Lisboa, la credencial para el comandante del batallón acuartelado de Évora, “mandando poner bajo nuestro mando el máximo de infantería y caballería sin perjuicio del orden local”. Al día siguiente, el mismo agente se desdobla en contactos con la GNR de Évora y de Elvas. El 11 de noviembre, con las órdenes recibidas entonces por el gabinete del ministro de la Guerra, se reune dos veces con el comandante del regimiento de caballería 1 (RC1, Elvas), el coronel Coutinho de Castro, para preparar la operación, intecalando un viaje a Portalegre para hablar con el comandante de la fuerza local de la GNR. Recurriendo a “conocidos del tiempo de la guerra civil”, el inspector de la PVDE viaja hasta Badajoz para hablar con el comisario-jefe de policía y con el jefe del Estado Mayor de la región, el teniente-coronel Galea, certificándose que este contacta con el gobernador civil, de quien depende la guardia civil.

El día 12 de noviembre, se intensifican los contactos con Badajoz - “ la rapidez con la que deseaba efectuar la diligencia dejaba asustadas a las autoridades”, comenta el hombre de la PVDE en su informe. Antonio Roquete envía un emisario-amigo a la localidad española de Alburquerque, a unos 30 km de Campo Maior. Al final de la tarde se reune con el gobernador militar de Badajoz y a partir de ahí “todas las dificultades desaparecieron”. Son “dadas las órdenes precisas” y puestas “ a mi disposición (si fuera necesario) vehículos, municiones etc”, escribe.

Acuerdan una reunión para las siete de la mañana del día siguiente en el cuartel de la guardia civil en Badajoz con el teniente-coronel Navarrete y con el capitán Rafael Quintanilla (comandante de la Guardia Civil de Alburquerque), en la cual es definida la distribución de las fuerzas españolas sobre el terreno en la frontera portuguesa a partir de las 6 horas del día 14 de noviembre.

Combatientes rojos

En la primera noche, los efectivos militares y militarizados fueron trasladados hasta la Referta de Ouguela. Ya pasaban de las dos y media del día 14 cuando el capitán Freixo llegó con sus hombres – una avería del camión de transporte había causado un retraso superior a dos horas- al “cruce de las carreteras de Campo Maior y Degolados”. El frío era “intensísimo”, por lo que se distribuyó aguardiente entre los soldados. De allí siguieron por “caminos ásperos y duros” hasta el regato de los Meloais, un afluente de la ribera del Abrilongo, a donde llegan alrededor de las cuatro de la madrugada. Nueva espera de más de dos horas con un frío glacial. A las 6 y media de la mañana comenzaron los movimientos. Aún no había pasado media hora y tres de los “más célebres bandidos” españoles de la región (Talaverano, Pintor y Duro) habían caído en manos de la Guardia Civil. Los restantes refugiados intentaron romper el cerco cruzando la frontera, pero fueron detenidos por las fuerzas españolas. La lista completa es la siguiente: Benigno López Hernández, “el talaverano”, Clemente Gil Carrón, Raimundo Duro Bueno “el Duro”, Juan Tomás Sánchez, Agustín Corado Cabez, José García Pajares, Joaquín Palmarín Pajuelo, Manuel Murcillo, Agustín Pulido Romero, Juan Pulido Rubiales, Vicente Rodríguez Hernández, Joaquín Pereira Pires, José Donosa Romero y Francisco Giménez García alias José Herrera Matos “el pintor” o “el retratista”.

Del lado portugués las chozas donde se cobijaban refugiados -algunas a escasos 200 metros de la frontera – era un número mayor de lo que la PVDE calculaba. Fueron revisadas, encontrándose documentos y algún armamento ligero (dos pistolas, tres revólveres y seis escopetas de caza). Fue encontrado un portugués con heridas de cuchillo en el cuello y vientre, causados por un español en una discusión. Una fuerza se trasladó hasta Ouguela, donde se sospechaba que podía estar acogido el autor de la agresión. La población fue cercada y varias casas revisadas pero no lo encontraron.

En la noche del 14 para el 15 de noviembre se realizó una batida en la zona entre la ribera del Abrilongo y la frontera con cerco a las minas de Tinoca en el regreso a Campo Maior y Elvas. Eran las 6 de la mañana cuando los militares y soldados de la GNR siguieron por la carretera de Degolados. Se hizo una batida sistemática en chozas, pajares y algunas cabañas. Al huir hacia España fueron detenidos por la Guardia Civil Cipriano Camacho Cerezo ( el “temido asaltante y ex-combatiente rojo “Tortilla”), Manuel Hidalgo Rodríguez (“comunista convicto escapado de la prisión de Badajoz”) y Juan Rodríguez Iglesias ( el “afamado y temido “Pitones” ). A las 11 de la mañana los agentes de la PVDE, oficiales españoles, el comandante de caballería 1 y algunos oficiales de esta unidad se reunieron “de nuevo frente a La Barrosa” - el informe no aclara si fue en territorio portugués o español – asistiendo a “interrogatorios a algunas mujeres” traídas de las chozas.

Por la tarde, en el regreso a Degolados, es efectuada la batida en las minas de Tinoca. La GNR ya no participó en esta acción por considerar innecesaria su presencia. Fueron detenidos por la PVDE seis refugiados, uno de ellos herido sin gravedad en una nalga cuando intentaba huir, identificados como:

José Barahona Pacheco ex-capitán del ejército republicano, Juan de Sousa Tobal soldado y “combatiente rojo”, Telesforo Tarrino Borrega ex-elemento del ejército republicano, José Fernández Vázquez combatiente republicano y desertor de la colonia penitenciaria de Montijo (Badajoz), José María García Matador e Isidoro Joaquín Vélez ambos “combatientes rojos”.

Se ignora lo que ocurrió a estos hombres. Las detenciones no constan en las órdenes de servicio de la policía política portuguesa, donde se da cuenta habitualmente de las detenciones, traslados y liberaciones de presos. La única referencia encontrada dice respecto a Juan de Sousa Tobal ( 32 años, casado, minero, natural de Castaño, Huelva), pero en un proceso de 1949, abierto después de ser detenido por la PIDE (Policía Internacional y de Defensa del Estado, que sucedió a la PVDE) el 22 de febrero de ese año por estar indocumentado. Tobal fue entregado a las autoridades españolas en el puesto de Elvas el 26 del mismo mes. En cuanto a los restantes refugiados , se desconoce su destino y esto mismo es válido para los que fueron detenidos directamente por la guardia civil.

Antonio Roquete califica la operación efectuada como “ relativamente pequeña en relación a lo que consta que existe a lo largo de la frontera desde Marvão hasta Vila Real de Santo António.”. Una carta envíada el 7 de junio de 1943 al director de la PVDE del gobernador civil sustituto de Portalegre así lo confirma: “El alcalde de Campo Maior acaba de informar al gobierno civil de que en el área de su concejo se encuentran refugiados españoles , autores de asaltos a mano armada en su país. Esos refugiados andan también armados y aparecen de vez en cuando, habiendo sido, a veces, perseguidos por la PSP que hace poco consiguió incautar una pistola que fue entregada a la policía en la digna dirección de Vuestra Excelencia.”

Españoles en la madrugada

La PVDE tenía conocimiento de “robos y asaltos” en toda la Raya. “Al sur de Campo Maior desaparece el ganado, se roba, etc. Al norte – Arronches, Esperança, S. Julião etc – hay también noticias de la existencia de varios núcleos de bandidos” dice Roquete. Habla de una “frontera fácil, a lo largo de la cual existían muchos indocumentados españoles.”. Y añade que esta realidad era conocida por la Guarda Fiscal (GF), sugeriendo que hay pasividad o hasta confraternización de sus agentes con los “bandidos”: “ Hace mucho tiempo que hay indocumentados en Campo Maior y si la GF no los quisiera prender, podría, por lo menos, dar conocimiento superior de su existencia.”

Un informe de la guardia civil de Badajoz, con fecha de noviembre de 1944, adjuntado al documento de la PVDE, aborda los numerosos asaltos ocurridos en la zona de Alburquerque por “individuos de nacionalidad española que residen en Portugal, todos ellos de ideas extremistas. “ En él se refiere que “ tienen buenos apoyos en toda la región, porque son naturales y vecinos de estas poblaciones, habiendo huido hacia Portugal algunos por el temor de ser apresados.” El número estimado de refugiados en la línea que va de Arronches hasta Campo Maior y Elvas es de 200, de los cuales centena y media “están inactivos”. “Se encuentran trabajando sin que se conozcan sus actividades; el resto son los que se encuentran en las proximidades de la zona fronteriza, siendo unos 20 los de acción más directa y que se pueden considerar más peligrosos.”

El autor del informe de la PVDE distingue entre lo que considera mera actividad criminal (“los hurtos y robos , aunque son de lamentar, no constituyen el mayor peligro “) y la acción de una estructura montada con objetivos políticos. “La organización de la que esos bandidos forman parte es mucho más peligrosa, escribe Roquete. Apresamientos efectuados en Lisboa y alrededores, averiguaciones realizadas e informaciones recogidas por la policía apuntarían, según este mismo policía, a la existencia de un “esquema” organizativo con ligazones internas, sobre todo de la representación diplomática de México en Lisboa.

Rui Rosado Vieira tenía sieto u ocho años y recuerda muy bien ver hombres, mujeres y niños atados unos a otros en las calles de Campo Maior. “Eran españoles que llevaron después de madrugada para ser entregados en España”, dice. Es poco probable que las personas vistas aquel día por este profesor de historia jubilado fueran los refugiados detenidos en las minas de Tinoca. Pero contribuyeron involuntariamente a su interés, desde muy joven, por la historia de la ciudad donde nació en 1937. “Siempre me gustó oir las cosas que contaban de la tierra. Campo Maior está en una de las zonas en que más se sintió la Guerra Civil, porque Caia y Xévora son ríos secos y no hay montañas por aquí”, añade.

Vieira salió a los 20 años para estudiar en Lisboa, pero regresaría más tarde para dar clase en Portalegre, Sousel y Campo Maior. Oyó historias en los 30 años siguientes. “Los viejos iban contando y comencé a grabar las conversaciones sobre la memoria de la guerra en la región. El noventa por ciento de lo que escribí fue a partir de esos testimonios.”

Uno de esos escritos salió en la “Revista Alentejo” (número de noviembre-diciembre de 1999), editada por la Casa del Alentejo en Lisboa. Reproduce un artículo publicado poco antes en la revista “O Pelourinho” (Badajoz) donde Rosado Vieira hablaba de las “señales de la guerra civil española en Campo Maior” y refería las batidas de las autoridades policiales portuguesas en la zona. Es de su autoría la primera referencia a “una operación represiva de gran envergadura ejecutada en el año 1945, abatiendo a unos refugiados y deteniendo a otros”, que, “va a acabar de una vez con la presencia de republicanos españoles en Referta.”

Luis Cunha, profesor de la Universidad de Minho, también se refiere a esa realidad en su tesis de doctorado en antropología. Para el trabajo, publicado en 2006 por las Publicaciones Dom Quixote (“Memoria social en Campo Maior”), recogió un conjunto de testimonios orales que le permitieron tratar de la memoria de la Guerra Civil española en un capítulo propio. Pero a pesar de esta contribución, que confirma el suceso de la operación de gran envergadura revelada por Rosado Vieira (aunque no en el año citado por él), continuaba sin saberse exactamente donde, como y cuando habían ocurrido los hechos.

Una noticia publicada por el clandestino “Avante!”, órgano central del PCP, lanza un poco de luz sobre estas dudas e interrogaciones. En su edición relativa a la primera quincena de mayo de 1945, el periódico denuncia a los “asesinos de Campo Maior” y acusa a los “fascistas salazaristas” de haber asaltado “40 cabañas donde se albergaban 300 refugiados”. Según la noticia, que no dice la fecha en que había ocurrido eso, habían dado órdenes a los soldados para apoderarse del dinero y los bienes. Las ropas que encontraron fueron quemadas enseguida. El artículo revela los nombres de cuatro responsables: el oficial Pereira Soares (puede ser el capitán Oliveira Soares, del RC1), comandante de la fuerza represiva, el alférez Laranjeira, que dirigió el asalto y ordenó el bombardeo de los pesebres, el sargento primero Risco, que se apoderó de lo que encontró en siete cabañas y el furriel Carreta, que hirió a dos refugiados.

La prensa regional de la época no es más esclarecedora. Sólo se editaba en la región el semanario “Jornal de Elvas”, donde no se publicó nada sobre el episodio. Esa omisión no sorprende si pensamos en el rígido control de las noticias y en la censura previa que el régimen salazarista imponía a todos los órganos de información del país.

A pesar del tiempo pasado, el recuerdo de lo que ocurrió permanece sorprendentemente vivo en la memoria de los viejos habitantes de Ouguela y Campo Maior. El nombre del antrifranquista “Duro” es invocado en todas las descripciones y se habla de muertos en la operación, aunque el informe del inspector Roquete no diga nada de eso. Lo que cuentan refuerza la idea de que algo importante y significativo ocurrió en la zona.

Caminos ingratos

Antonio Camões tenía 13 años cuando volvió a Ouguela, después de pasar 6 años en Alburquerque con el padre. Confiesa que tiene algunos recuerdos de la guerra civil. “Pero no son buenos”. “ Conmigo no se metió nadie pero vi cosas muy desagradables”, añade, sin adelantar pormenores.

En 1944 vivía en la aldea pero pasaba mucho tiempo en el campo, donde guardaba ganado y le tocaba dormir la mayor parte de las veces. Cuenta: “Había por allí mucha gente refugiada, algunos trabajaban, otros eran fugitivos. Tenían que robar para comer y sobrevivir y la gente empezó a quejarse. Fue entonces cuando hicieron el cerco para cogerlos.”

José Vélez, 81 años, vive en una casa modesta pegada a la muralla. No se encontraba en la aldea cuando los refugiados fueron detenidos. “ Éramos unos ocho y habíamos ido a España a llevar café. Estuvimos allí dos o tres días porque no conseguíamos vender lo que llevábamos. Cuando llegamos a Ouguela el sol ya había salido y había mucha gente en la muralla. Había tres o cuatro camiones con militares portugueses. Era para cogerlos.”

Ambos están de acuerdo: los caminos en esa época eran muy “ingratos” y los viajes difíciles. A pesar de eso, la noticias corrieron con rapidez y en Campo Maior se supo rápidamente lo ocurrido. José Leão, 82 años, contable oficial jubilado, natural de la ciudad, vivía allí y pone fecha a los acontecimientos. “Recuerdo que hicieron una cacería en la zona de Referta, entre Ouguela y Degolados, donde se habían refugiado los españoles. La frontera está al lado y era fácil pasar. La PIDE y los militares hicieron la cacería y los cogieron como a conejos.”

La finca de Alonso, pegada a la frontera, queda situada a la izquierda, justo al lado de la carretera municipal que une Ouguela a Alburquerque. En el día lluvioso y frío de diciembre que fuímos allí, estaba de paso María do Rosario Rodrigues, 73 años, que había trabajado para el abuelo de Catarina Telo, actual dueña de la propiedad. “Había refugiados por allí, sí, eran buenas personas, no hacían mal a nadie, trabajaban cuando podían... unos arreglaban zapatos, otro era barbero, otros trabajaban en el campo. ¡Vivían mal!”.

Catarina Telo, 54 años, nacida en Campo Maior, reparte su vida entre esta ciudad y la finca. Lo que tiene para contar son, sobre todo, muchas historias de la guerra civil oídas a su abuelo, que le dio nombre a la propiedad. “Los refugiados vivían del lado portugués y se ponían allí debajo de las judías, de las huertas, del monte y era así como se refugiaban, decía mi abuelo. Él presumía de haber salvado a muchos españoles, tanto de derechas como de izquierdas”. Sugiere que hablemos con su tío Antonio, que vive en Alburquerque: “ Acostumbra a estar en el hotel Machaco, a la entrada de la ciudad. Vayan al bar-restaurante y pregunten por él...”

Es ya de noche cuando entramos en Alburquerque, una antigua plaza fortificada cuyo castillo desempeñó importantes funciones de defensa fronteriza, y que volvería a ser palco de diversos episodios durante la guerra civil española. No fue difícil dar con el hotel ni encontrar a Antonio Telo, nacído aquí hace 81 años. “ Me acuerdo muy bien. Había refugiados por ahí, se dedicaban al contrabando del café y nadie se metía con ellos. Después pasaron a robar, iban por el monte pistola en mano. Fue cuando la policía y los militares fueron allí y los cogieron a todos. Aquello duró una mañana, pero no tengo ni idea de que época del año era. Solo recuerdo que hacía sol. Cayeron todos en esa redada.”

De Degolados a Referta

Mirando para el paisaje desde las almenas de Ouguela, sorprende la extensión de la planicie hasta donde se pierde la vista. No se sabe donde acaba el territorio portugués y donde comienzan las tierras de España, y la ausencia de montañas contribuye a la percepción de los terrenos como una llanura donde parece fácil circular. A la vista del monte y de la escasa vegetación baja que lo cubre, cuesta creer que alguien pudiera escoger aquellos parajes para esconderse.

Es solo cuando llegamos a Referta cuando comenzamos a percibir como fue posible vivir aquí durante tantos años hombres huidos de la represión franquista y del asedio de las autoridades salazaristas: la falta de accidentes del terreno permite detectar con bastante antelación los movimientos sospechosos, dando tiempo a la fuga. Al contrario de nuestros días, en aquel tiempo los medios de transporte eran rudimentarios, los efectivos policiales insuficientes y casi no había carreteras. ( E incluso hoy, con buenas vías, no es fácil llegar allí: la lluvia transforma rápidamente la tierra de barro de los caminos en un lodazal intransitable donde es fácil para un coche atascarse.) A añadir a eso, los refugiados contaban con redes informales de apoyo locol a las que el inspector Roquete alude indirectamente en su informe.

Seguimos por la carretera de Degolados en una tarde amena de principios de primavera. La carretera está flanqueada por un número incontable de algarrobos bravos con hoja nueva – una paleta de colores muy diferente del escenario grisáceo de meses antes, cuando la primera visita fue inviable por el estado impracticable del camino que, después de pasar la aldea, lleva hasta Referta.

A comienzos de abril, los campos alentejanos están llenos de magarza y jaramago - “ es bueno para dar a los conejos”, explica con una sonrisa João Matias, 82 años. Conductor jubilado, vivía con los padres en la Referta de Ouguela cuando la operación luso-españolaa sorprendió a los refugiados y también a los portugueses que ocupaban los pesebres – quedan solo paredes degradadas, amenazando ruina,en un radio más amplio que va casi hasta los marcos de piedra que señalan la frontera.

Nadie vive allí hoy. Hay una o dos casas, solo ocupadas en cortos períodos en épocas específicas – la recogida de aceituna, por ejemplo. No era así en 1944, João Matias vivía en una casita bajo uno de los eucaliptos que cubren una pequeña colina,cerca de los hornos de cal (ahora solo agujeros profundos) donde su padre trabajó más de 20 años. No quiere ser fotografiado. Pero no esquiva mostrar cómo eran las cosas en aquel tiempo. Apunta hacia el otro lado de la cerca que delimita una propiedad. “¿Está viendo aquella parte redondeada del terreno? Era una taberna.” Más adelante, ya al otro lado de la frontera, indica los puntos donde había una cantina, el herrero, la choza del zapatero, a poca distancia unas de otras....” En la casa de Zé Brávio había baile todas las semanas.”

Casi sin interrupción, pasa a describir:” Estaba un día de neblina; acostumbraba a llevar comida a los trabajadores y ese día vine en un carro a Campo Maior a buscar cosas para el monte. Antes de tirar para la ciudad oí dos o tres tiros – Era la indicación para avanzar y hacer el cerco. Aquello no era normal y nadie lo esperaba. Cuando pasé el Abrilongo hacia este lado, encuentro militares y guardias republicanos en la carretera. Había militares, sí, dos hasta estuvieron en casa de mis padres, que les dieron de comer. La operación duró todo el día hasta que les entregaron los republicanos a los españoles. Cogieron hombres y mujeres, pero después las soltaron porque solo le interesaban los hombres.”

Si las cosas pasaron como los habitantes refieren en sus relatos, no siempre exentos de contradicciones y errores, ¿donde estaban las pruebas de lo ocurrido? Una operación de aquella envergadura no podía ser realizada de improviso, requería una coordinación de fuerzas en el palco de operaciones que deberían constar en documentos guardados en algún archivo histórico. Con los escasos elementos disponibles – comenzando por la ausencia de una fecha concreta, solo muy aproximada- comenzó un infructuoso viaje de año y medio por los archivos portugueses. Un día, una de las muchas conversaciones e intercambio de correspondencia mantenidas con investigadores portugueses y españoles da fruto. Luisa Tiago de Oliveira, investigadora del Centro de Estudios de Historia Contemporanea portuguesa (ISCTE) había oído hablar del episodio a su colega Antonio Monteiro Cardoso cuando este procedia a la recogida de datos para otro asunto. Era el informe de la PVDE sobre la operación en Campo Maior.

El historiador Francisco Espinosa, a quien se deben los estudios más sistemáticos y rigurosos sobre la represión franquista en la Extremadura española y Andalucía, afirma “no tener conocimiento de otras operaciones similares”. “Mi impresión es que fue una frontera muy controlada desde 1936 y conozco documentación del Gobierno Civil de Badajoz, relativa a finales de los años 1940, que así lo prueba,” dice.

Francisco Moreno Gómez, autor de libros sobre la resistencia antifranquista, admite que “estas operaciones no eran frecuentes” y que “no detectó ninguna”. Pero recuerda varios casos de guerrilleros que intetaron eludir la represión franquista dirigiéndose a Portugal: un grupo que falló el propósito de viajar de Asturias hacia el norte de Portugal; otro que venía de Toledo en 1941, que atravesó la frontera y consiguió llegar a Venezuela; o los dos últimos “maquis” (guerrilleros) que “consiguieron salir de Lisboa hacia Venezuela en 1947.”

Ángel Rodríguez Gallardo, profesor de la universidad de Vigo, tien una opinión diferente:” Estas operaciones eran muy frecuentes y tengo conocimiento de varias en la frontera galaico-portuguesa. Es verdad que hay un desconocimiento casi absoluto sobre el asunto en la historiografía española sobre esto, con pocos estudios y escaso interés.”

Manuel Loffo, profesor de Historia Contemporanea en la Facultad de Letras de Oporto e autor de una obra de referencia sobre las dos dictaduras ibéricas (“ ¡Nuestro siglo es fascista!”, Campo das Letras, 2008), responde en el mismo sentido: “En el norte, eran normales las operaciones conjuntas en territorio portugués y español en las zonas porosas de la frontera. En el Alentejo no tengo conocimiento de nada en ese sentido.”

¿Quienes eran los hombres y mujeres que vivían refugiados en las zonas de frontera? “Había de todo”, responde Espinosa. “Había refugiados políticos, huidos de la justicia, contrabandistas, gente que procuraba mejorar su vida, gente con problemas diversos que prefería pasar la raya.” El perfil trazado por Gallardo, relativo a la frontera galaico-portuguesa, es áun más preciso: “Eran personas de clase media o baja, aunque hubiera algún diputado o político destacado. Habitualmente, eran hombres entre los 18 y los 40 años, relativamente envueltos en política, en particular comunistas, socialistas, pero también algunos anarquistas o solo republicanos.”

Manuel Loff explica el contexto histórico en que transcurrió la operación. “ A partir del verano de 1944 hubo una gran presión sobre el gobierno de Salazar por parte de los aliados, traducida en las recomendaciones de los diplomáticos portugueses en las embajadas extranjeras en el sentido de “no levantar olas”.

A pesar de eso, lo que pasó no sorprende al historiador:

“Los gobiernos ibéricos consideran que se tienen que llevar bien con los anglo-americanos, en el camino de la victoria en la guerra, para salvar sus respectivos regímenes. La segunda línea estratégica de acción es la que lleva a los sectores más duros de los dos regímenes a consolidar su poder. Al final de 1944, los tiempos no son, por tanto, de preparación de la liberalización, sino de refuerzo de las características más represivas de los dos regímenes. Este no es, en definitiva, un período en el que las dos dictaduras emprendan un proceso de apertura política. En ese sentido, la operación de Campo Maior está en consonancia con la política de la época; los regímenes quieren garantizar el mantenimiento en el poder y no tienen problemas en acentuar la represión.”

Carlos Pessoa.

Periodista.

Lisboa. Abril de 2011.

viernes, 20 de mayo de 2011

Villafranca, 1936. Historia y memoria


Villafranca, 1936. Historia y memoria

Hace aproximadamente una década Jan Gross, politólogo norteamericano de origen polaco, publicó un libro titulado Vecinos. El exterminio de la comunidad judía de Jedwabne (Crítica, 2002). La historia era muy sencilla: Jedwabne es el nombre de una pequeña localidad de unos tres mil habitantes cercana a Varsovia en la que, en el verano de 1941 y cuando estaba bajo el control de fuerzas nazis ocupantes, una parte del vecindario acabó con la otra, es decir, los polacos no judíos acabaron con los polacos judíos. Aunque las cifras aún se discuten, se acepta que, al menos, unas cuatrocientas personas fueron exterminadas. El único factor común a todas ellas era su origen judío.

Salvando todas las distancias que existen entre el exterminio de los judíos europeos y lo ocurrido en España a partir de julio de 1936, resulta imposible sustraerse a establecer ciertas relaciones. Si en el caso polaco fue el odio larvado contra los judíos lo que justificó su desaparición, en el caso español fue la profunda aversión que ciertos sectores tenían contra la República desde su misma proclamación lo que llevó al asalto y destrucción de todo lo que a ella pudiera asociarse. Si el ambiente que allí propició la matanza vino dado por la presencia nazi, en el caso español fue el avance arrollador de los columnas sublevadas lo que permitió poner en marcha el plan de exterminio. Si en tantos lugares de la geografía europea fue la cuestión racial el pretexto para acabar con un grupo social, en España fueron la ideología, la actividad política y la pertenencia a partidos y sindicatos de izquierdas las que guiaron la criba de la izquierda local.

En el caso del exterminio de los judíos no hubo límite para los nazis y sus cómplices. Toda Europa fue limpiada de aquellas personas que, practicaran o no la religión judía, fueron consideradas de raza judía. Por el contrario, en el caso español sí hubo un límite: la limpia de rojos, también denominada actual campaña contra el marxismo, tuvo un solo freno: que no se viese afectado el sistema productivo. Es decir, el colectivo formado por los jornaleros, mayoritariamente de izquierdas y protagonista de la reforma agraria, no podía ser eliminado en masa por la sencilla razón de que representaba el sector laboral más amplio de la población y ni el Estado ni la propiedad podían prescindir de su fuerza de trabajo. De ahí, pese a su dimensión, el carácter selectivo de la purga.

Los dos libros que ahora se presentan tratan, uno desde el periodismo de investigación y otro desde la investigación histórica, de profundizar en lo ocurrido en Villafranca a consecuencia del golpe militar de 1936. María del Espino Núñez Barranco ha recogido en Entrañas de una guerra la memoria oral de aquellos hechos. Un trabajo arduo que le llevó varios años y que le ha permitido adentrarse en ese pasado oculto al que sólo se accede desde el testimonio oral, de incalculable valor cuando, como en este caso, se trata de un hecho histórico cuyos testigos ya casi han desaparecido. Por sus páginas pasan recuerdos de la Republica y de los protagonistas de aquellos hechos, tanto de derechas como de izquierdas, tanto en el pueblo como en los frentes de guerra, y dando especial relevancia al papel jugado por las mujeres, relegadas muchas veces de manera injusta a un papel secundario en un conflicto que las afectó profundamente y las convirtió en depositarias del espíritu de supervivencia, que recayó sobre sus hombros.

Por mi parte he querido con Masacre. La represión franquista en Villafranca de los Barros (1936-1945) completar el trabajo que ya realicé hace unos años con La columna de la muerte. El avance del ejército franquista de Sevilla a Badajoz (Crítica, 2003). Esto ha sido posible porque desde 2009 ha sido posible acceder a los sumarios de los consejos de guerra que tuvieron lugar a partir de abril de 1939 y que afectaron a varias decenas de vecinos de Villafranca. De esta manera, se completa la investigación entonces realizada sobre la represión salvaje del 36, que acabó con varios centenares de personas. Además, las declaraciones recogidas en los consejos de guerra iluminan aspectos antes poco conocidos e incluso totalmente desconocidos que nos permiten tener una visión más ajustada a la realidad de lo ocurrido entonces. La palabra masacre fue definida por María Moliner como matanza salvaje de personas. No es tan importante el número de víctimas, que suele ser alto, como su absoluta ignorancia del destino que les esperaba y su total indefensión.

Aunque independientes hay un nexo entre ambos trabajos que quiero destacar. Me refiero a un apartado, sin duda uno de los más importantes, que aparece en ambos libros. Se trata del dedicado a la maestra Catalina Rivera Recio. Una investigación que sin la colaboración de ambos, una recogiendo los recuerdos que de ella guardaban sus alumnas y descubriendo su procedencia cacereña, y otro aprovechando el contacto que le llevaría a descubrir la existencia de una sobrina de doña Catalina residente en Londres e indagando el rastro de la maestra en los archivos, no existiría.

Se trata pues de recuperar una parte oculta de nuestra historia en la que podrán reflejarse las vivencias de muchos vecinos, unos aún residentes en el pueblo y otros llevados lejos de él a consecuencia de la emigración.


Francisco Espinosa Maestre. Historiador. Doctor en Historia, natural Villafranca de los Barros, Badajoz, aunque afincado profesionalmente en Sevilla desde hace años, es miembro desde sus inicios de nuestra asociación (ARMHEX). Entre las investigaciones y más sobresalientes publicaciones de Francisco Espinosa, cabría destacar “La guerra civil en Huelva” (1996), “La justicia de Queipo” (2000), “La columna de la muerte. El avance del ejército franquista de Sevilla a Badajoz” (2003), “Contra el olvido” (2006), obra que incluye “El fenómeno revisionista o los fantasmas de la derecha española”, "La primavera del Frente Popular" (2007) y "Callar al mensajero". Ha colaborado igualmente en obras colectivas como: “Sevilla, 1936. Sublevación fascista y represión” (1990) “Morir, matar, sobrevivir” (2002), coordinadas respectivamente por Alfonso Braojos y Julián Casanova, y, en unión de Manuel Ruiz Romero, en la edición de las memorias del socialista ayamontino “Miguel Domínguez Soler: Ayamonte, 1936. Diario de un fugitivo”. Tambien ha colaborado en la obra colectiva "La gran represión" (2009), coordinada por la profesora Mirta Nuñez, y Violencia roja y azul, 1936-1950 (2010), en la que además de coautor es coordinador de la obra.. Actualmente es profesor y pertenece al grupo de investigación del Departamento de Historia Económica de la Universidad de Sevilla.

El recelo de las élites europeas



Durante muchos años se ha desconocido, ignorado o silenciado el periodo republicano que se extendió de 1931 a 1939. Excepto en círculos académicos y en libros pertenecientes a la bibliografía historiográfica, la República ha sido una página desconocida de la historia de España, excepto en la versión promovida por la dictadura implantada por el general Franco que dio una imagen profundamente negativa de aquel periodo. Es importante reconocer esta distancia entre lo analizado en los textos históricos (de escasa difusión en el país) y lo conocido por la mayoría de la población. Las encuestas señalan un desconocimiento muy notable de lo que fue la República en grandes sectores de la ciudadanía. Podría parecer que las cosas cambian. Por primera vez se ha presentado en Televisión Española un serial sobre la República, que ha pasado a ser casi instantáneamente una de las series televisivas más vistas de la temporada. En esta producción se intenta dar una visión de lo que fue la República a través del desarrollo de un abanico de personajes, la mayoría ficticios, y otros reales.
¿Por qué, salvo contadas excepciones, este silencio sobre la República en los foros –como la televisión– donde se reproduce la cultura popular? La respuesta es clara. Se debe al enorme dominio que las fuerzas conservadoras tuvieron en el proceso de Transición de la dictadura a la democracia y su intento de no mirar al pasado. Este pasado incluía no sólo la dictadura sino, muy en especial, la República. Este intento de olvido por parte de las fuerzas conservadoras es comprensible, pues la historia de la República fue la historia de la resistencia provista por sus antecesores a las reformas propuestas por el Gobierno republicano, tanto en el periodo 1931-1933 como en 1936-1939. Ni antes (ni después) se han hecho reformas más sustanciales que en aquellos periodos y ello como resultado del poder de las izquierdas, nunca después igualado. No ha habido un periodo histórico en España en que hubiera tantas reformas en tan poco tiempo. Como bien afirma Helen Graham en su revisión histórica de la República, el programa de reformas de esta fue enormemente ambicioso. Republicanos y socialistas habían estado esperando durante muchos años aquella oportunidad. Había transcurrido más de la mitad de un siglo desde que fuerzas progresistas habían gobernado en España, únicamente en un periodo muy breve, durante la Primera República en 1873. España había estado gobernada en la mayoría de su historia por las derechas que, por lo general, no alcanzaron el poder a través de las urnas, sino por la fuerza e imposición. La falta de cultura democrática de las derechas españolas (cuya dureza es casi única en Europa) se basa en esta realidad.

Nunca antes se habían hecho grandes reformas sociales en menos tiempo

La República introdujo la Seguridad Social (por un ministro socialista, Largo Caballero), intentó universalizar la enseñanza (un programa enormemente popular que explica la selectividad de la represión fascista en contra del magisterio republicano), introdujo el aborto y el divorcio (por una ministra anarco-sindicalista catalana, Federica Montseny), introdujo elementos de la reforma agraria, desde Andalucía al Bajo Ebro, introdujo reformas en el Ejército, lleno de generales de probada ineficacia, introdujo el laicismo (intentando reducir la misión de la Iglesia en la enseñanza), y un largo etcétera. Ni que decir tiene que hubo también muchos errores e insuficiencias. Pero no debería olvidarse que la República fue la época de mayor creatividad legislativa reformista que ha habido en el Estado español.

El enorme entusiasmo popular que ocurrió a raíz tanto del establecimiento de la República como de la victoria del Frente Popular, era un indicador del deseo de las clases populares de hacer cambios y reformas sustanciales. El mundo occidental estaba en medio de la Gran Depresión y la fortaleza del movimiento obrero estaba asustando a las estructuras de poder de los países europeos. Tales estructuras estaban viendo el surgimiento del nazismo y del fascismo como el único dique capaz de parar este movimiento obrero. De ahí que los establishments financieros, económicos y políticos tuvieran simpatías con el nazismo en Alemania y el fascismo en Italia. Un caso representativo fue la monarquía británica, en la que las conocidas simpatías de Eduardo VIII por el nazismo hicieron que tuviera que abdicar del trono, hecho ocultado en la película El discurso del rey. Confirmando esta percepción, al año de abdicar hizo su viaje de novios a Alemania, saludando a Hitler con el brazo en alto en múltiples ocasiones y rodeándose de personajes próximos al nazismo. En Francia, y a pesar de estar gobernada durante un periodo por las izquierdas, había gran preocupación por las reformas que estaban ocurriendo en España, pues el mundo empresarial y el funcionariado francés –profundamente conservador– estaban inquietos y la política del Gobierno francés era la de calmar a tales grupos.

Las élites europeas temían el contagio de las reformas entre sus clases populares
La Unión Soviética no deseaba una radicalización de tales reformas (lo que menos deseaba era que hubiera una revolución bolchevique, versión española, tal como erróneamente se presenta en el serial La República), pues, consciente de que el nazismo era su peor enemigo, quería establecer una alianza con las democracias occidentales en un frente anti-Hitler. Este contexto europeo explica que cuando se dio el golpe militar contra un Gobierno democráticamente elegido, el resto de países democráticos se sumara al vergonzoso Pacto de No Intervención. Los establishments europeos, temerosos del peligro de contagio reformista entre sus clases populares, simpatizaron con el nazismo y firmaron, además del Pacto de No Intervención (que dejaba a la República sin ayuda militar), el Pacto de Múnich en 1938, en el que el Gobierno Chamberlain del Reino Unido cedía a Hitler parte del territorio europeo a la Alemania nazi. La Unión Soviética, que había apoyado el Pacto de No Intervención, lo rompió cuando vio el apoyo masivo de Hitler y Mussolini al general Franco. Sin tal ayuda, la República hubiera terminado y colapsado.
Un personaje nada sospechoso de simpatías comunistas, Winston Churchill, que había presionado para la abdicación de Eduardo VIII, se opuso al Pacto de No Intervención, acusando al establishment británico de anteponer su interés de clase (temerosos del reformismo republicano español) a sus obligaciones nacionales. Churchill agradeció el apoyo militar de la Unión Soviética a la República, que la salvó transitoriamente, así como más tarde definió a aquel país como el que había derrotado al nazismo en Europa (con sus 22 millones de muertos). Las historias de Europa y España hubieran sido muy distintas si la República hubiera ganado y el fascismo hubiera sido derrotado en España.

Artículo publicado por Vicenç Navarro, en el diario PÚBLICO, 14 de abril de 2011.

miércoles, 18 de mayo de 2011

ANUNCIO EXPOSICIÓN PUBLICA LISTADO DE LAS PERSONAS FALLECIDAS EN LA CIUDAD DE CACERES A CAUSA DE LA REPRESIÓN FRANQUISTA


Por su indudable interés, damos difusión y nos hacemos eco del ANUNCIO, que con fecha de 10 de mayo de 2011, se ha publicado en el B.O.P. de Cáceres, informando de la exposición pública del listado de personas represaliadas por el franquismo en Cáceres, con la idea de que conforme consta aprobado en el Pleno de dicha Corporación, se lleve a cabo la construcción de «un monumento memorial que refleje los nombres de los ciudadanos que por sus ideales republicanos fueron víctimas en nuestra ciudad de la represión política durante la Guerra Civil y la posguerra».

ANUNCIO

AYUNTAMIENTO DE CÁCERES

B.O.P. DE CÁCERES

Martes 10 Mayo 2011 - N.º 88

Anuncio

El Excmo. Ayuntamiento de Cáceres en Pleno, en sesión ordinaria de fecha veinte de enero de dos mil once, aprobó la construcción en el cementerio de Cáceres de «un monumento memorial que refleje los nombres de los ciudadanos que por sus ideales republicanos fueron víctimas en nuestra ciudad de la represión política durante la Guerra Civil y la posguerra».

Con este fin, y de acuerdo con lo establecido en el art. 86.2 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas del Procedimiento Administrativo común, el listado completo de las personas fallecidas en la ciudad de Cáceres a causa de la represión franquista se someterá a información pública, por plazo de 20 días hábiles, en el Tablón de Edictos de esta Ayuntamiento y en la dirección URL: http://www.ayto-caceres.es/ayuntamiento/publicaciones/relacion-de-personas-fallecidas-en-la-ci, previo anuncio insertado en el Boletín Oficial de la Provincia, dentro de los cuales, las personas interesadas podrán presentar reclamaciones y sugerencias.

En el caso de que durante el indicado plazo no se presentasen reclamaciones o sugerencias, se entenderá definitivamente adoptado este acuerdo, hasta entonces provisional, sin necesidad de acuerdo plenario.

Cáceres a 25 de abril de 2011.- El Secretario General, Juan Miguel González Palacios.


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Se puede ver texto oficial del anuncio en la web del BOP de Cáceres, en la siguiente dirección:

http://www.dip-caceres.es/export/sites/default/comun/galerias/galeriaDescargas/caceres/bop/2011/mayo/10/16.pdf

EL listado se puede consultar:

http://www.ayto-caceres.es/files/Relacion_fallecido_guerra_civil.pdf

RECORDAMOS POR ELLO, QUE LOS INTERESADOS QUE DESEEN PLANTEAR ALGUNA RECTIFICACIÓN O DEJAR CONSTANCIA DE ALGUNA OMISIÓN, TIENEN DE PLAZO HASTA EL DÍA 2 DE JUNIO DE 2011, PARA PONERLO EN CONOCIMIENTO DEL AYUNTAMIENTO DE CACERES.

Sugerimos en ese caso, descargar y enviar modelo de instancia general al Ayuntamiento de Cáceres: http://195.57.27.77/infMuni/docs/IMPRESOS/INST_GERAL_1.PDF

En el caso de que durante el indicado plazo no se presentasen reclamaciones o sugerencias, se entenderá definitivamente adoptado este acuerdo, hasta entonces provisional, sin necesidad de nuevo acuerdo plenario.

jueves, 5 de mayo de 2011

66º ANIVERSARIO DE LA LIBERACION DEL CAMPO DE EXTERMINIO NAZI DE MAUTHAUSEN


Homenaje y Reconocimiento a todos los republicanos extremeños que estuvieron apresados en dicho Campo, muchos de los cuales allí murieron en el olvido.


Fueron enviados alrededor de 7.300 republicanos españoles a Mauthausen, de los que sólo sobrevivieron 2.700. Otros miles de republicanos españoles fueron a parar de forma obligada a diversos campos de concentración o de exterminio. De aquella tragedia, no se libraron tampoco los niños. En los primeros días de la ocupación alemana, los nazis deportaron a familias españolas enteras e internaron a los niños adolescentes en el campo de Mauthausen, después de haberlos separado de sus padres. 16 niños fueron asesinados en Ravensbrück. Requerido por las autoridades nazis para determinar el destino de los prisioneros, el Gobierno de Franco negó la condición de españoles de los mismos abandonolos a su trágico final; de ahí que los republicanos de Mauthausen llevaran el triángulo azul de los apátridas, con una S —de Spanier— en el centro.

Nos sumamos al recuerdo del sufrimiento de los más de 10.000 republicanos españoles que sufrieron y murieron en los campos nazis de Mauthausen, Dachau, Buchenwald, Oranienburg -Sachsenhausen, Neuengamme, Flossenburg, etc.


Poco se ha hecho por parte de nuestras instituciones para visualizar en Extremadura a aquellas víctimas (presos y desparecidos algunas) extremeñas del horror nazi (muchas las cuales fueron asesinadas con la imprescindible colaboración del franquismo y de su representante ante Hitler, Serrano Suñer).


En 2006, gracias al trabajo de investigación realizada por los profesores Benito Bermejo y Sandra Checa, en su "Libro memorial. Españoles deportados a los campos nazis (1940-1945)", conocemos los nombres de todos ellos.


Son 274 republicanos extremeños -216 de la provincia de Badajoz y 56 de la provincia de Cáceres- los que estuvieron internados en el campo de concentración nazi de Mauthausen. Fueron conducidos allí tras ser capturados por las tropas alemanas en Francia, país en el se habían exiliado en 1939 huyendo de la represión franquista tras el fin de la Guerra Civil española, y pasaron a formar parte de la enorme lista de represaliados, muchos los cuales perecieron en aquel lugar


El 8 de mayo de 2005 se conseguía, no sin ciertas dificultades, que por primera vez un alto representante del Gobierno de España (el Presidente José L. Rodríguez Zapatero), hicieran acto de presencia en las instalaciones (Memorial) de Mauthausen y presentaran un reconocimiento institucional a las víctimas y sobrevivientes del Holocausto.


EXTREMEÑOS DEPORTADOS EN MAUTHAUSEN

PROVINCIA DE BADAJOZ


Pueblo o ciudad de origen. Nombre y apellidos.

Ahillones: Antonio Martín Pilar, Juan Mateo Hernández y Francisco Romero Guerrero.
Albuera (La): Arturo Romero Martínez.
Alburquerque: Antonio Gemio Sánchez.
Alconchel: Ramón Arboleda Silva y Plácido Vargas González.
Aljucén: José Prieto Barrero.
Almendral: Manuel Álvarez Romero y José Nogales Domínguez.
Almendralejo: Abad Gutiérrez Mije y Diego Muñoz Caro.
Arroyo de San Serván: Manuel Cangas Barro.
Azuaga: Vicente Burgos Prida, José Carrizosa Rodríguez, Juan Chavero Zapata, Fernando Fernández Luján, José Antonio Gallego Hernández, José Grueso Muñoz, Agustín Merino González, Manuel Naranjo Ojeda, José Pulgarín Bermejo, José Ramírez Domínguez, Rafael Rico Gala, Luis Ruiz Sabido, Manuel Sáez Murillo, Roque Saez Murillo, Antonio Vera Expósito y Manuel Vizuete Carrizoza.
Badajoz: Isidoro Barrena Regalado, Federico Lencero Peliz, Luis Medino Montes, Demetrio Morales Morales, Cirilo Moreno Rivera y Francisco Serrano.
Benquerencia de la Serena: Manuel Arena Murillo.
Berlanga: Antonio Hernández Rodríguez y José Antonio Sarabia Vázquez.
Bienvenida: Jesús Pérez Ortiz.
Burguillos del Cerro: Antonio Cerrajero Jiménez.
Cabeza de Buey: Joaquín Calderón Rodríguez, José Domínguez Calvo y Agustín García-Risco Claro.
Castilblanco: Vicente Bermejo Rivero.
Castuera: Gerónimo López Fernández y Francisco Sánchez Custodio.
Coronada (La): Ramón Orejudo Orellana.
Don Álvaro: Ángel Camacho Mateo.
Don Benito: Luis Álvarez Palomero, Ramón Cerrato Ramos, Luis Chaparro Rodríguez, Vicente Díaz Capilla, Felipe Gómez Rodríguez, Manuel Lama Barjola, Juan Nieto Cerrato y José Quirós González.
Esparragosa de la Serena: Cándido Benítez Bastias, Leopoldo Caballero Dávila, Pedro Campos Cáceres y Manuel Rosa Villar.
Fregenal de la Sierra: Antonio Martínez Pérez.
Fuenlabrada de los Montes: Felipe Barbo Ramírez, Vicente Camarero Picatostes y Ginés Higuera Toledo.
Fuente de Cantos: José Aradilla Domínguez, Ricardo Arteaga Yerga, Benito Borrego Berjano, José María Delgado Lebrato, Teófilo Fernández Barriente, José Fernández Saez de Tejada, Casimiro García Becerra, José Jiménez López, Javier González Muñoz, Antonio Goya Diosdado, Casildo Hernández González, Luis Lamilla Sánchez, Manuel Lamilla Sánchez, Celedonio Lobato Yerga, Rafael Lobato Yerga, José Macarro Robles, Bautista Miranda Duarte, Antonio Moreno Cortés, Casimiro Nuñez Giménez, Rafael Real Santos, Santiago Rojas Hernández y Bernardo Roldán Carrasco.
Fuente del Arco: Antonio Rubio Barragán.
Garbayuela: Ciriaco Camacho Rayo.
Granja de Torrehermosa: Manuel Calero Díaz, Juan García Garrido, Manuel Gutiérrez López, José Antonio Ordóñez Cano y Emilio Santiago Hinojosa.
Guareña: José Barrero Román, Santiago Isidoro Rodríguez, Federico López, Mateo Palmarín Moruno, Pedro Pascual Monago, Valentín Pérez Palomares y Antonio Ramos Ortega.
Haba (La): Julián Capilla Manzano.
Helechal: Miguel Calvo Sánchez.
Herrera del Duque: Pedro Bonilla Quilez, Higinio Muga Calderón y Santos Sanandrés Díaz.
Higuera de la Serena: Pedro Merino Romero.
Hornachos: Joaquín González Sánchez, Antonio Muñoz González y Miguel Salguedo Nieto.
Jerez de los Caballeros: Alfonso Fernández Navarro, Sebastián Matamoros Albano y Florentino Vega Delgado.
Llera: Antonio Carrasco Tapias, Alfonso Macía Barrero, Joaquín Macía Barrero y Manuel Piña Barrero.
Llerena: Diego Florido Manzanares.
Magacela: Félix Donoso Donoso.
Maguilla: Lorenzo Bermejo Molina.
Malpartida de la Serena: Domingo Calderón Algaba.
Medina de las Torres: Ceferino Ramírez Rey.
Mérida: Sebastián Barrena Tobal, Antonio Gallardo Sánchez y Alejandro Jiménez Cruz.
Navalvillar de Pela: Francisco Moñino Gallardo, Luis Pastor Juan y Pedro Trenado Serrano.
Oliva de la Frontera: Juan Macarro Delgado, Vicente Márquez Pérez, Antonio Soto Torrado, Antonio Torrado Balcalegro y Miguel Torrado.
Olivenza: Librado Almeida Martínez, Antonio Cayero Vivas, Manuel García Jara, Antonio González Álvarez, Vicente Hurtado Álvarez, José Martínez Rodríguez, Gabriel Méndez Sousa y Aurelio Ramallo Martínez.
San Rafael de Olivenza: Raimundo Escudero Bravo.
Orellana la Vieja: Ramón Carmona Marfil y Emilio Collado Saez.
Palomas: Antonio Espinosa Seguro, Dámaso Pozo Trejo.
Peñalsordo: Feliciano Giménez Donaire.
Peraleda del Zaucejo: Juan Trujillo Trujillo.
Puebla de Alcocer: Emilio Murillo Cerrato.
Quintana de la Serena: Diego Benítez Tejada, Cecilio Hidalgo Martín, Tiburcio Murillo Guisado y Lorenzo Trejo Romero.
Rena: Adolfo Cabeza Fernández.
Retamal de Llerena: Emilio Algaba Naranjo, Antonio Godoy Pinto y Juan Tamallo Pinto.
Ribera del Fresno: Jorge Báez Asensio, Pedro Caballo Vázquez, Juan González Lozano, Severo Megías Vacas, Antonio Pizarro Delgado, José Rodríguez Toro, Luciano Suárez González, Santiago Vital Enríquez e Isidro Zapata Meneses.
Salvatierra de los Barros: Juan Sosa Olivera.
Santa Amalia: Juan Facila Nieto y Juan Gómez Rebollo.
Siruela: Juan Cabello Cabello y José Camacho Recio.
Talarrubias: Agustín Paniagua Peco.
Talavera la Real: José Becerra Domínguez y Manuel García Fernández.
Valencia de las Torres: Lino Agudelo Pilar, José Cabanillas y Juan Cabrera Escuder.
Valencia del Mombuey: Joaquín Díaz Gudiño.
Valencia del Ventoso: Joaquín Delgado Bravo, José de los Reyes Nuñez y Manuel Sánchez López.
Valverde de Leganés: Miguel Aparicio Espejo, Luis Espejo Bravo, Juan Gimeno Olivera, Manuel Gimeno Olivera, Anselmo Hernández Bravo, Justo Sánchez Acebedo, Eugenio Torres Antúnez y Ángel Velázquez Bravo.
Valverde de Llerena: José Bravo y José Vera Llanes.
Valverde de Mérida: Pedro Pajuelo Manzano.
Villafranca de los Barros: José Hernández Suárez, José Hidalgo González y Manuel Torres Martín.
Villagonzalo: Lorenzo Espinosa Casablanca, Alonso García Castanera y Luis Mendoza Fernández.
Villalba de los Barros: Domingo Diosdado Martínez.
Villanueva de la Serena: José Atanasio González, Francisco Carmona Casilla, Juan García Acedo, Pablo González Escobar, Andrés Olivares Barjola y Juan Sánchez Santos.
Villanueva del Fresno: Manuel Fernández López.
Villar del Rey: Dionisio Alvarado Rodríguez, Lázaro Márquez Nevado y Guillermo Moreno García.
Villarta de los Montes: Víctor Ferrera Garrido.
Zafra: Julián Moreno Patarro.
Zalamea de la Serena: Ezequiel Jara Doblado.
Zarza (La): Gerónimo Benítez Dicha, Lucas Benítez Trinidad, Ildefonso Flores Trinidad y José Paredes Monje.

PROVINCIA DE CÁCERES

Aldea del Cano: Graciano Gil Iglesias y Enrique Giménez García.
Alía: Teodoro Laguna Belvís y Plácido Moyano Rodríguez
Arroyomolinos: Francisco Vasco Cortés.
Baños de Montemayor: Máximo Cabezalí Paniagua.
Berrocalejo: Elías Fernández Martín, José Fernández Martín, Agapito Mesa Bravo, Aurelio Pedraza Paniagua.
Cáceres: Juan Montero Ruiz(?), y José Polo Mirón.
Cadalso: Celestino Carbajal Pérez.
Cañamero: Eugenio Bau Rodríguez, Rafael Broncano Barba, Francisco Durán Domínguez, Santiago González Sánchez.
Casar de Cáceres: Manuel Andrada Rey.
Casas de Miravete: Máximo Montes Izquierdo.
Casas del Monte:Tomás Iglesias Iglesias.
Casatejada: Juan Nuevo Vázquez y Félix Sobrino Vaquero.
Casillas de Coria: Teodoro Martín Gutiérrez.
Castañar de Ibor:Teodoro Carretero González.
Coria:Moisés Dorado Rivera.
Garciaz: Simón Carrasco Fernández.
Guadalupe: Víctor Gamino Quiroga y David Sánchez.
Guijo de Coria: José Iglesias.
Jerte:Víctor Blanco Calles.
Madroñera: Ramón Bardo (?), Alfonso Bonilla Díaz e Isidoro Sánchez.
Malpartida de Plasencia: Bernabé Tomé Ovejero.
Miajadas: Felipe Díaz Cruz, Miguel Sosa Tostado (?), Vicente Martín Manuel.
Navalmoral: Manuel Sánchez García.
Sierra de Fuentes: José Iglesias Rivera.
Solana-Cabañas: Vicente Pina Seco.
Talavera la Vieja: Fermín Arroyo Morón, Román Gallego Fernández, Saturnino Giménez Fernández, Jacinto Manzano Sánchez y Segundo Tejeda Giménez.
Talaveruela de la Vera: Cecilio Baena.
Talayuela: Bonifacio Blázquez Fernández y Salvador López Giménez.
Tejeda de Tiétar: Wenceslao Muñoz Lobato.
Valdelacasa de Tajo: Andrés Toribio Blázquez.
Valverde del Fresno: Pedro García Margallo.
Villanueva dela Vera: Luis Morén Gómez.
Villar del Pedroso: Sixto Díaz Jarillo y Saturnino Rivera Álvarez.
Villar del Pedroso-Navatrasierra: Celestino Garvín Delgado y Julián Rivero Garvín.


LA ARMHEX, DESDE AQUÍ PIDE LAS DIPUTACIONES DE BADAJOZ Y CÁCERES, Y A LOS AYUNTAMIENTOS EXTREMEÑOS, de donde son naturales, actuaciones de reconocimiento y homenaje de sus vecinos, que fueron deportados y algunos de ellos exterminados en dicho campo.

Hasta la fecha sólo el pequeño pueblo de Garbayuela (Badajoz), gracias en parte al empeño personal de su alcaldesa, colocó, el año pasado, 1 de febrero de 2010, en la fachada de su casa consistorial, una placa de reconocimiento y recuerdo a Ciriaco Camacho Rayo, concejal republicano que fue asesinado en el campo de Gussen, un ramal del campo de exterminio nazi de Mauthausen.


También en La Serena, en Castuera, bajo los auspicios del Centro de Documentación del CEDER La Serena, se realizó un homenaje a todos los vecinos de la comarca que murieron en dicho Campo, en Abril de 2006, y en colaboración con el Museo de Historia de Catalunya y la Amical de Mauthausen, se trajo la exposición de Francisco Boix.

El año pasado, 5 de Mayo de 2010, la Diputación de Sevilla y la Junta de Andalucía, procedieron a realizar un acto de Homenaje y Reconocimiento a estas víctimas olvidadas, con el montaje de una placa con los nombres de los 80 naturales de la provincia de Sevilla —de los 114 consignados hasta el momento, de los que sólo 34 sobrevivieron— que fueron asesinados (76) y desparecidos (4).


¿Para cuando las Diputaciones de Badajoz y de Cáceres harán los mismo?.


¿Para cuando los Ayuntamientos extremeños que tienen vecinos en la lista de deportados harán lo mismo?.

Esperamos que cunda el ejemplo cuanto antes.


Somos conscientes que hoy, a pocas horas de comenzar la campaña electoral de las elecciones municipales y autonómicas, estos temas son al menos incómodos aún hoy para muchos. Pero no debiera ser así, si existieran unas políticas públicas de la memoria democráticas asentadas.