domingo, 1 de junio de 2014

CONFERENCIA-COLOQUIO: "La revolución de los claveles, el sueño domesticado. 1974-2014: 40 años después"



La ASOCIACIÓN PARA LA RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA DE EXTREMADURA (ARMHEX), organiza y se complace en INVITARLES a la:






CONFERENCIA-COLOQUIO.

"La revolución de los claveles, el sueño domesticado. 1974-2014: 40 años después"



A CARGO DE


MOISÉS CAYETANO ROSADO

Doctor en Historia y escritor.


MARTES 10 de JUNIO de 2014, a las 20:30 h.

Patio de Columnas
Palacio Provincial

Calle Obispo San Juan de Ribera, 6 – 06002. BADAJOZ


ORGANIZA:
ASOCIACIÓN PARA LA RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA DE EXTREMADURA (ARMHEX)


COLABORA:

AREA DE CULTURA DE LA DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE BADAJOZ.







Se cumplen este año 40 años del Golpe de los “Capitães” que cambió el rumbo de Portugal, desde una dictadura envuelta en sangrantes guerras coloniales y tremenda represión interior contra el movimiento obrero, el estudiantil, partidos políticos, organizaciones sindicales, a una situación en que se reivindicaban las "tres D": descolonización, democratización y desarrollo.







¿Cómo se gestó el Golpe? ¿Quiénes participaron realmente? ¿Quiénes colaboraron de inmediato? ¿Qué obstáculos se encontraron?¿Cómo transcurrió? ¿Qué pasó en los meses sucesivos? ¿Cómo se descolonizó? ¿Cómo se democratizó? ¿Cómo se desarrolló el país? ¿Qué queda de todo ello? Y también ¿que influencia o repercusión tuvo la revolución portuguesa en la transición española y en Extremadura?.












A esas interrogantes, el conferenciante Moisés Cayetano Rosado, ha ido pretendiendo responder a lo largo de los últimos 25 años: Consultando documentos, tesis, investigaciones, ensayos, testimonios, memorias. Entrevistando a muchos de los protagonistas: militares, políticos, sindicalistas, activistas de todo tipo, estudiosos. Asistiendo a Seminarios, Encuentros, Congresos. A buen seguro en esta conferencia, revelará los últimos hallazgos de sus recientes investigaciones.





La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura, (ARMHEX), propone este acto, para conmemorar y reflexionar sobre todo ello, y en especial por la posible influencia que tuvo la revolución portuguesa en la transición española y en Extremadura.

sábado, 17 de mayo de 2014

ÉXITO DE LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO "FRONTERA Y GUERRA CIVIL ESPAÑOLA, de DULCE SIMOES.

Extraordinario éxito del acto de presentación del libro:

"FRONTERA Y GUERRA CIVIL ESPAÑOLA. DOMINACIÓN, RESISTENCIA Y USO DE LA MEMORIA"



El pasado jueves 15 de Mayo, presentamos en Badajoz el libro "Frontera y Guerra Civil Española. Dominación, resistencia y usos de la memoria, de la antropóloga portuguesa Dulce Simões, con  numeroso público asistente que llenó el bello marco del Salón Noble de la Diputación provincial de Badajoz, firmando la autora numerosos ejemplares del libro, al final del acto. Contamos igualmente con la presencia del Presidente de la Cámara Municipal de Barrancos, al que agradecemos el esfuerzo que realizó por estar con nosotros, e igualmente estuvo presente, el que fuera durante años Alcalde de Oliva de la Frontera, Víctor Morera Maynar.













Aunque inicialmente, cuando gestamos esta presentación hace unos meses, estaba previsto que fuera nuestro entrañable amigo, el historiador Francisco Espinosa Maestre el presentador del libro pues no en vano es también el prologuista de esta magnífica obra, éste por causas médicas temporales no pudo asistir. Al final dada esa circunstancia sobrevenida, decidimos de común acuerdo con la autora que tal función, corriera a cargo del también historiador y escritor José María Lama Hernández.

José María Lama, leyó un brillante y trabajado texto de presentación, que nos descubrió a todos, varias perspectivas y lecturas de la obra, que recibió igualmente una calurosa acogida, con un cerrado aplauso del público.

Por último la autora, Doctora en Antropología, entregada al estudio de la frontera apasionadamente, después de los consabidos agradecimientos, y con un punto de emoción contenida, dirigió unas breves palabras a los numerosos asistentes, sobre la gestación de su obra, que que constituye su tesis doctoral leída en la Universidad Nova de Lisboa, en el mes de diciembre de 2012. Y sobre todo analizando una las claves de su profundo estudio, la solidaridad entre los pueblos y las gentes, independientemente de la política de los estados ibéricos. Y como esos lazos de sostenido apoyo mutuo, de solidaridad, de compenetración y ayuda aún a riesgo de la integridad del “otro”, les llevó a la máxima entrega, al mayor desprendimiento en el terrible éxodo de los refugiados, gran parte de ellos extremeños en el verano de 1936, que como sabemos fue justamente reconocido con la concesión de la Medalla de Extremadura al pueblo de Barrancos, por la Junta de Extremadura, el 8 de septiembre de 2009.







Por su evidente interés y calidad, reproducimos de forma íntegra el texto de la presentación que hizo José María Lama en el acto: 


“Frontera” y “guerra” son, desgraciadamente, dos conceptos históricos básicos. Buena parte de la historia humana gira alrededor de las fronteras y las guerras. Porque buena parte de la historia trata de las naciones. Y estos son dos vocablos relacionados con las naciones. La frontera delimita el que, dicen, es principal valor de una nación: el territorio. Subraya y separa geográficamente la identidad propia de la ajena. Y la guerra es la reacción del poder cuando alguien amenaza ―sea desde el exterior o desde el interior― ese límite de cordilleras o ríos, de bosques o llanuras; esa verja imaginaria que guarda las riquezas, los campos sometidos, la mano de obra que atiende las haciendas.

La insistencia en las señas de identidad propias siempre acentúa las ajenas. La nación, esa que genera las fronteras y las guerras, es, así, un fenómeno político contradictorio. El nacionalista, que suele ser un luchador por la diferencia frente a los otros, es también un opresor que no permite más realidad interna dentro de su territorio que la extrema identidad.
Las luchas nacionalistas son siempre luchas entre nacionalistas; entre nacionalistas aparentemente simpáticos y nacionalistas aparentemente odiosos. El resto de los mortales asistimos a ellas sorprendidos de que se peguen los iguales. El romanticismo que nuestro mundo atribuye a los fenómenos nacionalistas obedece a la impresión que en la conciencia colectiva han dejado los acontecimientos protagonizados por la burguesía en los últimos siglos: pueblos en lucha frente a poderes ajenos; rebeliones de identidad frente a infames imperios; política de sangre y suelo; heroicidades por una bandera, por una lengua, por una patria…

“Frontera” y “guerra”, esos términos tan propios de cualquier nación, son también las dos primeras palabras del título del libro que hoy presentamos: Frontera y Guerra civil Española. Dominación, resistencia y usos de la memoria, editado por la Diputación de Badajoz. Pero, paradójicamente, este libro, que comienza con esas dos palabras y que habla de una frontera y de una guerra no trata, luego lo veremos, de naciones.

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Su autora es María Dulce Antunes Simões, nacida en la freguesía de Feijó, concelho de Almada. Doctora en Antropología, es autora del libro Barrancos na encruzilhada da Guerra Civil de Espanha. Memórias e Testemunhos, publicado en portugués por la Cámara Municipal de Barrancos en 2007 y en castellano por la Editora Regional de Extremadura en 2009. Acompañaban a Dulce en esa obra Francisco Espinosa, con un texto sobre Barrancos y el teniente Seixas, y las memorias de Gentil de Valadares, hijo del teniente.

Y es que Dulce, a pesar de haber nacido frente a Lisboa, al otro lado del Estuario del Tajo, ha centrado su interés como investigadora en la frontera, y más concretamente en la frontera alentejana. Su formación es de antropóloga de los movimientos sociales. Cursó su licenciatura en 2002 en el Instituto Universitario de Lisboa, ha sido becaria de la Fundación para la Ciencia y la Tecnología, ha realizado una estancia de formación e investigación en la Universidad “Pablo Olavide” de Sevilla, ha tenido relaciones profesionales con la Universidad Complutense de Madrid y, también en España, ha participado en encuentros académicos muy relevantes para su trabajo, como su asistencia, en 2004, a las jornadas sobre “Guerra civil: Documentos y memorias” de la Universidad de Salamanca. Además del libro citado, ha escrito varios artículos sobre la identidad y las relaciones sociales en la frontera. 

Además, ha participado como asesora en el documental “Los refugiados de Barrancos” de Producciones Morrimer, que a finales del año 2008 contribuyó a divulgar entre la población extremeña los sucesos de Barrancos durante la Guerra Civil Española y, a la larga, fue determinante para la concesión de la Medalla de Extremadura en 2009 a esa población fronteriza.

Conozco a Dulce desde la presentación de la edición portuguesa de su primer libro en Barrancos, el 13 de octubre de 2007. Desde entonces hemos coincidido en varias ocasiones. Tanto en Zafra, en 2009 (cuando se presentó la edición española de su obra o cuando celebramos con los miembros de Morrimer la edición del documental, en el que ambos habíamos colaborado) como de nuevo en Barrancos, en 2010, con motivo de la invitación que recibí para dar una charla en unas jornadas sobre la guerra de España. Menciono estos detalles de nuestra relación porque quien la propició, gracias a su “extensa red de contactos”, como la misma Dulce subraya en la “Introducción” de este libro, fue el historiador extremeño Francisco Espinosa, nuestro común amigo Paco, que es quien debería estar aquí hoy presentando este libro, y a quien ―debido a una indisposición temporal― sustituyo por petición expresa tanto de él como de José Manuel Corbacho, coorganizador del acto, y de Dulce.

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La trayectoria intelectual y humana de Dulce Simões la han convertido en la que, por antonomasia, podríamos llamar la antropóloga de la frontera, una científica social centrada en el análisis, desde una acusada perspectiva sociocomunitaria, de los fenómenos de identidad, resistencia e hibridación cultural que se dan en la raya luso-española y específicamente en la que comparte Portugal con el sur de Extremadura y el norte de Andalucía.

Y la antropóloga de la frontera nos presenta hoy el que quizás sea su libro clave, en el que desembocan todos sus estudios anteriores, el resultado de su tesis doctoral en antropología, leída en diciembre de 2011 en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Nova de Lisboa.

Dulce organiza el libro en seis capítulos, aunque internamente haya una cierta lógica dicotómica, dual, en la estructura de la obra. Los cuatro primeros son contextuales (dedicados al escenario y a los personajes) y los dos últimos conclusivos (centrados en la trama). Los cuatro epígrafes en los que la autora expone el escenario y los personajes que intervienen en la trama se dedican, en este orden, a la guerra (como escenario temporal), a la frontera (como escenario espacial), a los barranqueños (como personajes locales) y a los funcionarios del Estado Novo (como personajes estatales). Aunque ahora veremos cómo esta primera atribución, que atiende más al título dado a los epígrafes, cambia sustancialmente en algunos casos en el momento en que nos introducimos en cada uno de los textos.

Así, el capítulo primero, cuyo título remite a la guerra, no pretende relatar ni siquiera resumir un acontecimiento archiconocido y que en sus pormenores relacionados con la zona objeto de estudio será abordado más adelante, sino hacer una especie de introducción disciplinar, a veces metodológica, en ocasiones bibliográfica, y casi siempre ensayística, sobre el diálogo entre historia y antropología, la memoria colectiva, los movimientos sociales por la memoria, y los procedimientos de investigación aplicados en el texto. Son páginas escritas por una antropóloga que trabaja en parte con material histórico y que comparte con el lector las reflexiones que le suscita esa tarea.
Si el primer capítulo se anuncia diacrónico y deviene en sincrónico, en conceptual, el segundo capítulo, cuyo título ―al aludir a la frontera como escenario territorial del trabajo― aventura una descripción, acaba convirtiéndose en un relato. Se describe la frontera a partir, sobre todo, de su historia. Es aquí donde se nos presenta el municipio de Barrancos en la encrucijada de tres fronteras espaciales (nacional, provincial y regional), pero sobre todo en la encrucijada temporal de una frontera con múltiples pertenencias en el pasado. La singularidad de Barrancos, se nos dice, se construye a partir del habla, del dialecto barranqueño, de las peculiaridades rituales de su forma de entender la fiesta de los toros y de la cercanía del castillo de Noudar, pero también a partir de una historia original, distinta.
De los escenarios pasa Dulce Simões a los personajes. En el capítulo tercero se escribe acerca de la sociedad, del personaje local o cercano, y en el cuarto, del poder, de los representantes de ese lejano personaje estatal o supralocal. El apartado dedicado a la sociedad barranqueña es un notable análisis social en el que conocemos los lugares de socialización de los habitantes de Barrancos y reconocemos no sólo a ricos y pobres, propietarios y desposeídos, sino entre estos últimos a los trabajadores del campo y a los çivinas o trabajadores de la villa. La autora describe pormenorizadamente los rasgos y las relaciones entre clases y estamentos sociales de la sociedad barranqueña. Como final de estos capítulos contextuales, el epígrafe cuarto, está dedicado a las evidencias del estado en el territorio durante el período objeto de estudio. Tras la descripción de la sociedad local, el apunte sobre los funcionarios del poder. Representantes u operarios con una función económica (como la guardia fiscal, atenta a evitar el contrabando) o con una función política (como la policía política, encargada del control de la disidencia). En ambos casos, funcionarios responsables de la represión, por parte del poder, de las resistencias sociales.

En el capítulo quinto llega Dulce Simões al centro de su relato. Nos describe aquí los detalles de la guerra en la frontera, en este trozo de frontera del Bajo Alentejo, que recibe –como otros puntos de Portugal- centenares de refugiados republicanos españoles que huyen de la represión del ejército sublevado en esas semanas y meses de mediados y finales de 1936. La historia es conocida, gracias en buena parte a la propia Dulce.

Unos mil extremeños del suroeste salieron de España en septiembre de 1936 buscando refugio en Portugal. En Barrancos ―que ya había recibido, aunque en menor número y con huéspedes distintos, algunos refugiados españoles de signo contrario en los meses de predominio del Frente Popular― fueron protegidos por el teniente de carabineros Antonio Augusto de Seixas (comandante de la Guardia Fiscal de Safara) que, tras mantenerlos varias semanas en dos campos de concentración improvisados, logró embarcarlos en Lisboa en el buque Niassa rumbo a Tarragona. Este éxodo de los extremeños hacia Barrancos fue el complemento de otro, el de los ocho mil que por las mismas fechas y escapando de los mismos pueblos del suroeste de la región huyeron en dirección contraria y acabaron diezmados cerca de Fuente del Arco.
La historia es conocida pero nunca hasta ahora se nos había contado con tal grado de detalle y precisión. La autora describe y analiza la sociedad e historia reciente de los pueblos españoles de donde salen, principalmente, los refugiados: uno andaluz, Encinasola, y otro extremeño, Oliva de la Frontera. Además, nos narra la peripecia humana de estos refugiados en los campos donde fueron internados. Y cómo se produce su salida hacia Lisboa y su embarque hacia Tarragona, tras sortear el teniente Seixas las dificultades impuestas por sus propios jefes. Este capítulo quinto es quizás, el más histórico del libro. Aunque sigue siendo la antropóloga quien escribe, la necesidad de relatar los hechos nucleares, la trama, hace que adopte el papel de historiadora aunque con continuas reflexiones y con el apoyo de testimonios orales con que complementar lo que cuentan los documentos oficiales o escritos. La preocupación de Dulce sigue siendo, a pesar del notable carácter histórico de estas páginas, la pervivencia de estos hechos en la memoria de sus protagonistas, la manera en que la sociedad de acogida vive la experiencia de los refugiados y las relaciones entre los vecinos.

El relato de la trama continúa, cronológicamente, en el capítulo siguiente y último, donde se rastrea la vida de los antiguos refugiados en el exilio o en la cárcel, la vuelta a sus poblaciones de origen tras la guerra y los instrumentos de dominación y resistencia que se perciben, analizando tanto la resistencia política de la subversión como la resistencia económica del contrabando.
El texto del libro –que ha traducido Susana Gil Llinás- se cierra con un nutrido apartado de fuentes y referencias bibliográficas, donde destacan las de carácter oral, entrevistas y testimonios de supervivientes y testigos de la historia, cuidadosamente registradas y referenciadas.

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Hay varios libros en este libro clave de Dulce Simões.

Es un libro sobre la guerra, sí, y un libro sobre la frontera. Es un libro sobre la guerra en la frontera, y en ese sentido es un libro de historia, ya que cuenta con esos dos parámetros convencionales, espacio y tiempo, de todo relato histórico, pero aunque utilice los acontecimientos alrededor de Barrancos como armazón de su relato, Dulce Simões está más interesada en la pervivencia de los hechos en el presente, en los hombres y mujeres del presente, que en la investigación de los hechos del pasado, aunque inevitablemente deba partir de ésta para averiguar aquella. Por eso es también, y fundamentalmente, un libro de antropología.
Y por eso, a pesar de ser un libro sobre un acontecimiento es, sobre todo, un libro sobre la memoria, sobre la memoria de ese acontecimiento en quienes lo vivieron y en quienes hoy viven en las localidades involucradas. Es un libro sobre los mecanismos de conservación de la memoria y su muestra en el rastro oral. Sobre esa memoria colectiva y cómo en ella también se dirime la pugna entre el poder y las gentes, sobre esa memoria colectiva y cómo en ella se aprecian los procesos de dominación del poder y las estrategias de resistencia de las gentes.

Según las propias palabras de Dulce:
En el pueblo de Barrancos, como en cualquier otro lugar, memoria y futuro, pasado y futuro son inseparables. En los lugares, como en la vida, el tiempo se abre bajo nuestros pasos y se proyecta en un presente detrás y delante de nosotros, sobre el antes y sobre el devenir. En contextos de aceleración histórica de cambio de experiencias traumáticas o de conflictos, los individuos inician una lucha por la comprensión de los acontecimientos que los empuja a recordar en función de las necesidades presentes, construyendo un sentido sobre un pasado que sea significativo para el futuro.

Este es un libro sobre el poder, sobre los mecanismos de dominación del poder, pero también un libro sobre la periferia, sobre los márgenes geográficos y sociales de una frontera apartada y de sus pobladores. Y, en este sentido, es un libro sobre lo local, sobre las comunidades locales, sobre lo rural y la ruralidad.

Decía al comienzo de mi intervención que el libro de Dulce, que comienza con esas dos palabras tan nacionalistas como “frontera” y “guerra”, no trata, paradójicamente, de naciones. Y es que este es un libro sobre pueblos, en el triple sentido que los diccionarios atribuyen a este vocablo. Un libro sobre el pueblo de la frontera, esto es, sobre el conjunto de los habitantes que habitan en la raya, más allá del país al que pertenezcan. Pero también es un libro sobre el pueblo, es decir, la gente común y humilde de esa zona. Y, finalmente, un libro sobre pueblos, y más concretamente sobre los de Barrancos, Encinasola y Oliva de la Frontera.

Pero aunque no sea un libro de naciones, es un libro sobre identidades. Un libro sobre la identidad más interesante que existe, que es la heterogénea, la identidad de la mixtura, de la mezcla, de la diversidad, de la frontera, de la impureza de las gentes que se mezclan con otras sobre el terreno frente al afán uniformizador de las naciones ideadas por los poderosos.

Y, finalmente, es también un libro sobre la solidaridad como valor de identidad de las comunidades locales. Aunque esa solidaridad sea analizada críticamente por la autora, que no oculta también los conflictos y los aspectos menos amables de ese roce convivencial entre barranqueños y españoles.

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Ese carácter dual de la obra de Dulce, del que hablaba antes y que se aprecia en esta enumeración de los posibles libros que contiene, sólo se trunca en el hecho incontrovertible de que es un libro sin dobleces, único en su calidad. Está hecho con un mimo exquisito, que aúna el detalle en la exposición de los hechos, el cuestionamiento crítico y la profundidad en el análisis, el adecuado auxilio de fuentes escritas y orales y el sustento de una bibliografía exhaustiva. Sorprende que en un libro tan sólido, tan científico, la autora ―y eso redunda en la excelencia de la obra― haya logrado no desaparecer. Porque no es necesario que en una obra científica desaparezca el autor, aunque hubo un tiempo en que se pensó que las ciencias humanas debían trasladar la asepsia de las ciencias físicas para lograr la solvencia. La introducción de frecuentes referencias personales, la mención a experiencias relacionadas con la memoria de los hechos, sentidos de cerca, dota de carnalidad al análisis y da pistas sobre hasta qué punto para Dulce Simões ―como ocurre con los empeños intelectuales bien vividos― este libro y la investigación que lo soporta no ha sido, no es, un mero episodio bibliográfico sino una experiencia biográfica gozosa.

José María Lama Hernández.
Badajoz 15 Mayo de 2014.

viernes, 2 de mayo de 2014

PRESENTACIÓN DEL LIBRO: "FRONTERA Y GUERRA CIVIL ESPAÑOLA. DOMINACIÓN, RESISTENCIA Y USO DE LA MEMORIA"





Nos complacemos en invitarles al acto de presentación del libro:

"FRONTERA Y GUERRA CIVIL ESPAÑOLA. DOMINACIÓN, RESISTENCIA Y USO DE LA MEMORIA"

Intervendrán en el acto:


DULCE SIMOES 
Antropóloga y autora del libro


JOSE MARÍA LAMA HERNÁNDEZ
Historiador y escritor, a cuyo cargo correrá la presentación







JUEVES 15 de MAYO de 2014, a las 20 h.

Palacio Diputación
Calle Obispo San Juan de Ribera, 6 – 06002. BADAJOZ


ORGANIZAN:

DEPARTAMENTO DE PUBLICACIONES DE LA DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE BADAJOZ.

ASOCIACIÓN PARA LA RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA DE EXTREMADURA (ARMHEX).




No sería muy grato el próximo día 15 de MAYO de 2014, contar la presencia todos nuestros amigos, seguidores y lectores, en la presentación de este libro de nuestra entre¡entrañable amiga la Antropóloga social Dulce Simões, que cuenta además con Prólogo del historiador, socio y amigo de la Armhex, Francisco Espinosa Maestre. 


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ALGUNOS DATOS:



Esta obra ofrece una nueva evidencia empírica sobre las resistencias a la dominación, la solidaridad y cómo se entrecruzan estas con la soberanía de los Estados, particularmente las dictaduras ibéricas en los años 30 en un espacio fronterizo (Barrancos, Encinasola y Oliva de la Frontera) dominado por los flujos diversos que permitirán el desarrollo de otros movimientos durante y después de la Guerra Civil española. En el contexto de la memoria histórica la autora presenta y analiza la solidaridad de las clases populares con los refugiados republicanos y el periplo de algunos de ellos hasta Tarragona. Investigación de referencia para lo acontecido en esta guerra en la zona fronteriza hispano-portuguesa.



Dulce Simões es una antropóloga entregada al estudio de la frontera apasionadamente. Fruto de ello fue su libro “Barrancos en la encrucijada de la Guerra Civil española”, publicado hace seis años en España y Portugal. Ahora nos da este extenso trabajo, “Frontera y Guerra Civil española. Dominación, resistencia y usos de la memoria”, que constituye su tesis doctoral por la Universidad Nova de Lisboa.

El historiador Francisco Espinosa ya nos adelanta en el prólogo que “la clave de la obra, sin duda, es la palabra solidaridad” y esa solidaridad queda ejemplificada a lo largo de toda la obra, llegando en algunos momentos en que recoge testimonios orales a tomar una fuerza que emociona. Un importante aparato de fuentes y bibliografía, más un cuadernillo de Anexos, cierran el brillante trabajo de Dulce Simões, “investigación de referencia para lo acontecido en esta guerra en la frontera hispano".











jueves, 1 de mayo de 2014

PRIMERO DE MAYO. FREGENAL DE LA SIERRA (Badajoz). 1936

Primero de Mayo en la memoria.



Fotografía de la manifestación del Primero de Mayo de 1936 en FREGENAL DE LA SIERRA (Badajoz), a su paso por la calle Segura.



Las ejecuciones llevadas a cabo en Fregenal de la Sierra por los fascistas una vez se hicieron con la localidad, fueron mayoritariamente materializadas sobre la población obrera y campesina, ya que había sido un sector fuertemente luchador desde la esfera política y sindical en la zona; muchos de lo que aparecen en la fotografía fueron asesinados. Reseñamos pues la carga emotiva de la foto, en contraste con la brutal represión posterior que se llevó por delante muchos de esos seres humanos y sus esperanzas.



Efectivamente a las 5 de la madrugada del 18 de septiembre de 1936 entraron en Fregenal de la Sierra (Badajoz) las tropas golpistas en dos columnas formadas por un total de tres mil hombres bajo el mando y la furia del conocido capitán Navarrete y el comandante Álvarez Rodríguez, auténnticos criminales de guerra.


De manera inmediata se realizaron las primeras detenciones guiadas por un gran grupo de falangistas que protagonizaron las primeras ejecuciones.


Fregenal de la Sierra, como hemos dicho, había sido durante la II República un importante foco de ideas políticas y sede comarcal de los mayores sindicatos del momento, donde se aglutinaban y organizaban multitud de gremios de toda la zona.


Muchos de los que aparecen en la foto, vieron frustrada su lucha y su destino, junto al de sus frutos, enterrados junto a la II República en las fosas comunes del cementerio y otros lugares de Fregenal de la Sierra.




Sólo teniendo presente lo que ocurrió, adquiere total significación la fecha designada como hoy, como “Día Internacional de los Trabajadores”.

domingo, 13 de abril de 2014

14 DE ABRIL. Retomar la mejor tradición del ideal republicano.


Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura


Un año más, la ASOCIACIÓN PARA LA RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA DE EXTREMADURA (ARMHEX), al llegar la fecha del 14 de abril, quiere reivindicar “la memoria de nuestra II República y de su Constitución, como parte de nuestra memoria democrática”. Hoy más que nunca, hay que retomar la mejor tradición de los ideales republicanos.



En este 83º aniversario de la proclamación de la república, la ARMHEX quiere que el 14 de abril, sirva también como día de homenaje y reconocimiento social a quienes sufrieron represión por enfrentarse al fascismo, defendiendo la II República y unos modelos sociales más libres y justos.

Ha de reivindicarse la II República, sin eufemismos, ni complejos, para no sacar de contexto a aquellos represaliados de aquel tiempo, del régimen político en que desarrollaron sus vidas. La reparación de la dignidad y la restitución de la memoria democrática, nunca serán completas, mientras no se restituya, por parte de la sociedad actual y por el Estado español, la memoria de la II República y quienes le dieron vida.

España fue una República parlamentaria y constitucional. “Una República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de libertad y justicia”, como proclamaba el artículo primero de su Constitución, aprobada el 9 de diciembre de 1931, hace ahora, poco más de 82 años.

Ahora que a algunos tanto les gusta hablar de la Constitución de 1812, poco o nada se recuerda a esta Constitución republicana de 1931, que acaba de cumplir 82 años de su promulgación. La Constitución de 1931, la primera en nuestra historia auténticamente democrática, no debemos olvidarlo; afrontó algunos de los sustanciales problemas de nuestro país: medidas profundas sobre la distribución de la propiedad de la tierra (problema que nos tocaba muy de cerca), mejoras de los salarios de las clases trabajadoras, la protección laboral y la educación pública, la autonomía de los pueblos que componen el estado español, la separación de la Iglesia y del Estado,  introdujo el matrimonio civil, el divorcio, y su artículo 36, reconoció el derecho al voto a las mujeres, algo que sólo estaban haciendo en aquel tiempo, los parlamentos democráticos de las naciones más avanzadas, como lo demuestra que fue reconocido 15 años antes que en Francia.

Pero como sabemos, los grupos oligárquicos, nunca toleraron lo mucho que la II República tenía de democracia social y de soberanía popular.

Nada hizo la transición a la democracia por recuperar el lado más positivo del II República, el de sus leyes, sus reformas, sus sueños y esperanzas.

Pero en estos últimos años ha salido a la luz la memoria de los vencidos, de las víctimas del franquismo, gracias en gran parte a la sociedad civil, al movimiento memorialista al que pertenece nuestra asociación, que a fuerza de constancia, ha logrado poner en la agenda política, el problema del olvido y de la memoria.

No obstante, aún hoy, casi nadie desde los poderes de la democracia actual, se atreve a defender claramente a la II República. Casi nadie recuerda a sus dirigentes: alcaldes, concejales, ministros, quienes presidieron sus instituciones, hicieron sus leyes, etc…, muertos unos por la brutal represión y otros olvidados en el exilio. Es el momento de cambiar eso.

La ASOCIACIÓN PARA LA RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA DE EXTREMADURA (ARMHEX), en este año del 82º aniversario de la proclamación de la república, quiere recordar las palabras pronunciadas en la noche del 23 de julio de 1936, una vez producido ya el golpe de estado contra la República española, por el Presidente Manuel Azaña, cuando se dirigió por radio desde el Palacio Nacional al pueblo:

Podéis estar seguros todos los que lucháis por la República de que vuestro esfuerzo no será baldío y que de vuestro sacrificio y que de vuestro heroísmo saldrán la República y España más fuertes e indisolublemente unidas con sus libertades”.

El proceso de memoria democrática y republicana, sólo puede conseguirse con una enérgica defensa de la necesidad de fundamentar la convivencia democrática en la memoria, la verdad, la justicia y la reparación; no en el olvido de ese pasado.

Desde la ARMHEX, animamos a salir a la calle y a participar en cuantos actos y conmemoraciones que celebren en este abril republicano, en todos los pueblos y ciudad de nuestra región, por la la República y en recuerdo de todos aquellos que sufrieron represión por enfrentarse al fascismo, defendiendo la II República y una sociedad más justa y libre.


Badajoz 14 de abril de 2014.






Eladio López Alegría; primer alcalde de elección democrática de la historia de Badajoz. (1931). El 16 de abril, las actas de constitución del nuevo consistorio dicen:

“Por aclamación o unanimidad de votos de los señores Concejales presentes, se designa Alcalde-Presidente de este Ayuntamiento a Don Francisco Eladio López Alegría.”.


Seguidamente el nuevo alcalde pronunció el siguiente discurso:


“Manifiesto a todos mi más sincero agradecimiento por el honor que se me dispensa otorgándome un nombramiento que me enorgullece en extremo no solo por ser hijo de este noble pueblo de Badajoz, sino porque viniendo de la verdadera representación elegida por sufragio voy a ser el primer alcalde popular de la República en Badajoz y si aquello y esto constituye siempre un honor inmerecido, en las actuales circunstancias lo es mayor por representar la confianza de todos, en que he de laborar con entusiasmo por el desenvolvimiento del pueblo de Badajoz, no para satisfacer vanidades personales sino para afrontar todos los peligros, todas las graves responsabilidades y todos los grandes trabajos que el ejercicio de aquellas misión traiga consigo a la que me sacrificaré en cuerpo y alma y de la que espero salir triunfante con la ayuda de los Concejales monárquicos, republicanos y socialistas y con la del personal técnico de la casa. Soy republicano de toda la vida, por tradición y convicción y con esta idea moriré; no siendo batallador y teniendo necesidad de atender a mis ocupaciones estuve alejado de la política activa de la que solo he salido cuando ha llegado la hora del sacrificio por el ideal; de procurar librar al pueblo de lo que diciéndose constitucional solo era tiranía y absolutismo y de no ser honrado estar alejado de la contienda entablada cuando se ventilan los más altos y los más grandes intereses de la patria y en nombre de ellos se requería mi concurso; y obedeciendo a estos imperativos de conciencia y ciudadanía he aceptado el cargo con que se me honra. Espero con la ayuda de todos que el pueblo obtenga los beneficios que les son debidos, en medio de un estado social de mutuo respeto y justa convivencia. Les pido a todos me dispensasen el favor de guardar un minuto de silencio en homenaje de respeto y admiración a los mártires de esta Segunda República Española, capitanes Galán y García Hernández”.



Eladio López Alegría, Primer alcalde de la II República. Presidente de los Jurados Mixtos Agrarios. Presidente comisión para la reforma agraria en Badajoz. Fue asesinado el 16 de Septiembre de 1936, por los golpistas franquistas en las tapias del cementerio. Injustamente olvidado, ni una calle está dedicada a su memoria, cuando en Badajoz, todos los alcaldes franquistas designados por la dictadura mantienen una calle. 


Está constatado que dentro del programado plan de exterminio del adversario político, los golpistas que tomaron la ciudad de Badajoz en agosto de 1936, asesinaron a tres de los alcaldes que la ciudad había tenido. Salvo Sinforiano Madroñero, que tiene dedicada una calle, los otros dos, permanecen en el casi olvido más absoluto tanto institucional como de una parte de la ciudadanía pacense de hoy. Es curioso como actualmente en Badajoz, hay varias calles dedicadas a alcaldes y a presidentes de la Diputación, que lo fueron ilegítimamente durante la dictadura franquista sin ser elegidos, y sin embargo ningún recuerdo, ni honor ha dedicado la Corporación municipal de Badajoz, para entre otros, a Eladio López Alegría, primer alcalde republicano y primero en la historia de la ciudad, elegido a raíz de unas elecciones democráticas y a Juan Antonio Rodríguez Machín. Vaya aquí un recuerdo y algunos datos de estos tres alcaldes de Badajoz injustamente asesinados por la barbarie fascista, en aquel verano de 1936: 

F. Eladio López Alegría. Republicano. Concejal hasta el 14 de Agosto de 1936. Abogado, Fiscal y Corredor de Comercio, Secretario de la Cámara Urbana. Primer alcalde de la II República. Presidente de los Jurados Mixtos Agrarios. Presidente comisión para la reforma agraria en Badajoz. Fue detenido ilegalmente el día 15 de septiembre de 1936, hecho preso y asesinado por los rebeldes franquistas, sin causa, ni juicio, al día siguiente en las tristemente conocidas tapias del cementerio viejo o de San Juan.


Juan Antonio Rodríguez Machín. Republicano. (Acción Republicana). Tercer alcalde tras Rodrigo Almada. Concejal hasta el 14 de Agosto de 1936. Fue asesinado el 20 de Agosto de 1936. Natural de Orellana la Vieja. Vecino de Badajoz. 53 años. Soltero.


Sinforiano Madroñero Madroñero. Socialista. Alcalde en dos etapas. Era el alcalde de la ciudad el 14 Agosto de 1936. Natural de Santi-Spiritu. Vecino de Badajoz. 34 años. Soltero. Fue asesinado el 20 de Agosto de 1936, tras ser devuelto por las autoridades portuguesas tras su marcha al país vecino, donde sin respetar el Derecho internacional humanitario y de asilo, fue entregado sin procedimiento alguno y sin garantías jurídicas de clase alguna, por la policía política salazarista a elementos golpistas franquistas de Badajoz. 














lunes, 31 de marzo de 2014

"L'exode d'un peuple". LA PELÍCULA DEL ÉXODO DE UN PUEBLO 1939


Este es un documento excepcional, procedente del Instituto Jean Vigo. Se trata de la la película original de Louis Llech y Louis Isambert, rodada en la frontera francesa en el invierno 1939 y que refleja el duro éxodo de los republicanos españoles en los Pirineos Orientales. 



Este impresionante documento desde todos los puntos de vista, ha sido reeditado ahora con la música de Virgil Goller. 



En la conmemoración del 75º aniversario de la Retirada, la ARMHEX, ofrece este documento que ha sido difundido por el periódico de Perpignan, "L'Indépendant" a través de su web e igualmente ha sido emitido en la televisión francesa. 



Este impresionante documento muestra la llegada de los miles y miles de republicanos españoles, en durísimas condiciones, a la frontera franco-española huyendo del fascismo, y de ahí a los infames campamentos en los que fueron recluidos, es una fuente iconográfica única. Se inserta aquí en su totalidad:









Agradecemos al Institut Jean Vigo, y a ediciones de Virgil Trabucaire Goller, la restauración y reedición de este impresionante documento.


Vencidos, cansados y sin nada en sus manos. Cientos de miles de republicanos abandonaron España entre 1936 y 1939 tratando de escapar de la represión del ejército y la dictadura franquista. Casi 500.000 lo hicieron a pie atravesando los Pirineos en febrero de 1939 para llegar a Francia. Otros huyeron en barcos fletados por la República o en pequeñas embarcaciones con destino al norte de África, a la propia Unión Soviética o a alguna República iberoamericana. Habían perdido la Guerra Civil y también su libertad. En España ya no había sitio para ellos.


En recuerdo de todos los exiliados y refugiados. SIN MEMORIA, NO HAY FUTURO.

sábado, 22 de marzo de 2014

LA HISTORIA DE LA TRANSICIÓN. UNA PROPUESTA CRÍTICA. Prof. Dr. Josep Fontana

Se nos bombardea por casi todos los medios, por enésima vez, con el mensaje de lo modélica y ejemplar que fue la Transición, una especia de "novela rosa·, como irónicamente la califica el profesor Fontana, que nos han vendido durante años. Para combatir estas idílicas y deformadas reescrituras de la Historia, nada mejor, que las reflexiones de uno de los mejores historiadores de nuestro país, maestro de historiadores.


Publicamos aquí íntegramente, el texto de la Conferencia que nos impartió el Profesor JOSEP FONTANA, el día 11 de abril de 2008 en Zafra (Badajoz), con ese título, "La historia de la transición: una propuesta crítica", acto en el que fue introducido y presentado por nuestro amigo el historiador Francisco Espinosa.


A pesar de los seis años trascurridos, sus reflexiones de aquel día, sigue siendo pertinentes o quizás más.



LA HISTORIA DE LA TRANSICIÓN. UNA PROPUESTA CRÍTICA
Quisiera contribuir a combatir la “novela rosa” de la transición que se nos ha estado vendiendo durante muchos años, según la cual un grupo de personalidades políticas de ambos bandos, franquistas arrepentidos como Suárez y líderes de la oposición como Carrillo o Felipe González, se ocuparon de devolvernos las libertades sin que los demás hiciéramos nada por ganarlas o merecerlas. Una de las formas más eficaces de proceder me parece que es deconstruir el relato, siguiéndolo desde la perspectiva de sus principales actores: el rey, el aparato del franquismo y la izquierda, con especial atención al PC, que era en 1975 su grupo más importante.
Pero antes de hacerlo conviene decir algo de un factor que tuvo una importancia capital, y que en la versión oficial resulta minimizado, cuando fue el que finalmente determinó lo que hizo cada uno de estos tres actores. Me refiero a la situación real del país a la muerte de Franco. Una situación de caos económico, como consecuencia de que los gobiernos del tardofranquismo no habían tomado las medidas necesarias para hacer frente a los efectos de la crisis internacional iniciada por el alza de los precios del petróleo 1, y con un clima de lucha social exacerbado en el movimiento obrero por las perspectivas de que un cambio político podía hacer posible conseguir mejores resultados, tanto en términos de salarios y condiciones de trabajo como de libertades sindicales. En los tres primeros meses de 1976, tras las elecciones sindicales de enero, que habían dado muchos jurados y enlaces a las candidaturas democráticas dominadas por Comisiones obreras, y en momentos en que había que renovar unos dos mil convenios colectivos –dos tercios del total-, hubo en España 17.731 huelgas, que implicaban 50 millones de horas perdidas, más de tres veces las de todo el año anterior. En unas semanas hicieron huelga el Metro de Madrid, RENFE y Correos. En algunos casos, además, las huelgas se asociaban a reivindicaciones políticas: en Sabadell, por ejemplo, la huelga se desencadenó el 25 de febrero como reacción contra la violencia que la policía había usado contra una concentración de maestros, padres y estudiantes. Fraga dijo que lo que había ocurrido allí era una ocupación de la ciudad equivalente a la de Petrogrado en 1917. Y aún vendrían momentos peores, a partir del 3 de marzo, cuando el desalojo de la iglesia de San Francisco de Asís, de Vitoria, donde se habían refugiado trabajadores en huelga de varias empresas, acabó con cinco muertos y muchos heridos, causados por la represión policíaca, como fruto, en parte, de la incompetencia del asesor de Fraga, Zarzalejos, que al recibir noticias de lo que sucedía se limitó a decir: “Esto es Vitoria. Aquí nunca pasa nada”2.
Este malestar social iba a ser el factor esencial de lo que sucedería en estos años, ya que la oposición contaba con él para conseguir la ruptura y el franquismo era consciente de que necesitaba desactivarlo para salvar lo que fuera posible de sus privilegios. No se puede entender el proceso de la transición si se limita a las negociaciones entre los dirigentes, ignorando el papel protagonista que tiene la lucha colectiva, nacida desde abajo, desde la calle y desde las fábricas, que está ahí presente mientras los unos tratan de dirigirla y los otros de frenarla.

Vayamos ahora a ver cómo procede cada uno de los tres actores de esta historia:

El primero, y el más directamente interesado en el cambio por razones personales era el rey. Juan Carlos había heredado un poder muy limitado, que los dirigentes del postfranquismo hubieran querido que fuese meramente simbólico, para lo cual pensaban mantenerle sujeto dentro del juego de un sistema legal que condicionaba sus posibilidades de actuación. El propio Franco ya le había advertido: “Vuestra alteza no podrá gobernar como yo”. Condenarse a aceptar un papel pasivo en un régimen que estaba en proceso de descomposición, y en medio de una situación que podía acabar desembocando en algo parecido a la “revolución de los claveles” portuguesa, había de preocupar forzosamente a quien compartía la doble experiencia familiar de un abuelo que hubo de abandonar el país en 1931, al término de siete años y pico de dictadura, y una esposa que pertenecía a una familia que había sido desalojada del poder por los militares griegos.
Para liberarse de estas limitaciones contó con dos golpes de suerte: el atentado contra Carrero Blanco y el hecho de que el “Caudillo” no sobreviviese hasta el 26 de noviembre de 1975, que era la fecha en que había de renovarse el cargo de presidente de las cortes.
Comencemos por el primero. El rey ha sostenido públicamente que no creía que, una vez coronado, Carrero fuese un obstáculo serio para su política reformista: “Pienso (...)-ha dicho- que Carrero no hubiera estado en absoluto de acuerdo con lo que yo me proponía hacer. Pero no creo que se hubiera opuesto abiertamente a la voluntad del rey.(...) Simplemente hubiese dimitido”3. Esta interpretación conviene a la versión rosa de la transición, pero no es verdad, ni el propio Juan Carlos se la cree. Es difícil creer en semejante mansedumbre por parte de un Carrero que en los últimos tiempos de su vida le decía a Emilio Romero que los partidos políticos no volverían nunca, aderezándolo con expresiones como aquella de que “es mejor morir desintegrado por una explosión nuclear que seguir viviendo, pero formando parte de una masa de esclavos sin Dios”4.
De cómo pensaba proceder respecto de Juan Carlos tenemos lo que le dijo a Gabriel Cisneros en 1970: “Le advierto a usted, Cisneros, que hemos tenido mucha suerte con este chico, porque ha salido católico, patriota y con una lealtad hacia el Caudillo fuera de toda duda. Pero si fuese de otro modo, tampoco habría graves motivos de preocupación porque con las leyes que tenemos...”5.
Josep Ramoneda me contó que el rey, que había acudido a Barcelona con motivo de una exposición sobre los 75 años de la radio, al ver unas fotografías de la muerte de Carrero le dijo en un aparte y en tono confidencial: “Si no hubiera pasado esto, ni tú ni yo estaríamos aquí”. Ramoneda le replicó: “Yo no, seguro, pero usted...?”. Y Juan Carlos aclaró: “No, porque me hubiera puesto unas condiciones tan difíciles que no hubiese podido aguantar”.
Respecto del segundo golpe de fortuna hay que recordar que de acuerdo con las reglas vigentes entonces la elección del jefe del gobierno, un cargo que hasta entonces habían desempeñado tan solo el propio Franco, Carrero y Arias, partía de una terna de nombres que el Consejo del reino, cuyo presidente era el presidente de las cortes, presentaba al Jefe del estado. Este escogía un nombre de la terna y nombraba un jefe del gobierno cuyo mandato tenía una vigencia de cinco años y que no era, por consiguiente, revocable por las cortes, que no le habían elegido.
La muerte de Franco salvó a Juan Carlos por seis días de lo que podía haber sido un grave contratiempo para cualquier proyecto de liberalización. El 26 de noviembre de 1975 vencía el período en que Rodríguez Valcárcel, un franquista duro que no hubiera hecho fácil la reforma, desempeñaba la presidencia de las cortes, un cargo que, como he dicho, llevaba aparejada la presidencia del Consejo del reino. Franco le había dicho a Valcárcel que pensaba ratificarlo, lo cual hubiese implicado que su mandato se prolongase otros cinco años y que en 1978, cuando venciese el período de presidencia del gobierno de Arias Navarro, pudiese presentar una terna integrada por franquistas duros, lo que hubiera dado un jefe de gobierno del mismo tipo que se mantendría en el poder hasta 1983.
Parece ser que ésta fue una de las razones de que la familia de Franco -con su yerno el doctor Martínez Bordiu, marqués de Villaverde, al frente- se esforzase en prolongar la vida del Caudillo con el fin de que llegase vivo al 26 de noviembre, obligándole a sufrir padecimientos tan crueles como innecesarios. Incluso después de que la hija de Franco hubiese pedido a su marido que le ahorrasen al padre más sufrimientos, que no podían servir ya para salvarle la vida, le volvieron a operar y hasta después de muerto, a las tres y media de la mañana del 20 de noviembre, Villaverde le hizo masajes al corazón intentando revivirle, lo que explica que la muerte no se anunciase hasta dos horas más tarde. No es que pensasen a estas alturas que la sucesión en Juan Carlos era reversible, pero por lo menos se aseguraban ocho años de tranquilidad.
Que Franco murieses seis días antes permitió a Juan Carlos escoger a Torcuato Fernández Miranda como presidente de las cortes, tras forzar a Rodríguez Valcárcel, en lo que parecen haber sido discusiones muy duras, a que no figurase en la terna para el cargo de presidente de las cortes que había de presentarle el consejo del reino.
Lo que Juan Carlos no podía hacer era cambiar por su cuenta a Arias, que había sido nombrado por Franco y que, de acuerdo con las leyes vigentes, debía permanecer todavía unos tres años al frente del gobierno 6. Librarse de Arias sólo lo consiguió con un enfrentamiento que le llevó a éste a dimitir. Fue entonces cuando Torcuato Fernández Miranda, que debía proporcionarle la terna para nombrar sucesor, le pudo proponer el nombre de Adolfo Suárez.
En su reciente libro sobre la transición Sánchez-Terán cuenta la historia de cómo el Consejo del reino escogió la terna como si hubiese sido un proceso de selección sin interferencias. Esta historia la conocíamos ya por las memorias de Osorio y sabemos hasta qué punto se debió a la habilidad de Torcuato que Suárez figurase, como el rey le había pedido, en la terna, con Federico Silva y Gregorio López Bravo 7.
Areilza, seguro de salir, lo estaba ya celebrando, sin pensar en que la familia real lo consideraba un traidor y le odiaba. Fraga, cuando supo el resultado, se encerró furioso en una habitación y se negó a ponerse al teléfono cuando el rey le llamó para ofrecerle la vicepresidencia del gobierno 8.
Hay un testimonio que muestra que Juan Carlos y Suárez tenían ya previsto el nombramiento antes de que el consejo presentase la terna. En los fragmentos del diario de Carmen Díaz de Rivera que nos han llegado hay esta anotación del 2 de julio de 1976, el día siguiente a la dimisión de Arias, y un día antes de que el Consejo del reino presentase la terna: “Juan Carlos está eufórico (...). Insisto en que hay que hacer la reforma en serio. Es tremendamente conservador”. A lo que añade: “Suárez está nervioso. En su euforia sólo piensa en algunos retoques. Así no vamos a ningún sitio”9. Y ya se sabe que el testimonio de esta mujer tiene un valor especial, como consecuencia de las íntimas relaciones que la unían a ambos personajes.
Este testimonio no sólo es interesante porque muestra que se contaba con el resultado por anticipado, sino porque permite ver que ninguno de los dos tenía muy claro todavía lo que había que hacer. La realidad obligó a Suárez a ir más allá de donde inicialmente hubiesen querido ir, no tanto en la legalización del Partido Comunista, que era una necesidad, sino en el tema de las autonomías, que irritó profundamente a los militares. De modo que, cuando llegó el momento de tranquilizarles, Juan Carlos echó a Suárez a los militares, diciendo delate de altos mandos del ejército –“Estoy harto de Adolfo”. Meses antes del 23-F éstos pueden haberlo entendido como un anuncio del “cambio de rumbo” que se intentó, con conocimiento del rey, el 23 de febrero de 1981. Falló este primer paso, pero pudo completarse después, gracias a la colaboración del PSOE, con la aprobación de la LOAPA. El gran mérito de Juan Carlos en toda esta operación habría sido el de haber conseguido mantener a los militares al margen.

Hablemos ahora, en segundo lugar, de los planes y la actuación del propio franquismo.

Franquismo:

La conciencia de la necesidad del cambio estaba presente hasta en los círculos más reaccionarios del franquismo. Cuando se produjo la última manifestación multitudinaria del régimen, el primero de octubre de 1975 en la Plaza de Oriente, cuando faltaban menos de dos meses para la muerte de Franco, mientras el Caudillo decía desde el balcón del palacio todo aquello de “una conspiración masónica izquierdista en la clase política en contubernio con la subversión comunista terrorista en lo social”, un diplomático, Luis Guillermo Perinat, al que Arias iba a enviar poco después a Londres, nos explica cómo vivió las cosas aquel día, desde el propio palacio, muy cerca de Franco y de los “príncipes de España”: “Me asomé a uno de los balcones del palacio. La Plaza de Oriente, en efecto, estaba llena; de ello se había ocupado la Organización sindical trayendo autobuses de toda España con gente que venía encantada a pasar un par de días de vacaciones pagadas a Madrid. En el balcón, a mi lado, estaba Mayalde, ex-alcalde de Madrid, ex-embajador en Berlín y ex-director general de Seguridad. También se quedó mirando la masa y pensativo me comenta: "Esto no significa nada; lo que hay que hacer ahora es convocar unas elecciones y ganarlas". Mayalde tenía razón porque el régimen ya estaba muerto"10.
Hay que recordar quién era Mayalde: José Finat y Escrivá de Romaní, conde de Mayalde, amigo de José Antonio y secretario político de Serrano Suñer, fue director general de seguridad en 1940 (como tal recibió a Himmler cuando vino de visita a España), fue más tarde embajador en Berlín, en pleno apogeo hitleriano, y después alcalde de Madrid, por designación personal de Franco, de 1952 a 1965, además de procurador en cortes y consejero nacional del Movimiento.
Hasta aquel momento no se había hecho todavía nada, porque el propio Franco lo bloqueaba. Cuando se habla del “espíritu” de febrero de Arias y el intento de crear asociaciones políticas, hay que recordar que su derrota se produjo muy pronto, en cuanto Utrera consiguió de Franco que el tema de las asociaciones no dependiese del gobierno, sino que fuese el Consejo nacional del movimiento quien las regulase.
Muerto Franco había que volver a empezar. El 13 de diciembre Arias formó un nuevo gobierno, con una combinación en que estaban, por una parte, Fraga, Areilza o Garrigues, reformistas conservadores, con gente próxima al rey como Osorio, Martín Villa o Suárez, y viejos franquistas duros como los militares o Solís. Cada grupo hacía su propia guerra, sin sintonizar con Arias, que navegaba solo y desconcertado, diciendo, por una parte, “hacemos el cambio o nos lo hacen” 11, mientras, por otra, declaraba ante la comisión mixta gobierno-consejo nacional: “Yo lo que deseo es continuar el franquismo. Y mientras esté aquí o actúe en la vida pública no seré sino un estricto continuador del franquismo en todos sus aspectos y lucharé contra los enemigos de España que han empezado a asomar su cabeza y son una minoría agazapada y clandestina en el país”. Fraga y Areilza se indignaron al oír esto y estuvieron a punto de marchar de la reunión12.
Fraga tenía un complejo proyecto de reforma que exigía la aprobación de toda una serie de leyes y desembocaba en un sistema de dos cámaras, Congreso y Senado, con potestad legislativa y con los mismos poderes. La gracia del sistema de Fraga era que mantenía los cauces de participación del franquismo: familia, sindicato y municipio. Estaba pensado para conseguir que las cortes franquistas y el ejército lo aceptaran, ya que era una reforma para llegar a la democracia a la manera occidental en dos etapas. En la primera el Congreso sería elegido por el sufragio del tercio familiar, mientras que el senado lo compondrían representantes elegidos por las provincias, con otros de los sindicatos y otros designados por diversas instituciones y por el rey 13.
Torcuato quiso boicotear el proyecto de Fraga para proponer el suyo y la solución que encontró fue la de conseguir que el texto que había de presentarse a las cortes lo elaborase una comisión mixta entre el gobierno y el Consejo nacional del movimiento, que fue la que, a propuesta de Suárez, se creó en febrero de 1976, y que era la mejor forma de paralizar las cosas, ya que no se podía esperar que los jerarcas del movimiento aceptasen muchos cambios 14.
Todo lo que se consiguió por este camino fue que las cortes aprobasen el 9 de junio de 1976 la nueva ley de Asociaciones políticas, que quedó reducida a la nada cuando se negaron, en cambio, a aprobar las modificaciones a los artículos 172 y 173 del código penal que eran necesarias para garantizar la libertad de asociación, sin lo cual no se podían legalizar ni los partidos ni los sindicatos.
En vista de lo cual se renunció a sacar adelante una ley de reforma política, que se vio que era inviable, y se propuso hacer una ley “para la reforma política”, como un mero instrumento para seguir adelante, definiendo los mecanismos para una discusión posterior de la reforma. También esta ley que podemos llamar instrumental tenía que pasar por el consejo, antes de ser aprobada por las cortes y sometida a referéndum. Porque conviene tener claro que todo este proceso se produjo dentro de la más estricta legalidad franquista. Como diría Suárez más adelante: “Esa gran meta de la recuperación de la libertad implicaba también un importante aspecto formal: la reforma tenía que hacerse a partir de la propia legalidad vigente. Era una reforma desde la legalidad y para cambiar la propia legalidad, pero no una convulsión a costa de la legalidad misma. Para mí, esto era una premisa ética, puesto que el Rey y yo mismo habíamos jurado acatar las Leyes fundamentales del anterior régimen, que incluían un mecanismo muy concreto para su modificación, como una imperiosa necesidad: la de asumir la realidad española, la carga emocional del pasado y con ella toda la historia de España, puesto que muchas instituciones difícilmente habrían aceptado una ruptura de la legalidad que cuestionara los propios cimientos de su presencia cotidiana en la vida española”.
Como dijo Fernández Ordóñez: “Todo el poder legislativo está en las actuales Cortes. El aparato institucional del Régimen, las Cortes, el Consejo Nacional del Movimiento, el Consejo del Reino, la Organización Sindical y la Secretaría General del Movimiento están ahí, inconmovibles, y cualquier cambio debe hacerse desde ellos y contando con ellos. El problema básico con el que se encuentra el Gobierno, dejando ahora el tema de lo que quiera hacer, es precisamente el punto de partida y las reglas de juego establecidas”.
En el consejo nacional del movimiento se le hicieron muchas objeciones al proyecto de ley, pero el sistema de las cortes franquistas dejaba la decisión final al jefe del gobierno, ya que consideraba las objeciones que pudieran hacer los procuradores como meramente consultivas, sin que fuesen vinculantes. En su última sesión el consejo aprobó el proyecto del gobierno por 80 votos a favor, 13 en contra y 6 abstenciones.
Torcuato, que sabía que las comisiones de las cortes, y en especial la de Leyes Fundamentales, podían obstaculizar la marcha de la ley, recurrió al “procedimiento de urgencia”, que implicaba que el proyecto debía pasar directamente al pleno y había que votarlo en bloque 15. Se necesitaban dos tercios de los votos de los procuradores presentes y se hizo todo lo posible para asegurarlos, desde ofrecer lugares en el futuro senado o en las empresas públicas, hasta enviar una semana antes a todo un grupo de procuradores, entre los que predominaban los de oposición a la reforma, a un viaje en barco a Panamá y Cuba. La ley fue aprobada por 425 votos a favor, 59 en contra y 13 abstenciones. Faltaba sólo el referéndum, que se fijó para el 15 de diciembre de 1976.
Emilio Romero ha aclarado:
Se ha dicho, generalmente, que aquellas Cortes del franquismo, que aprobaron la ley (…) consumaron un harakiri. No fue exactamente así, aunque luego resultara que lo fue, en cuanto a los hechos”. Lo que se estaba haciendo “transmitía confianza”: “en primer lugar el Rey, y después un Gobierno que tenía un presidente de lealtades tradicionales al sistema, y en cuyo Gobierno había un vicepresidente militar, y los tres Ministerios de las Fuerzas Armadas estaban en manos de militares biográficamente ilustres. Los ministros de aquel Gobierno se habían hecho en los cascarones del Régimen. Al mismo tiempo la Ponencia de las Cortes que defendía la Ley estaba constituida por Miguel Primo de Rivera, sobrino de José Antonio; Fernando Suárez, una gran personalidad política, y antiguo ministro; una relevante miembro del Consejo Nacional y procedente de la Sección Femenina de la Falange, que era Belén Landaburu, y un dirigente sindical obrero del sindicalismo vertical, que era Manuel Zapico. Aquellas gentes de las Cortes pensaban que la reforma hacia la democracia ofrecía las garantías y los respaldos necesarios. Cambiaría el escenario, y el decorado, pero no los actores y, escasamente, el texto en su parte principal. Las incorporaciones eran deseadas, siempre que no fueran rupturistas. Su voluntad –por todo ello- no fue la de hacerse el harakiri, sino que se lo organizaron otros”.

El referéndum se ganó y Suárez salió de él en una posición de fuerza, mientras los partidos de la izquierda, que habían intentado boicotear el referéndum, porque seguían soñando en la ruptura, dejaron de actuar conjuntamente para buscar su propia salida cuando en abril de 1977 se anunció que iba a haber unas elecciones en junio. Mientras Suárez publicaba una serie de leyes de reforma, consensuadas con una “comisión de los nueve” de representantes de la oposición 16, negociaba también por separado con los diversos partidos, que se fueron legalizando hasta que en plena Semana Santa le tocó el turno al PC, ante la irritación de los norteamericanos y la indignación de los militares, que se consideraron engañados.
El paso siguiente fue, para Suárez, organizar un simulacro de partido propio, como fue UCD, que era en realidad una coalición de quince grupos distintos –desde el Demócrata cristiano a Acción regional extremeña- y que nunca llegó a ser un partido, pero que le sirvió para ganar unas elecciones a las que acudía contando con el decisivo apoyo de la maquinaria administrativa y gubernamental existente, que no se había cambiado, y en especial con los gobernadores civiles, además de tener el control de la televisión. Hasta Cuadernos para el diálogo denunció lo que tenía de fraudulento que Suárez se organizase unas elecciones desde el gobierno de esta manera. Pese a lo cual estuvo muy lejos de alcanzar la arrolladora victoria que esperaba. Al propio tiempo, un Torcuato Fernández Miranda desengañado por su marginación, dimitía de la presidencia de las cortes.
Se había cumplido lo que pedía Mayalde en el balcón de la Plaza de Oriente: el último ministro secretario del Movimiento había organizado unas elecciones y las había ganado.


La izquierda: el PCE

El PCE había comenzado la travesía del franquismo manteniendo los principios avanzados que defendía en la época del Frente popular: régimen republicano, reforma agraria, derecho de autodeterminación… Unos principios que se mantuvieron fosilizados en sus programas, mientras se esperaba el momento revolucionario de la llegada al poder.
Desde el viraje de la “Política de reconciliación nacional” de 1956, sin embargo, los dirigentes del exilio revisaron sus opciones inmediatas y apostaron por un tipo de acciones a corto plazo que, incidiendo sobre un régimen que creían mucho más débil de lo que era en realidad, podían provocar su caída. Al margen de la retórica de los grandes pronunciamientos, lo que se buscaba era fundamentalmente la agitación, como preparación de la “huelga nacional” que había de acabar con el franquismo.
El resultado fueron desastres como los de la Jornada de Reconciliación Nacional de 1958 o la Huelga Nacional Política de 1959, nacidas de los delirios de unos políticos tan alejados de la realidad que creían que bastaba con pronunciar unas consignas revolucionarias para conseguir una respuesta general. La fuerza que salvó al PCE en esos años de desorientación fue el nacimiento y desarrollo de Comisiones Obreras. Pero ni siquiera el contraste entre la eficacia de Comisiones y los repetidos fracasos de las movilizaciones organizadas por el partido sirvió para que los dirigentes entendieran la necesidad de elaborar una política adecuada a las realidades del país. Lo que hubo en los años siguientes fue sobre todo un intento de revisar y mejorar la táctica de acoso y derribo del franquismo.
No andaba mejor el PSOE, debilitado y dividido. El caso es que, cuando llegaron los momentos en que había que tomar las grandes decisiones, ni los unos ni los otros parecían tener una idea clara de lo que había que hacer. Basta con seguir la historia de sus fantasmagóricas asociaciones, comenzando por la Junta democrática, fundada en junio de 1974, en que Carrillo colaboraba con personajes tan poco democráticos como Calvo Serer (a quien conquistó con afirmaciones como la de que el Opus y el PCE tenían muchas cosas en común, que por lo menos resulta reveladora de la forma en que concebía el partido, supongo que asumiendo él personalmente el papel del padre Escrivá), el notario García-Trevijano o el pretendiente Carlos Hugo (que entró en el juego después de que su rival en la disputa de la corona, Juan de Borbón, bien aconsejado, renunciase a incorporarse), y a la que se habían unido una serie de grupos y colectivos informales y un considerable número de personas que se asociaban individualmente, sin voluntad de afiliarse a ningún partido en concreto.
Tan incoherente como esta era la Plataforma de convergencia democrática dirigida por Felipe González, quien se negó a sumarse a la Junta, denunciándola como una alianza interclasista con una posición de derechas y burguesa, y creó por esto, como alternativa, una alianza supuestamente revolucionaria en que figuraban Ruiz Jiménez y el Partido Nacionalista Vasco, y que ofrecía en su programa un estado de estructura federal con reconocimiento del derecho de autodeterminación de sus integrantes.
Finalmente las dos organizaciones decidieron unir sus escasas fuerzas en marzo de 1976, en aquella Coordinación democrática que era conocida popularmente como la Platajunta, a la que se sumarían más adelante entidades y personalidades diversas para componer la Plataforma de Organizaciones Democráticas.
La debilidad de esta oposición se pudo ver ante su fracaso al oponerse al referéndum que había de aprobar la Ley para la reforma política de Suárez. Fracasó el PCE con la huelga general del 12 de noviembre de 1976, que se pretendía que fuese “la mayor movilización de masas conocida en cuarenta años”17 y fallaron todos juntos al pedir la abstención y encontrarse con que hubo una participación en el referéndum de cerca de un 78 por ciento del electorado y una aprobación del 94 por ciento.
Un Suárez en una posición de fuerza comenzó ahora a negociar, no sólo con los organismos unitarios de la oposición, a través de la llamada comisión de los nueve, sino también bilateralmente con sus diversos miembros. En la nueva situación creada por la perspectiva de unas elecciones, que en abril de 1977 se anunció que se iban a celebrar en junio, Felipe González se mostraba dispuesto a aceptar que se fuese a ellas manteniendo al Partido comunista en la ilegalidad. Mientras que al PCE, cuya ilegalidad le impedía beneficiarse del acceso a los medios que implicaba la campaña electoral, el riesgo de marginación le llevó a multiplicar los gestos de moderación y a prepararse para negociar en circunstancias desfavorables.
Suárez mientras tanto conseguía que se aprobase una ley electoral que favorecía a las provincias menos pobladas y más conservadoras (en Soria les tocaba un diputado por cada 24.950 habitantes; en Barcelona, uno por cada 91.211), estableciendo un sistema que sigue siendo hoy un impedimento para que las elecciones representen realmente la voluntad de los españoles, pero que el PSOE no ha tenido ningún inconveniente en mantener, porque favorece el juego del bipartidismo (así, en las primeras elecciones, UCD y PSOE, que sumaron poco más del 60% de los votos se repartieron el 80% de los diputados). En abril se disolvió, desde un punto de vista formal, el Movimiento, que había quedado vacío de contenido. El paso siguiente era la legalización del PCE, que se produjo en semana santa. En estas condiciones no tiene nada de extraño que Carrillo hubiese de aceptar todo lo que Suárez quiso imponerle, como fue, según Osorio, “que reconozca públicamente la monarquía, la bandera roja y gualda y la unidad de España, las dos primeras cosas aún no aceptadas explícitamente por el partido socialista, colocándole a éste en una situación difícil” 18.
Conviene insistir es que estos pactos fundamentales de la transición no se negociaron entre partidos, sino entre un reducido número de dirigentes que actuaban sin consultar a sus organizaciones ni contar con ellas. Fueron acuerdos establecidos a título meramente personal, como reconocería Fernando Abril Martorell al sostener que ”nuestra transición la protagonizaron individuos y no partidos” 19.
Pero ¿por qué, si el PCE era tan débil, le importaba a Suárez contar con él? No lo necesitaba, por supuesto, de cara a su aliado norteamericano, a quien debió parecerle que iba demasiado lejos, como se puede deducir de lo que escribió Kissinger en el último volumen de sus memorias, publicado en 1999, donde afirmaba que “Franco había hecho preparativos muy sensatos para su sucesión, restableciendo la monarquía e iniciando los primeros pasos de procedimientos democráticos”, lo cual, aparte de ser una muestra más del cinismo del personaje, significa que al gobierno norteamericano de Gerald Ford no le hacía falta ninguna transición que fuese más allá de Arias 20. La suerte para Suárez, que hizo entonces un oportuno viaje a los Estados Unidos, fue que en enero de 1977 comenzó la presidencia de Carter, más dispuesto a asumir el proyecto de la transición española.
A Suárez le convenía meter al PCE en el juego porque había de ser una pieza fundamental para los problemas que hasta ahora se habían dejado aparcados: los de una situación económica desastrosa, que requería unos pactos sociales en los que había que tener parte fundamental la que entonces era la única sindical con auténtica fuerza, que era CC.OO., a la que el partido comunista se encargó muy pronto de contener, para que no pusiera en peligro sus negociaciones políticas 21. Lo que fue, posiblemente, el mayor de sus errores en la transición: el de haber aceptado el papel de apaciguador, a cambio de las míseras concesiones personales que sus dirigentes iban a recibir, en lugar de apoyarse en la fuerza de la calle para llevar más adelante el cambio.
Fue precisamente en este nivel de negociaciones donde se produjo el acuerdo en que el valor de la legalización del Partido comunista demostró toda su utilidad: la firma, en octubre de 1977, de los llamados genéricamente Pactos de la Moncloa, que suscribieron los partidos, y no los sindicatos, aunque era a los militantes de estos a quienes correspondía pagar el precio del compromiso. No resulta difícil entender La indignación que produjeron en Comisiones Obreras las concesiones hechas en un acuerdo en cuya negociación no sólo no habían participado, sino que ni siquiera se les había consultado.
Sánchez Terán aclara en su nuevo libro la génesis de los pactos. La situación económica era grave y Fuentes Quintana, con la ayuda de Manolo Lagares y de Luis Ángel Rojo, redactó un “Programa de saneamiento y reforma económica” que los ministros aprobaron. Una parte del gobierno pensaba que debía ser llevado al parlamento y votado, pero Fuentes arguyó que no bastaba con una mayoría, sino que se requería un consenso más amplio que sólo podía obtenerse negociando con los diversos grupos parlamentarios. Estos se reunieron y Sánchez-Terán dice que el apoyo más importante lo dieron Carrillo y Tamames, que lo aprobaron rotundamente. Quien discrepó fue Fraga, que dijo que la política económica debía fijarla el gobierno, arrostrando después la impopularidad de las medidas. Felipe González se mostró más reticente. Pero en definitiva el programa se aprobó y entonces vino el momento de redactar los Pactos de la Moncloa, que comprendían dos acuerdos, el Económico, que fue aprobado casi por unanimidad en las cortes, y el Político, que fue rechazado por Alianza Popular 22.
Se suelen hacer elogios encomiásticos de los pactos que resaltan cuán importante fue para la recuperación de la economía española la aceptación por parte del movimiento obrero de una serie de renuncias, a cambio de las cuales sólo se le ofrecían promesas que nunca se materializaron. Porque, como ha reconocido recientemente uno de sus negociadores: “Es cierto que no se llevaron a la práctica muchos de los acuerdos adoptados, entre otras razones porque se dejó en las exclusivas manos del gobierno su ejecución, sin crearse ningún órgano de control o seguimiento que vigilase el cumplimiento de lo establecido”23.
Yo recuerdo haber asistido en Barcelona a un discurso en que Carrillo vino a decirnos que los pactos, recién firmados entonces, implicaban grandes conquistas para la clase obrera –a cambio, claro está, de aceptar la limitación salarial- y que abrían las perspectivas de un futuro de transformación hacia la mítica “democracia económica y social”. Pero ¿cómo podía ser así, si se les había olvidado preocuparse del cumplimiento de las contrapartidas?
Rendidos desde arriba con armas y bagajes ¿qué futuro se les podía ofrecer a los comunistas? Dos piezas de retórica carrillista vinieron a definirlo. La primera fue Eurocomunismo y estado, un bestseller de literatura de política-ficción, donde se daba como seguro que en la Europa de aquel tiempo las fuerzas socialistas podían acceder al gobierno “y sucesivamente al poder” –insisto en este matiz- a través del sufragio universal 24, lo que era una afirmación totalmente descabellada para quien tuviera un conocimiento mínimo de las realidades de la guerra fría, a la que le quedaban todavía muchos años de vida. El desarme ideológico que había de permitir que el PCE se convirtiera en una fuerza aceptable para participar en el gobierno, e iniciar así el camino para acceder al poder e instaurar el socialismo desde arriba, iba a culminar con el abandono del leninismo, en una decisión anunciada personalmente por Carrillo en noviembre de 1977, durante su viaje a los Estados Unidos.
Lo que se contaba con realizar, una vez el partido se hubiese instalado en el poder, aparecía definido en el llamado Manifiesto-programa de 1977, que pretendía recuperar “la experiencia pluripartidista y democrática del Frente Popular” de la Segunda República, que calificaba, con mucha imaginación y escaso acierto histórico, como “un régimen democrático nuevo, ya no capitalista, orientado hacia el socialismo”. De esta fantasía histórica se pasaba a una utopía inverosímil, bautizada como “Democracia económica y social”, con una república federal con derecho de autodeterminación para Cataluña, Euskadi y Galicia, y reconocimiento de situaciones específicas para Navarra, Valencia, Baleares y Canarias; con “planificación democrática de la economía”, “transformación democrática de la agricultura”, si es que eso quiere decir algo, y la promesa de toda suerte de derechos y prestaciones para los ciudadanos, aderezadas con muestras de tolerancia tan poco habituales en un programa socialista como la de ofrecer enseñanza religiosa a las familias que la deseasen25.
El primer problema con que nos encontramos es que este no era un programa político posible en la Europa de 1977 y, menos aun, en la España de 1977, en que el PSOE, mucho más razonablemente, se había olvidado de los planteamientos radicales de la Plataforma para acomodarse al papel de izquierda moderada de la monarquía, en una jugada que iba destinada a asegurarse una supremacía en el campo de las fuerzas de izquierda que nadie hubiese creído posible ante la fuerza real que en 1975 tenían el PCE y Comisiones Obreras. Culminando el engaño unitario en que Carrillo se había dejado atrapar, el PSOE se negó ahora a aceptar la unidad sindical y comenzó el proceso destinado a erosionar y marginar a Comisiones.
En el PC se pudo ver entonces que entre la práctica cotidiana del politiqueo y la utopía del Manifiesto-programa no había nada. Había, en todo caso, una dirección que en el día a día renegaba de casi todo lo que había sostenido en sus programas a lo largo del franquismo, defraudando con ello a quienes se habían jugado la libertad y hasta la vida en una lucha que creían que iba a tener objetivos más ambiciosos que los de asegurar unos pocos escaños de diputado a sus dirigentes.
Cuando las elecciones se obstinaron en seguirle negando al PCE el acceso al gobierno, y demostraron cuán ilusoria era su aspiración de llegar por esta vía “al poder”, sus militantes se encontraron con un panorama incierto, equipados con un proyecto utópico que no servía para nada, sin un programa realista, fundado en el análisis de los problemas reales del país, que definiese el papel que podían desempeñar en el futuro.

Examinadas las cosas desde este punto de vista, no hay duda de que, de los tres participantes en el juego, fueron la monarquía y los herederos del franquismo los ganadores iniciales de la transición. Las bases del poder social del franquismo siguen todavía incólumes, como lo demuestran los millones de votos que obtiene el Partido Popular, que cuenta, como el viejo franquismo, con el respaldo incondicional de una Iglesia cuya jerarquía sigue en posiciones reaccionarias que nada tienen que envidiar a las de los obispos beligerantes de la guerra civil. El PSOE, que aceptó el papel de izquierda monárquica moderada, se acomodó sin demasiadas dificultades al juego del bipartidismo útil, renunciando a sus tradiciones de lucha social. El PCE, que vendió su herencia por una magra participación en el juego parlamentario, se suicidó.
Los grandes perdedores fueron, sin embargo, quienes lucharon durante los años del franquismo no sólo por recuperar las libertades democráticas, que eso sí lo consiguieron, sino también por transformar la sociedad, siguiendo en la dinámica iniciada en 1931 e interrumpida en 1939. Su larga lucha contra el franquismo fue la fuerza que obligó a cambiar las cosas, pero no se les tuvo en cuenta a la hora de firmar pactos. Tal vez conviniera, para salir del desencanto político en que la sociedad española en su conjunto está instalada, comenzar a recuperar algo de lo mucho a que se renunció de 1976 a 1978, comenzando por la tarea de reinventar una izquierda que hoy no existe.



Josep Fontana
1 Como lo reconoce Salvador Sánchez-Terán en La transición. Síntesis y claves, Barcelona, Planeta, 2008, p.206.
2 Nicolás Sartorius y Alberto Sabio, El final de la dictadura. La conquista de la democracia en España, noviembre de 1975-junio de 1977, Madrid, Temas de Hoy, 2007, p. 74; Sánches-Terán, Transición, pp. 80-86.
3 José Luis de Vilallonga, El rey. Conversaciones con D.Juan Carlos I de España, Barcelona, Plaza & Janés, 1993, p. 210.

4 Citado por Rafael Borrás Betriu, La guerra de los planetas, Barcelona, Ediciones B, 2005, p. 148.

5 Tom Burns, Conversaciones sobre la derecha, Barcelona, Plaza & Janés, 1997, p. 110.

6 Preston, Juan Carlos, pp. 337-366.

7 Sánchez-Terán, Transición, p. 116-117 y Alfonso Osorio, Trayectoria de un ministro de la Corona, Barcelona, Planeta, 1980, pp. 126-129.

8 Pérez Escolar, Memorias, pp. 196-197 y 204-206.

9 Ana Romero, Historia de Carmen, Memorias de Carmen Díez de Rivera, Barcelona, Planeta, 2002, p. 97.

10Luis Guillermo Perinat, Recuerdos de una vida itinerante, Madrid, Compañía Literaria, 1996, p. 161.
11 Osorio, Trayectoria, p. 28.

12 El general Armada le explicó a Jesús Palacios que “Un día le dijo [Arias al rey] que él era republicano. Eso le había molestado muchísimo” 23-F: El golpe del Cesid, p.61.

13 Sánchez-Terán, Transición, pp. 102-103.

14 Sobre esta etapa, Javier Tusell y Genoveva G. Queipo de Llano, Tiempo de incertidumbre, Barcelona, Crítica, 2003; sobre la comisión mixta, José María de Areilza, Crónica de libertad, Barcelona, Planeta, 1985, pp. 184-185.

15 Sánchez-Terán, Transición, p. 105.
16 Sánchez-Terán, Transición, pp. 159-163.

17 Salvador Sánchez-Terán, De Franco a la Generalitat, Barcelona, Planeta, 1988, pp. 184-190; la frase procede de una directiva de Simón Sánchez Montero, citada en la p. 189.
18 Osorio, Trayectoria política, p. 282.

19 Fernando Jáuregui y Pedro Vega, Crónica del antifranquismo, Barcelona, Planeta, 2007, pp. 874-886 y 977-994; Álvaro Soto Carmona, ¿Atado y bien atado? Institucionalización y crisis del franquismo, Madrid, Biblioteca Nueva, 276-291; Gregorio Morán, Miseria y grandeza del Partido Comunista de España, 1939-1985, Barcelona, Planeta, 1986, pp. 506-542; José Vidal-Beneyto: Memoria democrática. Madrid, Foca, 2007; Antonio Lamelas, La transición en Abril, Barcelona, Ariel, 2004, p. 76, etc.
20 Henry Kissinger, Years of renewal, New York, Simon and Schuster, 1999, p. 632.

21 Frenando, por ejemplo, la escalada de las huelgas. Véase, por ejemplo, Víctor Díaz-Cardiel et al., Madrid en huelga, 1976, Madrid, Ayuso, 1976, p. 39, cita que me proporciona Ferran Gallego.

22 Sánchez-Terán, Transición, pp. 208-211.
23 Nicolás Sartorius y Alberto Sabio, El final de la dictadura. La conquista de la democracia en España, noviembre de 1975-junio de 1977, Madrid, Temas de Hoy, 2007, p. 140.

24 Santiago Carrillo, Eurocomunismo y estado, Barcelona, Crítica, 1977, p. 122.

25 Partido Comunista de España, Manifiesto-Programa del PCE. Madrid, Comisión Central de Propaganda del PCE, 1977.