Son numerosas las noticias recientes que advierten del rearme de la que, frente a la llamada “memoria histórica”, se ha dado en llamar “la otra memoria”, que es la de siempre. La última se refiere a una decisión del Juzgado de lo Contencioso Administrativo nº 2 de Sevilla sobre la calle José María Osborne.
De manera resumida, el ayuntamiento, en aplicación de la Ley de Memoria Histórica (2007), decidió en 2009 eliminar varios nombres de calles, entre ellos ese. Unos meses después, en enero de 2010, su sobrino, el abogado Enrique Osborne Isasi, declaraba al ABC que su tío “era un simple señor que luchó en uno de los dos bandos por sus ideales y le tocó morir”, y añadía que “se le podrá quitar la calle pero no en aplicación de la Ley de Memoria Histórica. Yo no estoy dispuesto a tragar, la gente lo hará pero yo no estoy dispuesto (…). No pienso consentir el revanchismo con mi tío”. De ahí el recurso por el que solicitó la reposición, además del de su tío, de varios nombres (Carrero Blanco, Utrera Molina, General Merry, Ramón de Carranza, Víctor Bejarano, Domingo Tejera, Mariano Mota, Pedro Gual Villalbí, Pedro Gutiérrez Calderón y Joaquín Benjumea Burín) y la aplicación de la mencionada ley a las calles dedicadas a José Díaz y a Dolores Ibarruri.
Lo que llama la atención no es la petición de este hombre, sino los argumentos utilizados por el juez José Luque Teruel para darle la razón en lo referente a Osborne. Leemos en la sentencia, no sin cierto asombro, que “la mayoría de los sevillanos probablemente asocien el apellido Osborne a (…) las referencias que el apellido pueda sugerir (bodegas, vino, toros, etc.)”. También que en este caso la Ley de Memoria “no se ha interpretado adecuadamente”, ya que Osborne “en el alzamiento no participó como promotor o dirigente, sino que se unió a él como piloto civil y luego militar”, y que, por tanto, su nombre no pervive como símbolo del golpe, la guerra y la represión. Concretamente sobre esta última, el juez especifica que “de la represión franquista no pudo serlo, ya que murió en 1938; por lo que solamente se podría constituir (…) como símbolo de la Guerra Civil”. Y sobre estas impresiones –cuesta trabajo creerlo, pero así es– se sustenta el fallo judicial.
José María Osborne Vázquez fue uno de los pilotos del selecto Aero Club que se sumó al golpe militar desde el primer momento, participando en los bombardeos que prepararon el terreno a las columnas facciosas enviadas por Queipo sobre los pueblos del suroeste. Su radio de acción fue muy amplio. Sería curioso ver su cuaderno de navegación. Osborne no fue “asesinado en la guerra cuando tenía 31 años”, como declaró su sobrino al ABC, sino en acción de guerra, ya que su avión fue derribado a finales de diciembre de 1938 en Tudela del Segre, en Lérida. En la misma sentencia se recuerda en qué se basó la decisión de dedicarle una calle tras la Guerra Civil: “Poseía el título de aviación civil cuando estalló el Movimiento Nacional y era dueño de una avioneta (…). A las 2 de la madrugada del 19 dejulio se presentó al General D. Gonzalo Queipo de Llano ofreciéndole su actuación personal y su avioneta (…). Fue el día 25 de julio cuando comenzó sus servicios y a partir de ese día realizó 48 de enlace y 68 de guerra (…). Era de admirar el entusiasmo con que realizó durante un mes vuelos nocturnos, especialmente sobre D. Benito y Villanueva, así como los que ejecutó más tarde siendo piloto de un Junkers, en la escuadrilla de las Marías, sobre Madrid, Arganda y Brunete”.
Dicho esto, podemos plantearnos la validez de los argumentos del juez Luque Teruel. ¿Acaso no está claro el grado de implicación de Osborne en el golpe desde primera hora? ¿Y qué decir acerca de que su nombre no puede ser asociado a la represión porque murió en 1938? Los efectos sobre las poblaciones de los bombardeos realizados por los pilotos del Aero Club desde los primeros días fueron parte esencial del plan de terror inicial proyectado e impuesto por los golpistas.
El ayuntamiento tenía razón cuando decidió eliminar el nombre de José María Osborne del callejero sevillano por aplicación de la Ley de Memoria Histórica. Se entiende que su sobrino piense que era una persona admirable y digna de dar nombre a una calle, igual que se entiende que una sociedad democrática decida que dicho nombre no debe servir para designar calle alguna y prefiera ceder ese espacio a otros nombres, incluidos –por qué no– aquellos de quienes desde el republicanismo, el socialismo, el comunismo o el anarquismo se opusieron y dieron su vida por la libertad y la democracia. Lo que no hay modo racional de entender es el fallo del juez Luque Teruel. El asunto se torna puro esperpento cuando nos enteramos por Ángel Munárriz (Público, 26-09-2011) de que el rótulo de la calle nunca se ha llegado a quitar (¡tras dos años y medio!). El detalle viene a ser toda una alegoría de lo ocurrido con la Ley de Memoria Histórica.
Hay que decir, no obstante, que ya ocurrió lo mismo con el “Escritor Pemán”, olvidando su responsabilidad en la depuración de la enseñanza; con el “Aviador Ruiz de Alda”, sin tener en cuenta que fue el cerebro del aparato militar de Falange, o, por parte de la Hermandad de la Macarena, con el “Hermano Mayor Honorífico” Queipo, responsable de la desaparición de miles de personas en el suroeste. A este paso llegará el día en que alguien proponga recuperar el nombre de Franco en relación con sus actividades artísticas o cinegéticas.
Francisco Espinosa Maestre
Historiador
Como siempre Francisco Espinosa dando en el clavo. Es in placer leerle. A ver cuando lo traen a Badajoz para darnos una charla
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