Imagen de Mendiola, en primer plano a la izquierda, junto a otros compañeros.
El coronel Leocadio Mendiola Núñez, el único aviador al que la Segunda República concedió la Placa Laureada de Madrid, era extremeño. Nació en Badajoz el 8 de febrero de 1909.
"No existe en toda el Arma un ejemplo de constancia en el servicio como el del mayor Mendiola, habida cuenta que vuela desde los comienzos de la guerra ininterrumpidamente". El teniente coronel Alfonso de los Reyes y González Cárdenas, en funciones de juez instructor, ponía así punto final en la Gaceta de la República del 31 de agosto de 1938 al expediente abierto para determinar si el aviador Leocadio Mendiola Núñez era merecedor de la Placa Laureada de Madrid, la más alta condecoración, por "hechos heroicos realizados por cualquier ciudadano en actos de guerra o considerados como tales". Y era merecedor. Pero Mendiola, que bombardeó a la Legión Cóndor nazi y al acorazado Deutschland, jamás recibió la medalla.
"Hubiera llevado muy orgulloso sobre mi pecho la Laureada por estar muy bien ganada", declaró Mendiola en 1998, poco antes de morir. Su familia es partidaria de que el Gobierno idee alguna fórmula para materializar la distinción de la que se hizo acreedor el militar. Porque el único honor con que fue distinguido en vida fue el hecho de que el Ayuntamiento de Badajoz, su tierra natal, bautizase una calle con su nombre en 1995, en una urbanización a la entrada de la barriada de Suerte de Saavedra, paralela a la Carretera de Sevilla, de la capital pacense.
Leocadio, hijo de un sargento de Infantería, nació el 8 de febrero de 1909. Tras ingresar como voluntario en el cuerpo de ingenieros de Aviación, fue destinado en julio de 1926 al aeródromo madrileño de Cuatro Vientos, ascendiendo a sargento al año siguiente. En los años posteriores realizó el curso de piloto en Alcalá de Henares y más tarde el de ametrallador-bombardero. Después de diversos destinos en León y Sevilla, solicitó su traslado en junio de 1935 al Grupo 31 de Getafe (Madrid), donde un año después le sorprendió la Guerra Civil.
Desde el estallido del conflicto, Mendiola destacó por su actuación, primero en los frentes de la sierra y luego en la defensa de Madrid, siendo uno de los primeros pilotos españoles que formaron en la escuadrilla de bombarderos Túpolev SB-2, más conocidos como Katiuskas, cuyos jefes eran rusos. Su coraje y audacia en las batallas del Jarama y de Brunete le valieron sucesivos ascensos. Luchó en Teruel al mando del Grupo 24 de Katiuskas, ya con el empleo de comandante, y tras la batalla del Ebro siguió contribuyendo a los desesperados intentos de frenar el avance de las tropas del general Francisco Franco y los sublevados contra la República.
Una de las acciones más relevantes protagonizas por el bravo piloto fue el bombardeo, el 29 de mayo de 1937, del acorazado alemánDeutschland en aguas próximas a Ibiza, causándole numerosas bajas. Adolf Hitler decidió vengar dos días después este ataque a su flota con una acción de represalia: una lluvia de fuego sobre la ciudad de Almería a cargo de una flotilla dirigida por el acorazado Admiral Scheer, que dejó decenas de muertos y heridos.
Pero quizá la hazaña más conocida del aviador Mendiola es el ataque efectuado el 16 de diciembre de 1938 sobre el aeródromo de La Sénia (Tarragona), donde estaba acantonada la Legión Cóndor nazi, autora de la terrible acometida realizada el 26 de abril de 1937 sobre la población civil de Gernika (Vizcaya). Este episodio, que se saldó con varios cientos de víctimas, llegaría a convertirse en un símbolo mundial de los horrores de la guerra gracias al cuadro pintado por Pablo Picasso. El piloto republicano, que se jugó el cuello con la temeraria incursión contra el nido de la Legión Cóndor, fue recompensado con el ascenso a teniente coronel.
En una entrevista concedida al coronel Vicente García Dolz, publicada en la revista Aeroplano en 1999, Mendiola recordaba así aquel episodio que tanto marcó su propia biografía: "Tenía metida en la cabeza la idea de bombardear a los alemanes en su propia madriguera. Eso constituía una acción bélica realmente histórica. En La Sénia, la Legión Cóndor había concentrado toda su aviación de caza y gran número de bombarderos. Tenían cubierto todo su espacio aéreo por moderna artillería antiaérea... La Jefatura de Aviación no quería autorizarme tal bombardeo, pues estimaba que constituía un suicidio. Yo le recordaba que los alemanes tenían dos grandes deudas con la República: el bombardeo aéreo sobre Gernika y el naval sobre Almería. A todo ello añadía yo la deuda personal del Deutchland sobre mis Katiuskas, pues estuvieron a punto de matarnos. Después de mucho insistir, el general Ignacio Hidalgo de Cisneros me llamó". Y, según el legendario aviador, Hidalgo le dijo: "No le autorizo, pero lo tolero para su satisfacción y sus fervientes deseos".
En febrero de 1939, con 30 años recién cumplidos, tuvo que cruzar a pie la frontera franco-española, en medio de una intensa nevada, junto con su hermano el sargento Juan Mendiola, para hacerse cargo de una partida de 72 aviones Katiuskas destinados a engrosar la fuerza aérea republicana. Pero la operación fracasó: Francia acababa de reconocer al Gobierno presidido por Franco... y los citados aparatos habían sido devueltos a Rusia.
El 2 de marzo de 1939, el Gobierno de Madrid nombró a Mendiola comandante militar de Murcia cuando la victoria de los nacionales y la derrota de los republicanos eran más que imparables. "Un disparate en medio de aquella descomposición final", recordaría él muchos años después. Afortunadamente, varios oficiales amigos y el jefe del sector aéreo, el comandante Abelardo Moreno Miró, le advirtieron de que no tomara posesión del cargo porque le estaban esperando en Murcia para pegarle cuatro tiros. "Salvé mi vida escuchando su consejo".
Ante el negro panorama que pintaba el inminente final de la Guerra Civil, el teniente coronel Mendiola decidió exiliarse. Voló con su Katiuska desde la base de Los Llanos (Albacete) hasta Orán (Argelia), donde permaneció tres años encarcelado y en un campo de concentración custodiado por senegaleses. En octubre de 1942 embarcó en Casablanca en un buque portugués en el que consiguió llegar a México. Y en este país americano trabajó en una fábrica de estufas, en una empresa farmacéutica y de instructor de vuelo. Además, se casó con una ciudadana de ese país, ya que su primera esposa, Marcelina García Viejobueno, natural de Budía (Guadalajara) había fallecido en su exilio en Rusia.
Después de tantas batallas y tantas peripecias vitales, Mendiola decidió regresar a España. Murió en Barcelona, el 18 de julio de 1998.
¿Pero qué pasó con la Placa Laureada de Madrid? Mendiola nunca llegó a recibirla. El 5 de febrero de 1939, la avioneta Spartan inició el despegue en Figueres (Girona) llevando la documentación acreditativa del procedimiento abierto a tal fin, pero, desgraciadamente, todos los papeles resultaron carbonizados porque la aeronave se incendió al estrellarse contra un camión cisterna. Así que el proceso administrativo no culminó con su publicación en el Boletín Oficial... y Mendiola se quedó para siempre sin su condecoración.
Pese a eso, siempre ha habido una cierta confusión al interpretarse que había recibido la Laureada a tenor del visto bueno del instructor del expediente, publicado en la Gaceta de la República el 31 de agosto de 1938. Tanto es así que, en 1997, Mendiola fue agasajado como un héroe por el teniente general Juan Antonio Lombo, jefe del Estado Mayor del Aire, y otros altos cargos, según atestigua el historiador Juan Riesgo, que estuvo presente en la ceremonia.
En la propia web oficial del Ejército del Aire consta que "en 1938 se le concedió la Placa Laureada de Madrid". Y no sólo eso, sino que en la Sala de Laureados del Museo del Aire existió hasta hace varios meses una Placa Laureada de Madrid y, junto a ella, los nombres de quienes recibieron tal condecoración: el general Vicente Rojo Lluch, por la toma de Teruel (1937); el almirante Luis González de Ubieta, por el combate del Cabo de Palos (1938); el general José Miaja Menant, por la defensa de Madrid (1938), y el coronel Mendiola. Pero hace varios meses, un mando -militar, por supuesto- decidió retirar la Placa Laureada de Madrid del más noble salón del museo y, por ende, toda referencia al heroico aeronauta republicano.
"A mi marido le habría hecho mucha ilusión recibir la Placa Laureada, pero con el paso del tiempo se resignó y solía decir que lo que él había hecho ya había quedado para la historia", declaró el año pasado su viuda a un conocido periódico el pasado año. "El Ministerio nunca ha tenido demasiado interés en reparar este fallo", se queja su hijo, el capitán de corbeta Rafael Seva.
Mendiola no reclamó nada personalmente. Pero el abogado y tertuliano televisivo Javier Nart Peñalver, con el que aquel había trabado cierta amistad, lo hizo por él: envió un escrito en octubre de 2004 al entonces ministro de Defensa, José Bono, planteándole que "se integre la Placa Laureada de Madrid en la histórica Cruz Laureada de San Fernando, comprendiéndose como parte de los condecorados a los que la recibieron, con otro nombre, del Gobierno republicano". En consecuencia, Nart solicitaba a Bono "que se considere incluido [en esta distinción] a Mendiola, a quien se le otorgó y nunca la recibió".
Según fuentes del Ministerio de Defensa, Franco dictó en 1947 una directriz ordenando la prescripción de las recompensas que estaban en tramitación hasta esa fecha. Las mismas fuentes consideran difícil que se puedan satisfacer los deseos de la familia Mendiola porque eso podría abrir una impredecible vía de reclamaciones para otros combatientes republicanos. En cualquier caso, el expediente Mendiola está en manos de la Comisión Interministerial para el Estudio de la Situación de las Víctimas de la Guerra Civil y el Franquismo, creada en septiembre de 2004 y dependiente de Presidencia del Gobierno.
A la vez, Defensa ha encargado una investigación para aclarar cuándo, cómo y por qué se retiró la Placa Laureada de Madrid existente en el Museo del Aire así como el texto existente bajo un cuadro de Mendiola en el que se detallaba que el aviador había sido merecedor de tan alto honor.
La Placa Laureada de Madrid fue la más preciada condecoración militar concedida por la República Española durante la Guerra Civil (Reglamento de la Placa Laureada de Madrid. Gaceta de la República: Diario Oficial, núm 145, 25 de mayo de 1937). La "Placa Laureada de Madrid" se concedió únicamente en cuatro ocasiones, siendo los premiados Vicente Rojo Lluch, Luis González de Ubieta,José Miaja Menant y Leocadio Mendiola.
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