La colaboración de las fuerzas represivas de Portugal y España, contra los antifranquistas y refugiados, tras la guerra civil, continua siendo un fenómeno poco estudiado, en la historiografía española.
Conocido es que Portugal fue el territorio desde donde se conspiró con la aquiescencia de las autoridades lusas contra la II República española; y posteriormente una vez producido el golpe militar contra el gobierno legitimamente constituido español, también es de sobra conocido como su territorio fue utilizado como base logística de retaguardia para la obtención de recursos, a través de los puertos portugueses, y suministrados después a lo largo de la compartida frontera terrestre hacia el territorio rebelde. Todo ello al margen de prestar a la causa golpista todo su aparato de prensa y propaganda, e incluso diplomático durante la guerra.
Pero también, y esto ha sido menos estudiado, es de destacar que una vez finalizada, durante la feroz represión franquista desatada por el régimen contra los vencidos y opositores, la dictadura salazarista prestó una necesaria colaboración a la dictadura franquista, en la persecución, identificacion y detención de refugiados españoles, muchos de ellos extremeños, durante los años cuarenta.
Este trabajo de periodismo de investigación de Carlos Pessoa, que a continuación publicamos y divulgamos, en versión traducida, por su indudable interés histórico; intenta arrojar luz, sobre unos sucesos, poco conocidos hasta ahora para la historiografia española, y que se desarrollaron, en la misma raya, muy cerca de Badajoz.
Campo Maior, 1944.
La operación secreta que conmocionó el Alentejo.
La policía política de Salazar montó una operación en 1944 para eliminar una de las muchas bolsas de refugiados españoles existentes en la frontera. La colaboración de la guardia civil y la participación activa del ejército portugués llevaron a la captura de más de dos decenas de hombres cuyo destino aún se desconoce. Documentos inéditos hasta ahora permiten finalmente reconstruir lo que ocurrió.
En el Alentejo la noche del 13 de noviembre de 1944 fue muy fría. La estación metereológica de Campo Maior registró una mínima de 6,7 º C que bajaron hasta 4,5 la noche siguiente. Hubo helada pero por lo menos no llovió y el viento que sopló del oeste fue débil.
El frío, sin embargo, no fue el peor de los elementos que se abatieron sobre un territorio del concejo entre la ciudad de Campo Maior y las aldeas de Ouguela y Degolados, delimitado por la ribera del Abrilongo y el río Xévora, y, al norte de esos cursos de agua, por la línea de la frontera con España. Aquellas dos noches, una inusual actividad humana rompió el silencio de esas planicies y causó gran susto a los pocos que, de madrugada, cruzaron esos parajes para trabajar en el campo o, tal vez, para hacer rutas de contrabando.
Cerca de un centenar de militares, soldados de la GNR y agentes de la Policía de Vigilancia y Defensa del Estado ( PVDE, policía política del régimen salazarista) se concentraron en las noches del 13 y 14 de noviembre de 1944 en varios puntos, en una operación conjunta entre fuerzas portuguesas y españolas. Primero en la “Referta de Ouguela”, a unos diez Kilómetros de Campo Maior por carretera, y en la noche siguiente en las “Minas de Tinoca”, en el camino hacia Portalegre, en el desvío de la aldea de Degolados ( a la misma distancia de Campo Maior, pero hacia el noroeste). Su misión: cercar, detener e identificar a los refugiados españoles, considerados “peligrosos asaltantes y comunistas” que se sabía que vivían en la zona conocida por la policía política como “República de Andorra”, un vasto triángulo de tierra sin control efectivo de las autoridades cuyos vértices eran Campo Maior, Ouguela y Degolados.
El regimiento de caballería nº 1 (Elvas) participó con un escuadrón mixto, compuesto por 30 o 40 hombres, trasladados en tres vehículos, dirigidos por el capitán Oliveira Soares y los alféreces Nunes da Siva y Rodrigo Laranjeira. La fuerza de la GNR, dirigida por el capitán Freixo y por el teniente Duarte (comandante de la seccion de Elvas) disponía de 50 hombres, doce de ellos de caballería. La coordinación de la operación estaba a cargo del inspector de la PVDE Antonio Roquete (a quien se le atribuyó el asesinato en 1942 del médico Antonio Ferreira Soares, cerca de Espinho) secundado por cuatro agentes identificados solo por sus apellidos Barros, Mesquita, Casaca Velez y Lemos.
La participación de militares del ejército sorprende a Nuno Severiano Teixeira, profesor universitario y co-director de “Nueva historia militar de Portugal” (Círculo de Lectores, 2003): “Eran relativamente comunes operaciones de apoyo logístico y policiales, y particularmente en la zona de Elvas y Campo Maior donde hay poblaciones a los dos lados de la frontera. Pero en esas fechas había una gran resistencia del ejército en mezclarse en operaciones de carácter represivo, y en particular con la policía política.”
Para impedir que los refugiados intentaran escapar del cerco huyendo hacia España, la guardia civil ( 206ª Comandancia Rural) montó un dispositivo al otro lado de la frontera disponiendo grupos de cinco hombres en Zapatón, Reyerta, Aguzorra, Pajaza, Molino Risco de Ouguella, Barrosa, La Cierva, Malaque, entre Barrosa y la Cierva y frente a la finca de Alonso Telo (este en Portugal, haciendo frontera). Se le unió una fuerza compuesta por hombres trasladados de los puestos de Badajoz y de los barrios de San Roque y San Fernando. En total, los efectivos españoles sumaban 78 elementos.
Todo fue hecho con el mayor secretismo y hoy solo sabemos lo que ocurrió gracias a la disciplina y al celo de quien redactó un detallado informe sobre la preparación y el desarrollo de la operación – no firmado pero presumiblemente de la autoría del inspector Antonio Roquete -, que se encuentra depositado en el Archivo Nacional de la Torre de Tombo ( Archivo Oliveira Salazar):
“ Era necesario que los preparativos fueran llevados en secreto, que todo se hiciera con el mayor sigilo y que la actuación no se retrasara después de los primeros cambios de impresiones con los comandos. Por eso, no debía haber intercambio de documentos, llamadas telefónicas o telegramas.”
La operación comenzó a ser preparada el 9 de noviembre, día en que Roquete obtuvo del comandante general de la GNR, en Lisboa, la credencial para el comandante del batallón acuartelado de Évora, “mandando poner bajo nuestro mando el máximo de infantería y caballería sin perjuicio del orden local”. Al día siguiente, el mismo agente se desdobla en contactos con la GNR de Évora y de Elvas. El 11 de noviembre, con las órdenes recibidas entonces por el gabinete del ministro de la Guerra, se reune dos veces con el comandante del regimiento de caballería 1 (RC1, Elvas), el coronel Coutinho de Castro, para preparar la operación, intecalando un viaje a Portalegre para hablar con el comandante de la fuerza local de la GNR. Recurriendo a “conocidos del tiempo de la guerra civil”, el inspector de la PVDE viaja hasta Badajoz para hablar con el comisario-jefe de policía y con el jefe del Estado Mayor de la región, el teniente-coronel Galea, certificándose que este contacta con el gobernador civil, de quien depende la guardia civil.
El día 12 de noviembre, se intensifican los contactos con Badajoz - “ la rapidez con la que deseaba efectuar la diligencia dejaba asustadas a las autoridades”, comenta el hombre de la PVDE en su informe. Antonio Roquete envía un emisario-amigo a la localidad española de Alburquerque, a unos 30 km de Campo Maior. Al final de la tarde se reune con el gobernador militar de Badajoz y a partir de ahí “todas las dificultades desaparecieron”. Son “dadas las órdenes precisas” y puestas “ a mi disposición (si fuera necesario) vehículos, municiones etc”, escribe.
Acuerdan una reunión para las siete de la mañana del día siguiente en el cuartel de la guardia civil en Badajoz con el teniente-coronel Navarrete y con el capitán Rafael Quintanilla (comandante de la Guardia Civil de Alburquerque), en la cual es definida la distribución de las fuerzas españolas sobre el terreno en la frontera portuguesa a partir de las 6 horas del día 14 de noviembre.
Combatientes rojos
En la primera noche, los efectivos militares y militarizados fueron trasladados hasta la Referta de Ouguela. Ya pasaban de las dos y media del día 14 cuando el capitán Freixo llegó con sus hombres – una avería del camión de transporte había causado un retraso superior a dos horas- al “cruce de las carreteras de Campo Maior y Degolados”. El frío era “intensísimo”, por lo que se distribuyó aguardiente entre los soldados. De allí siguieron por “caminos ásperos y duros” hasta el regato de los Meloais, un afluente de la ribera del Abrilongo, a donde llegan alrededor de las cuatro de la madrugada. Nueva espera de más de dos horas con un frío glacial. A las 6 y media de la mañana comenzaron los movimientos. Aún no había pasado media hora y tres de los “más célebres bandidos” españoles de la región (Talaverano, Pintor y Duro) habían caído en manos de la Guardia Civil. Los restantes refugiados intentaron romper el cerco cruzando la frontera, pero fueron detenidos por las fuerzas españolas. La lista completa es la siguiente: Benigno López Hernández, “el talaverano”, Clemente Gil Carrón, Raimundo Duro Bueno “el Duro”, Juan Tomás Sánchez, Agustín Corado Cabez, José García Pajares, Joaquín Palmarín Pajuelo, Manuel Murcillo, Agustín Pulido Romero, Juan Pulido Rubiales, Vicente Rodríguez Hernández, Joaquín Pereira Pires, José Donosa Romero y Francisco Giménez García alias José Herrera Matos “el pintor” o “el retratista”.
Del lado portugués las chozas donde se cobijaban refugiados -algunas a escasos 200 metros de la frontera – era un número mayor de lo que la PVDE calculaba. Fueron revisadas, encontrándose documentos y algún armamento ligero (dos pistolas, tres revólveres y seis escopetas de caza). Fue encontrado un portugués con heridas de cuchillo en el cuello y vientre, causados por un español en una discusión. Una fuerza se trasladó hasta Ouguela, donde se sospechaba que podía estar acogido el autor de la agresión. La población fue cercada y varias casas revisadas pero no lo encontraron.
En la noche del 14 para el 15 de noviembre se realizó una batida en la zona entre la ribera del Abrilongo y la frontera con cerco a las minas de Tinoca en el regreso a Campo Maior y Elvas. Eran las 6 de la mañana cuando los militares y soldados de la GNR siguieron por la carretera de Degolados. Se hizo una batida sistemática en chozas, pajares y algunas cabañas. Al huir hacia España fueron detenidos por la Guardia Civil Cipriano Camacho Cerezo ( el “temido asaltante y ex-combatiente rojo “Tortilla”), Manuel Hidalgo Rodríguez (“comunista convicto escapado de la prisión de Badajoz”) y Juan Rodríguez Iglesias ( el “afamado y temido “Pitones” ). A las 11 de la mañana los agentes de la PVDE, oficiales españoles, el comandante de caballería 1 y algunos oficiales de esta unidad se reunieron “de nuevo frente a La Barrosa” - el informe no aclara si fue en territorio portugués o español – asistiendo a “interrogatorios a algunas mujeres” traídas de las chozas.
Por la tarde, en el regreso a Degolados, es efectuada la batida en las minas de Tinoca. La GNR ya no participó en esta acción por considerar innecesaria su presencia. Fueron detenidos por la PVDE seis refugiados, uno de ellos herido sin gravedad en una nalga cuando intentaba huir, identificados como:
José Barahona Pacheco ex-capitán del ejército republicano, Juan de Sousa Tobal soldado y “combatiente rojo”, Telesforo Tarrino Borrega ex-elemento del ejército republicano, José Fernández Vázquez combatiente republicano y desertor de la colonia penitenciaria de Montijo (Badajoz), José María García Matador e Isidoro Joaquín Vélez ambos “combatientes rojos”.
Se ignora lo que ocurrió a estos hombres. Las detenciones no constan en las órdenes de servicio de la policía política portuguesa, donde se da cuenta habitualmente de las detenciones, traslados y liberaciones de presos. La única referencia encontrada dice respecto a Juan de Sousa Tobal ( 32 años, casado, minero, natural de Castaño, Huelva), pero en un proceso de 1949, abierto después de ser detenido por la PIDE (Policía Internacional y de Defensa del Estado, que sucedió a la PVDE) el 22 de febrero de ese año por estar indocumentado. Tobal fue entregado a las autoridades españolas en el puesto de Elvas el 26 del mismo mes. En cuanto a los restantes refugiados , se desconoce su destino y esto mismo es válido para los que fueron detenidos directamente por la guardia civil.
Antonio Roquete califica la operación efectuada como “ relativamente pequeña en relación a lo que consta que existe a lo largo de la frontera desde Marvão hasta Vila Real de Santo António.”. Una carta envíada el 7 de junio de 1943 al director de la PVDE del gobernador civil sustituto de Portalegre así lo confirma: “El alcalde de Campo Maior acaba de informar al gobierno civil de que en el área de su concejo se encuentran refugiados españoles , autores de asaltos a mano armada en su país. Esos refugiados andan también armados y aparecen de vez en cuando, habiendo sido, a veces, perseguidos por la PSP que hace poco consiguió incautar una pistola que fue entregada a la policía en la digna dirección de Vuestra Excelencia.”
Españoles en la madrugada
La PVDE tenía conocimiento de “robos y asaltos” en toda la Raya. “Al sur de Campo Maior desaparece el ganado, se roba, etc. Al norte – Arronches, Esperança, S. Julião etc – hay también noticias de la existencia de varios núcleos de bandidos” dice Roquete. Habla de una “frontera fácil, a lo largo de la cual existían muchos indocumentados españoles.”. Y añade que esta realidad era conocida por la Guarda Fiscal (GF), sugeriendo que hay pasividad o hasta confraternización de sus agentes con los “bandidos”: “ Hace mucho tiempo que hay indocumentados en Campo Maior y si la GF no los quisiera prender, podría, por lo menos, dar conocimiento superior de su existencia.”
Un informe de la guardia civil de Badajoz, con fecha de noviembre de 1944, adjuntado al documento de la PVDE, aborda los numerosos asaltos ocurridos en la zona de Alburquerque por “individuos de nacionalidad española que residen en Portugal, todos ellos de ideas extremistas. “ En él se refiere que “ tienen buenos apoyos en toda la región, porque son naturales y vecinos de estas poblaciones, habiendo huido hacia Portugal algunos por el temor de ser apresados.” El número estimado de refugiados en la línea que va de Arronches hasta Campo Maior y Elvas es de 200, de los cuales centena y media “están inactivos”. “Se encuentran trabajando sin que se conozcan sus actividades; el resto son los que se encuentran en las proximidades de la zona fronteriza, siendo unos 20 los de acción más directa y que se pueden considerar más peligrosos.”
El autor del informe de la PVDE distingue entre lo que considera mera actividad criminal (“los hurtos y robos , aunque son de lamentar, no constituyen el mayor peligro “) y la acción de una estructura montada con objetivos políticos. “La organización de la que esos bandidos forman parte es mucho más peligrosa, escribe Roquete. Apresamientos efectuados en Lisboa y alrededores, averiguaciones realizadas e informaciones recogidas por la policía apuntarían, según este mismo policía, a la existencia de un “esquema” organizativo con ligazones internas, sobre todo de la representación diplomática de México en Lisboa.
Rui Rosado Vieira tenía sieto u ocho años y recuerda muy bien ver hombres, mujeres y niños atados unos a otros en las calles de Campo Maior. “Eran españoles que llevaron después de madrugada para ser entregados en España”, dice. Es poco probable que las personas vistas aquel día por este profesor de historia jubilado fueran los refugiados detenidos en las minas de Tinoca. Pero contribuyeron involuntariamente a su interés, desde muy joven, por la historia de la ciudad donde nació en 1937. “Siempre me gustó oir las cosas que contaban de la tierra. Campo Maior está en una de las zonas en que más se sintió la Guerra Civil, porque Caia y Xévora son ríos secos y no hay montañas por aquí”, añade.
Vieira salió a los 20 años para estudiar en Lisboa, pero regresaría más tarde para dar clase en Portalegre, Sousel y Campo Maior. Oyó historias en los 30 años siguientes. “Los viejos iban contando y comencé a grabar las conversaciones sobre la memoria de la guerra en la región. El noventa por ciento de lo que escribí fue a partir de esos testimonios.”
Uno de esos escritos salió en la “Revista Alentejo” (número de noviembre-diciembre de 1999), editada por la Casa del Alentejo en Lisboa. Reproduce un artículo publicado poco antes en la revista “O Pelourinho” (Badajoz) donde Rosado Vieira hablaba de las “señales de la guerra civil española en Campo Maior” y refería las batidas de las autoridades policiales portuguesas en la zona. Es de su autoría la primera referencia a “una operación represiva de gran envergadura ejecutada en el año 1945, abatiendo a unos refugiados y deteniendo a otros”, que, “va a acabar de una vez con la presencia de republicanos españoles en Referta.”
Luis Cunha, profesor de la Universidad de Minho, también se refiere a esa realidad en su tesis de doctorado en antropología. Para el trabajo, publicado en 2006 por las Publicaciones Dom Quixote (“Memoria social en Campo Maior”), recogió un conjunto de testimonios orales que le permitieron tratar de la memoria de la Guerra Civil española en un capítulo propio. Pero a pesar de esta contribución, que confirma el suceso de la operación de gran envergadura revelada por Rosado Vieira (aunque no en el año citado por él), continuaba sin saberse exactamente donde, como y cuando habían ocurrido los hechos.
Una noticia publicada por el clandestino “Avante!”, órgano central del PCP, lanza un poco de luz sobre estas dudas e interrogaciones. En su edición relativa a la primera quincena de mayo de 1945, el periódico denuncia a los “asesinos de Campo Maior” y acusa a los “fascistas salazaristas” de haber asaltado “40 cabañas donde se albergaban 300 refugiados”. Según la noticia, que no dice la fecha en que había ocurrido eso, habían dado órdenes a los soldados para apoderarse del dinero y los bienes. Las ropas que encontraron fueron quemadas enseguida. El artículo revela los nombres de cuatro responsables: el oficial Pereira Soares (puede ser el capitán Oliveira Soares, del RC1), comandante de la fuerza represiva, el alférez Laranjeira, que dirigió el asalto y ordenó el bombardeo de los pesebres, el sargento primero Risco, que se apoderó de lo que encontró en siete cabañas y el furriel Carreta, que hirió a dos refugiados.
La prensa regional de la época no es más esclarecedora. Sólo se editaba en la región el semanario “Jornal de Elvas”, donde no se publicó nada sobre el episodio. Esa omisión no sorprende si pensamos en el rígido control de las noticias y en la censura previa que el régimen salazarista imponía a todos los órganos de información del país.
A pesar del tiempo pasado, el recuerdo de lo que ocurrió permanece sorprendentemente vivo en la memoria de los viejos habitantes de Ouguela y Campo Maior. El nombre del antrifranquista “Duro” es invocado en todas las descripciones y se habla de muertos en la operación, aunque el informe del inspector Roquete no diga nada de eso. Lo que cuentan refuerza la idea de que algo importante y significativo ocurrió en la zona.
Caminos ingratos
Antonio Camões tenía 13 años cuando volvió a Ouguela, después de pasar 6 años en Alburquerque con el padre. Confiesa que tiene algunos recuerdos de la guerra civil. “Pero no son buenos”. “ Conmigo no se metió nadie pero vi cosas muy desagradables”, añade, sin adelantar pormenores.
En 1944 vivía en la aldea pero pasaba mucho tiempo en el campo, donde guardaba ganado y le tocaba dormir la mayor parte de las veces. Cuenta: “Había por allí mucha gente refugiada, algunos trabajaban, otros eran fugitivos. Tenían que robar para comer y sobrevivir y la gente empezó a quejarse. Fue entonces cuando hicieron el cerco para cogerlos.”
José Vélez, 81 años, vive en una casa modesta pegada a la muralla. No se encontraba en la aldea cuando los refugiados fueron detenidos. “ Éramos unos ocho y habíamos ido a España a llevar café. Estuvimos allí dos o tres días porque no conseguíamos vender lo que llevábamos. Cuando llegamos a Ouguela el sol ya había salido y había mucha gente en la muralla. Había tres o cuatro camiones con militares portugueses. Era para cogerlos.”
Ambos están de acuerdo: los caminos en esa época eran muy “ingratos” y los viajes difíciles. A pesar de eso, la noticias corrieron con rapidez y en Campo Maior se supo rápidamente lo ocurrido. José Leão, 82 años, contable oficial jubilado, natural de la ciudad, vivía allí y pone fecha a los acontecimientos. “Recuerdo que hicieron una cacería en la zona de Referta, entre Ouguela y Degolados, donde se habían refugiado los españoles. La frontera está al lado y era fácil pasar. La PIDE y los militares hicieron la cacería y los cogieron como a conejos.”
La finca de Alonso, pegada a la frontera, queda situada a la izquierda, justo al lado de la carretera municipal que une Ouguela a Alburquerque. En el día lluvioso y frío de diciembre que fuímos allí, estaba de paso María do Rosario Rodrigues, 73 años, que había trabajado para el abuelo de Catarina Telo, actual dueña de la propiedad. “Había refugiados por allí, sí, eran buenas personas, no hacían mal a nadie, trabajaban cuando podían... unos arreglaban zapatos, otro era barbero, otros trabajaban en el campo. ¡Vivían mal!”.
Catarina Telo, 54 años, nacida en Campo Maior, reparte su vida entre esta ciudad y la finca. Lo que tiene para contar son, sobre todo, muchas historias de la guerra civil oídas a su abuelo, que le dio nombre a la propiedad. “Los refugiados vivían del lado portugués y se ponían allí debajo de las judías, de las huertas, del monte y era así como se refugiaban, decía mi abuelo. Él presumía de haber salvado a muchos españoles, tanto de derechas como de izquierdas”. Sugiere que hablemos con su tío Antonio, que vive en Alburquerque: “ Acostumbra a estar en el hotel Machaco, a la entrada de la ciudad. Vayan al bar-restaurante y pregunten por él...”
Es ya de noche cuando entramos en Alburquerque, una antigua plaza fortificada cuyo castillo desempeñó importantes funciones de defensa fronteriza, y que volvería a ser palco de diversos episodios durante la guerra civil española. No fue difícil dar con el hotel ni encontrar a Antonio Telo, nacído aquí hace 81 años. “ Me acuerdo muy bien. Había refugiados por ahí, se dedicaban al contrabando del café y nadie se metía con ellos. Después pasaron a robar, iban por el monte pistola en mano. Fue cuando la policía y los militares fueron allí y los cogieron a todos. Aquello duró una mañana, pero no tengo ni idea de que época del año era. Solo recuerdo que hacía sol. Cayeron todos en esa redada.”
De Degolados a Referta
Mirando para el paisaje desde las almenas de Ouguela, sorprende la extensión de la planicie hasta donde se pierde la vista. No se sabe donde acaba el territorio portugués y donde comienzan las tierras de España, y la ausencia de montañas contribuye a la percepción de los terrenos como una llanura donde parece fácil circular. A la vista del monte y de la escasa vegetación baja que lo cubre, cuesta creer que alguien pudiera escoger aquellos parajes para esconderse.
Es solo cuando llegamos a Referta cuando comenzamos a percibir como fue posible vivir aquí durante tantos años hombres huidos de la represión franquista y del asedio de las autoridades salazaristas: la falta de accidentes del terreno permite detectar con bastante antelación los movimientos sospechosos, dando tiempo a la fuga. Al contrario de nuestros días, en aquel tiempo los medios de transporte eran rudimentarios, los efectivos policiales insuficientes y casi no había carreteras. ( E incluso hoy, con buenas vías, no es fácil llegar allí: la lluvia transforma rápidamente la tierra de barro de los caminos en un lodazal intransitable donde es fácil para un coche atascarse.) A añadir a eso, los refugiados contaban con redes informales de apoyo locol a las que el inspector Roquete alude indirectamente en su informe.
Seguimos por la carretera de Degolados en una tarde amena de principios de primavera. La carretera está flanqueada por un número incontable de algarrobos bravos con hoja nueva – una paleta de colores muy diferente del escenario grisáceo de meses antes, cuando la primera visita fue inviable por el estado impracticable del camino que, después de pasar la aldea, lleva hasta Referta.
A comienzos de abril, los campos alentejanos están llenos de magarza y jaramago - “ es bueno para dar a los conejos”, explica con una sonrisa João Matias, 82 años. Conductor jubilado, vivía con los padres en la Referta de Ouguela cuando la operación luso-españolaa sorprendió a los refugiados y también a los portugueses que ocupaban los pesebres – quedan solo paredes degradadas, amenazando ruina,en un radio más amplio que va casi hasta los marcos de piedra que señalan la frontera.
Nadie vive allí hoy. Hay una o dos casas, solo ocupadas en cortos períodos en épocas específicas – la recogida de aceituna, por ejemplo. No era así en 1944, João Matias vivía en una casita bajo uno de los eucaliptos que cubren una pequeña colina,cerca de los hornos de cal (ahora solo agujeros profundos) donde su padre trabajó más de 20 años. No quiere ser fotografiado. Pero no esquiva mostrar cómo eran las cosas en aquel tiempo. Apunta hacia el otro lado de la cerca que delimita una propiedad. “¿Está viendo aquella parte redondeada del terreno? Era una taberna.” Más adelante, ya al otro lado de la frontera, indica los puntos donde había una cantina, el herrero, la choza del zapatero, a poca distancia unas de otras....” En la casa de Zé Brávio había baile todas las semanas.”
Casi sin interrupción, pasa a describir:” Estaba un día de neblina; acostumbraba a llevar comida a los trabajadores y ese día vine en un carro a Campo Maior a buscar cosas para el monte. Antes de tirar para la ciudad oí dos o tres tiros – Era la indicación para avanzar y hacer el cerco. Aquello no era normal y nadie lo esperaba. Cuando pasé el Abrilongo hacia este lado, encuentro militares y guardias republicanos en la carretera. Había militares, sí, dos hasta estuvieron en casa de mis padres, que les dieron de comer. La operación duró todo el día hasta que les entregaron los republicanos a los españoles. Cogieron hombres y mujeres, pero después las soltaron porque solo le interesaban los hombres.”
Si las cosas pasaron como los habitantes refieren en sus relatos, no siempre exentos de contradicciones y errores, ¿donde estaban las pruebas de lo ocurrido? Una operación de aquella envergadura no podía ser realizada de improviso, requería una coordinación de fuerzas en el palco de operaciones que deberían constar en documentos guardados en algún archivo histórico. Con los escasos elementos disponibles – comenzando por la ausencia de una fecha concreta, solo muy aproximada- comenzó un infructuoso viaje de año y medio por los archivos portugueses. Un día, una de las muchas conversaciones e intercambio de correspondencia mantenidas con investigadores portugueses y españoles da fruto. Luisa Tiago de Oliveira, investigadora del Centro de Estudios de Historia Contemporanea portuguesa (ISCTE) había oído hablar del episodio a su colega Antonio Monteiro Cardoso cuando este procedia a la recogida de datos para otro asunto. Era el informe de la PVDE sobre la operación en Campo Maior.
El historiador Francisco Espinosa, a quien se deben los estudios más sistemáticos y rigurosos sobre la represión franquista en la Extremadura española y Andalucía, afirma “no tener conocimiento de otras operaciones similares”. “Mi impresión es que fue una frontera muy controlada desde 1936 y conozco documentación del Gobierno Civil de Badajoz, relativa a finales de los años 1940, que así lo prueba,” dice.
Francisco Moreno Gómez, autor de libros sobre la resistencia antifranquista, admite que “estas operaciones no eran frecuentes” y que “no detectó ninguna”. Pero recuerda varios casos de guerrilleros que intetaron eludir la represión franquista dirigiéndose a Portugal: un grupo que falló el propósito de viajar de Asturias hacia el norte de Portugal; otro que venía de Toledo en 1941, que atravesó la frontera y consiguió llegar a Venezuela; o los dos últimos “maquis” (guerrilleros) que “consiguieron salir de Lisboa hacia Venezuela en 1947.”
Ángel Rodríguez Gallardo, profesor de la universidad de Vigo, tien una opinión diferente:” Estas operaciones eran muy frecuentes y tengo conocimiento de varias en la frontera galaico-portuguesa. Es verdad que hay un desconocimiento casi absoluto sobre el asunto en la historiografía española sobre esto, con pocos estudios y escaso interés.”
Manuel Loffo, profesor de Historia Contemporanea en la Facultad de Letras de Oporto e autor de una obra de referencia sobre las dos dictaduras ibéricas (“ ¡Nuestro siglo es fascista!”, Campo das Letras, 2008), responde en el mismo sentido: “En el norte, eran normales las operaciones conjuntas en territorio portugués y español en las zonas porosas de la frontera. En el Alentejo no tengo conocimiento de nada en ese sentido.”
¿Quienes eran los hombres y mujeres que vivían refugiados en las zonas de frontera? “Había de todo”, responde Espinosa. “Había refugiados políticos, huidos de la justicia, contrabandistas, gente que procuraba mejorar su vida, gente con problemas diversos que prefería pasar la raya.” El perfil trazado por Gallardo, relativo a la frontera galaico-portuguesa, es áun más preciso: “Eran personas de clase media o baja, aunque hubiera algún diputado o político destacado. Habitualmente, eran hombres entre los 18 y los 40 años, relativamente envueltos en política, en particular comunistas, socialistas, pero también algunos anarquistas o solo republicanos.”
Manuel Loff explica el contexto histórico en que transcurrió la operación. “ A partir del verano de 1944 hubo una gran presión sobre el gobierno de Salazar por parte de los aliados, traducida en las recomendaciones de los diplomáticos portugueses en las embajadas extranjeras en el sentido de “no levantar olas”.
A pesar de eso, lo que pasó no sorprende al historiador:
“Los gobiernos ibéricos consideran que se tienen que llevar bien con los anglo-americanos, en el camino de la victoria en la guerra, para salvar sus respectivos regímenes. La segunda línea estratégica de acción es la que lleva a los sectores más duros de los dos regímenes a consolidar su poder. Al final de 1944, los tiempos no son, por tanto, de preparación de la liberalización, sino de refuerzo de las características más represivas de los dos regímenes. Este no es, en definitiva, un período en el que las dos dictaduras emprendan un proceso de apertura política. En ese sentido, la operación de Campo Maior está en consonancia con la política de la época; los regímenes quieren garantizar el mantenimiento en el poder y no tienen problemas en acentuar la represión.”
Carlos Pessoa.
Periodista.
Lisboa. Abril de 2011.
chapeau!!
ResponderEliminarchapeu!!
Muchas gracias por el curro.
hasta pronto
Busco a mí abuelo,era portugués se llamaba felisardo Pereira, desapareció en badajoz en 1940 (le dieron el pasillo de madrugada hacia la plaza de toros,por orden de salazar)quizás tenga familia en Portugal. El dejo aquí un hijo de un año.gracias.
ResponderEliminarESTIMADA LOLA: Le rogamos nos envíe un correo electrónico privado con todos los datos, a esta dirección: armhex@gmail.com
ResponderEliminarUn saludo cordial y muchas gracias.